¿Universalidad del cristianismo?*Aloysius PIERIS
1. El modelo reinante de universalidad Desearía empezar con la presentación de un modelo de universalidad que los medios de comunicación han impuesto sobre nosotros, los asiáticos: el modelo de universalidad de la cocacola. Existen dos características que son peculiares de este modelo: 1) la importancia que da a la uniformidad; y 2) la clase de publicidad que se permite el lujo de usar. 1. Uniformidad: los envases de cocacola son exactamente iguales en forma y tamaño en todo el mundo. El contenido también tiene idéntico color y sabor, cualquiera que sea el agua usada para producirlo: pueden ser las aguas del Nilo, del Ganges o del Yantse Kiang, o agua desalinizada de remotas islas del Pacífico, o agua de manantiales del desierto o, quizá, el agua de un tranquilo lago o de un bullicioso arroyo. En cualquier caso, el producto final tiene un mismo sabor y un mismo color. 2. Publicidad: cocacola se anuncia como algo que toda persona debe beber. La fe en esto se promulga como universal. En el anuncio más reciente, se mostraba cómo un africano sub-sahariano, un mediterráneo, un sudamericano, un individuo de rasgos asiáticos (probablemente de Mongolia) e incluso un soldado checo o eslovaco en el frente de batalla... eran arrastrados irresistiblemente por ella como la única bebida que podía apagar su sed. En suma, cocacola es universal, no sólo porque no admite variaciones locales en el contenido o en el envase, sino también porque se proclama como la buena noticia para toda persona en el mundo que tiene sed del Agua de la Vida. Esta clase de universalización o colonización cultural se ha ganado un nombre especial en Asia: cocacolonización.
2. La tentación universal del cristianismo La cuestión importante es, por lo tanto, identificar la sed universal que necesita ser apagada hoy, y preguntarnos si el cristianismo puede ofrecer el Agua de la Vida, aquella que saciará nuestra sed para siempre. La universalidad del cristianismo depende de la respuesta a esta pregunta. El modelo dominante que vemos hoy en casi todas partes es el de la «cocacolonización». La sed universal se identifica como sed de modernización, de desarrollo, de tecnocratización..., que se anuncian como los únicos medios para redimir a Asia de su miseria. (No es "tecnología" lo que se anuncia, sino tecnocracia: la ideología opresiva dentro de la cual se importa la tecnología). La "modernización" (eufemismo para referirse a la cultura tecnocrática occidental) es la sed universal que se empaqueta o embotella en un envase estándar: el sistema político de la democracia liberal, acompañado del marco legal de los derechos individuales. Así, el "socialismo religioso" (¿o democracia sustantiva?) de los asiáticos, ejemplificado en los sistemas de gobierno monásticos y tribales (y ya corroído por el feudalismo asiático), ha sido marginado como consecuencia del hecho de haberse erigido en ideal el modelo democrático liberal. También el antiguo sistema del dharma, de "obligación" (del que, sin duda, abusaron los intereses de los grupos dominantes en Asia), ha sido reemplazado por el sistema de derechos. La democracia liberal, con sus derechos individuales -sin referencia alguna al socialismo religioso basado en obligaciones comunales-, da lugar, en muchas ocasiones, a una auténtica tiranía de la mayoría, donde las minorías se encuentran a menudo en el extremo receptor del sistema. Entonces llega la publicidad. Todo este paquete se anuncia tan hábil y penetrantemente que los asiáticos equiparan su sed de justicia a una sed de "democracia liberal" caracterizada por el individualismo. Los bolsillos "cocacolonizados" de Asia -Corea del Sur, Taiwan, Hong Kong, Singapur... -por no hablar de Japón, que ha dejado atrás en tecnocracia al mismísimo Occidente- se mantienen como el ideal a emular en el resto de Asia. Expresiones como "estabilidad política" o "gobierno estable" no son sino otros tantos eufemismos para encubrir la realidad de auténticas dictaduras que aseguran zonas en las que la mano de obra barata y la falta de derechos sindicales, por ejemplo, permiten a las empresas multinacionales invertir sin problemas. Actualmente, la mayoría de "ramas" del cristianismo se sienten cómodas con esta clase de universalidad e incluso se mecen en sus olas. Cualquier grupo cristiano que desafíe el modelo de "cocacolonización" es tachado de subversivo incluso por algunos miembros de la Iglesia institucional, no sólo por los "gobiernos democráticos liberales" (Singapur, Sri Lanka, etc.). Los proyectos de desarrollo, los métodos catequéticos, los centros educativos y de formación profesional de la Iglesia oficial y de las órdenes religiosas, y hasta los seminarios y casas de formación para religiosos (que convierten en serie a hombres y mujeres del tercer mundo en productos del primero), han aceptado sin críticas, salvo honrosas excepciones, el paquete entero de "modernización" -envase y contenidos-.
3. La sed universal de liberación Existe una sed alternativa que nuestros corazones abrasados están sufriendo universalmente, una sed que el pecado personal y social ayuda a perpetuar y que sólo la liberación puede saciar. El cristianismo sólo será universal si es capaz de ofrecer el Agua de la Vida única que pueda satisfacer este anhelo. Esta sed es bidimensional: es la sed de libertad frente a las apetencias y la sed de libertad frente a la carencia. 3. 1. Sed de libertad frente a las apetencias La frase "libertad frente a las apetencias" es una traducción libre y dinámica de la palabra budista para "espiritualidad": alpecchata, que corresponde al término hindú vairágya. Es la formulación no teística de la espiritualidad expuesta con detalle por Jesús en el Sermón de la Montaña. Ser libre frente a las apetencias significa tener el mínimo de necesidades y permanecer impertérrito cuando algunas necesidades no se cubren. Es una actitud mental, una postura psicológica adoptada voluntariamente por las personas, sin ninguna presión del exterior. Es la vocación cristiana universal. Corresponde a nuestra promesa bautismal de adorar sólo a Yahvé (obediencia) y no tener otros dioses (pobreza). Esto no debe confundirse con la actitud negativa de una fuga mundi o de una privación masoquista de las comodidades legítimas. Más bien es la libertad con respecto al ciclo de existencia-acumulación-consumismo- que muchos desearían y no pueden quitarse de encima. Es la no-adicción que garantiza un disfrute no-consumista y ecológicamente sano de este mundo y de todo cuanto hay en él. Es el abandono del camino de la Serpiente de la avaricia, que se enrosca alrededor del árbol del conocimiento y del poder, para seguir el camino de aquella otra Serpiente "que cuelga del árbol de la Vida arrastrando todos los corazones hacia sí". Es la manera de devolver este mundo al Paraíso para el que fue ideado: un cielo nuevo y una tierra nueva. Un cristianismo que haya renunciado a la predicación y la práctica de las bienaventuranzas como ideal utópico no será un cristianismo profético y estará fuera de lugar. Ésta es la crisis de significado o la falta de orientación de las que hoy nos lamentamos la mayoría de nosotros. En realidad, Francisco de Asís, Thomas Merton y Bede Griffiths son extraños para los cristianos. Y, sin embargo, todos ellos fueron auténticos cristianos universales. Ellos ofrecen el Agua de la Vida. Pero no tienen seguidores en un cristianismo que se ha concretado en una ideología uniformadora. 3.2. Sed de libertad frente a la carencia La carencia es la ausencia de satisfacción de las necesidades básicas. No es un acto voluntario de libertad frente a las necesidades (un signo de la no codicia personal), sino una pobreza impuesta a la mayoría por el colectivo avaricioso de unos cuantos que son adictos a sus necesidades. La gran mayoría de los asiáticos (en general no cristianos) anhelan esta libertad frente a la carencia. El paquete de la modernización no ha hecho más que aumentar sus apuros, como el propio Papa ha reconocido en sus recientes encíclicas sociales. Soluciones provisionales, como la del trabajo heroico de la Madre Teresa de Calcuta, no son suficientes. Además, anunciar la caridad cristiana a expensas de los pobres también es una forma de la "cocacolonización" del mensaje de Cristo. Los auténticos cristianos que se han esforzado por producir la libertad frente a la carencia siempre se han enfrentado a los modernizadores y a los tecnócratas. El religioso oblato Miguel Rodrigo, de Sri Lanka, no recibió el premio Nobel como la Madre Teresa, sino un balazo; fue asesinado por un "gobierno democrático liberal" por haberse resistido a la expropiación de tierras a los pobres en nombre del desarrollo. Algunos religiosos consideran que el P. Rodrigo se apartó de su vocación cristiana por interferir en el modelo de desarrollo existente. Esta historia se repite en muchos países de Asia...
4. Conclusión: categorías bíblicas La Verdad es sencilla y, por lo tanto, profunda. No se 1a hace más verdad complicándola. La Revelación entera de las Escrituras de los hebreos y los cristianos ofrece un mensaje sencillo y profundo a la vez:a) Jesús es la contradicción entre "Mammon" (el
Dinero) y Yahvé. El primer principio está en el origen de la sed de libertad frente a las apetencias; el segundo es el fundamento para la libertad frente a la carencia. La universalidad del cristianismo se basa en estos dos principios. Pero volver a estos elementos básicos equivale a cargar de nuevo con la cruz, la cruz que hemos abandonado durante siglos. Significa experimentar en nuestras vidas el conflicto amargo entre Yahvé y Mammon y soportar las severas consecuencias de firmar la alianza defensora entre Yahvé y las no-personas de esta tierra. El primer principio es la formulación cristológica del Sermón de la Montaña. Jesús encarna la espiritualidad común a todas las religiones. Toda religión entiende la vida santa como libertad frente a las necesidades. En esto, un discípulo de Cristo es también discípulo" "de Buda, y viceversa. Como ésta es una espiritualidad universal, se sigue que cualquier rama del cristianismo que no se la apropie deja de ser una vía de salvación o religión universal y, a fortiori, la religión de Cristo. El segundo principio es exclusivo del cristianismo, como los no-cristianos nos recuerdan constantemente en los diálogos inter-religiosos de las Comunidades Humanas de Base. Si fallamos en proclamarlo de palabra y de obra, no contribuiremos a apagar la sed de libertad frente a la carencia. Por eso Jesús es la encarnación del compromiso público de Dios con los pobres para asegurar estas liberaciones. Nos hallamos, pues, ante una cristología que no se orienta a responder cuestiones filosóficas sobre personas y naturalezas, ni cuestiones matemáticas acerca de si es uno o son varios (por eso la fórmula calcedónica suena sin sentido cuando se traduce -si tal traducción es posible- a muchos de los idiomas asiáticos). Más bien, la afirmación de fe de que Jesús encarna el pacto de defensa entre Yahvé y los oprimidos constituye una cristología que puede traducirse en una praxis en Asia y, de hecho, en cualquier otra parte del mundo. Tan sólo esta praxis convierte el cristianismo en una religión universal.
Tomado de "Vidyajyoti", Journal of Theologigal Reflection, Delhi, octubre 1993
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