Bodas de plata de la Iglesia con los pobres:

Teología de la liberación.


Leonardo Boff

La Teología de la Liberación (TL) es hija del matrimonio de la Iglesia con los pobres. Como en todos los matrimonios, todo comienza con el enamoramiento. Este tiene un lugar sacramental y un momento determinante. Fue al final del Concilio Vaticano II (1962-1965), reunión de todos los obispos para decidir los rumbos de la Iglesia Católica en el mundo moderno.

1. Fase de enamoramiento

Cuarenta obispos, del mundo entero, inspirados por la idea de la Iglesia de los pobres del Papa Juan XXIII y animados por el espíritu profético de Dom Hélder Câmara, se reunieron en las catacumbas, fuera de Roma. Allí donde se siente todavía hoy el espíritu originario de la comunidad fraternal que era el cristianismo en sus comienzos. Firmaron un pacto de la Iglesia servidora y pobre que se expresó por una clara opción por los pobres. Proclamaron la Iglesia de los pobres y con los pobres. Formularon un voto: al volver a sus patrias, se despojarían de los símbolos del poder sagrado, dejarían palacios episcopales y vivirían pobremente.

De ahí surgió el enamoramiento y en seguida el noviazgo de la Iglesia con los pobres. Fecha: 16 de noviembre de 1965. Lugar: Catacumbas de Santa Domitila, fuera de Roma.

2. Fase de casamiento

Pero el casamiento sólo se dio tres años después, en 1968. En Medellín, en Colombia, con ocasión de la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Allí irrumpió en la conciencia eclesial la centralidad de los pobres y la urgencia de su plena liberación. Ellos constituyen los 2/3 de la humanidad y de nuestro Continente indio-negro-latino-americano.

La Iglesia, ¿es el levita de la parábola evangélica que pasa de largo, apresurado, o es el buen samaritano, misericordioso, que se inclina sobre el caído en el camino y lo socorre? Sin duda, ante los pobres y oprimidos, ella debe asumir una misión liberadora en todas las formas de su presencia en el subcontinente.

Estaba lanzado el desafío para sí misma, para las demás Iglesias y para toda la Iglesia Universal: ser los aliados, defensores y promotores de los pobres y de su liberación. Proclamar la liberación como sueño central de Jesús y realizar la liberación como misión contemporánea de la Iglesia: he ahí el nuevo horizonte de la acción evangelizadora.

3. Nacimiento, bautismo y registro

De este casamiento Iglesia/pobres nació una criatura: la TL. Fue bautizada en seguida con ese nombre. Creció y se desarrolló con inteligencia y vigor en los diez años que siguieron a Medellín.

Retengamos este dato histórico, cargado de consecuencias: la TL es hija del primer amor de la Iglesia a los pobres de este mundo y a todos los que sufren.

Pero la criatura sólo en 1971 fue inscrita en el registro con el documento oficial de su nacimiento. En ese año fueron publicados los primeros textos sistemáticos de la TL en Perú, en Brasil, Uruguay y en otras partes de América Latina. Era la cristalización de todo un camino de reflexión sobre la opción por los pobres y oprimidos, traducida en prácticas populares y religiosas que buscaban una alternativa al sistema productor de miseria e injusticia.

Los análisis mostraban claramente que ese sistema socioeconómico-político producía el desarrollo del subdesarrollo. Significaba, y por tanto, opresión. No se podía continuar con él. En vez de desarrollo/opresión, se buscaba otra alternativa: la liberación concreta, histórico-social y abierta a ulteriores expresiones. Liberación hegemonizada por los oprimidos, concientizados, organizados y hechos sujetos históricos.

A través de sus prácticas en los movimientos sociales, en los sindicatos, en los partidos de cuño popular, en las comunidades cristianas, en los movimientos de resistencia y hasta en el enfrentamiento con las fuerzas de control y de represión del régimen de seguridad nacional (que, bien analizado, significaba, en verdad, régimen de seguridad del capital), la TL emergía con protagonismo y como nuevo actor social.

4. El sacramento de la confirmación

En 1979, en Puebla, México, cuando se realizó la tercera Conferencia General de los Obispos Latinoamericanos, la TL ya era adulta. Recibió el sacramento de la madurez, la confirmación. Y madura, podía seguir su camino.

De hecho, ella penetró el mundo de los pobres, y adquirió un rostro propio en Africa, otro en Asia, junto a los indígenas, a los negros, a las mujeres, a las minorías discriminadas, instalándose también en el corazón de los centros metropolitanos de reflexión, en Europa y Estados Unidos. La TL se transformó en esos 25 años en una teología, de hecho, universal. ¡Y son apenas los primeros 25 años! Cumplirá más.

5. La fase adulta de la teología de la liberación

El camino de la elaboración teórica conoció tres etapas principales.

En los años 70 la gran preocupación era el pobre y el oprimido material, social y político. La liberación integral tenía que pasar por las liberaciones histórico-sociales sin las que difícilmente escaparía de la acusación de alienación y de espiritualismo.

En los años 80 el desafío mayor fue el pobre y oprimido cultural: el indio, el negro, las mujeres, los jóvenes y tantas otras minorías discriminadas en razón del sexo, del color, de la enfermedad y de la religión. De la sociedad fuimos remitidos a la cultura que explica la profundidad y la perpetuidad de las opresiones. Sin esa mediación cultural, la liberación quedaría a medio camino, como un episodio importante dentro de cierto tipo de sociedad. Importaba ir más al fondo y definir una alternativa de largo alcance: recrear una cultura de la solidaridad, del compartir, del respeto a las diferencias y de la colaboración a partir de las víctimas históricas que hace siglos resisten, esperan justicia y se organizan para buscar su libertad.

En los años 90 nos vemos confrontados con la crisis mayor, la del sistema tierra. Es la crisis ecológica en sus varias vertebraciones: ambiental, social, mental e integral. La tierra no aguanta más la dilapidación sistemática de sus recursos. No sólo los pobres y oprimidos gritan. También la tierra grita. Ahora no hay ya un arca de Noé que salve a unos y deje que se pierdan otros. O nos salvamos todos o nos perdemos todos. Si el riesgo es mundial, la liberación ha de ser también mundial. Importa articular una liberación verdaderamente integral de la tierra y de los hijos e hijas cautivos de la tierra. Para eso es preciso inaugurar un nuevo paradigma de re-ligación, de sinergia y de nueva alianza para con la Tierra Madre. Ahora la TL tiene la oportunidad de ser verdaderamente integral.

6. Los datos del carnet de identidad de la TL

Como en una lectura de ciego que sólo capta el relieve, subrayaremos algunos ejes principales de la TL.

6.1. Es la primera teología histórica que nace de la periferia del cristianismo y que presenta un nuevo modo de hacer teología, con una sistematización coherente de los contenidos de la fe. Coloca en su centro la práctica de liberación con los pobres. Por es profética, al denunciar las opresiones. Es pastoral porque se interesa por transformaciones prácticas. Es militante porque las transformaciones deben ser hechas a partir de los pobres y abiertas a los demás.

A partir de esa práctica, redescubre al Dios bíblico como el Dios de la Vida. El, por esencia, se coloca al lado de los que menos vida tienen, los pobres; su proyecto histórico es de liberación en plenitud. Desvela la dimensión libertadora objetiva de la práctica, del mensaje y de la utopía de Jesús. Clarifica la misión de las Iglesias, que es la de ser actualizadoras de la dimensión liberadora integral del cristianismo en la diversidad de los tiempos y de las culturas.

6.2. La TL significó un llamado a la conciencia mundial. Pone su atención sobre la suerte de las "grandes mayorías" de la humanidad, condenadas a la miseria y a la exclusión por causa de la otra parte minoritaria, insensible, cruel y sin piedad. Movió Estados, órganos de seguridad del sistema mundial y atrajo la ira de los poderosos. Por eso, personas que apoyaron la TL fueron perseguidas, presas, torturadas, desaparecidas, y muchas, asesinadas: obispos, sacerdotes, teólogos, laicos, jóvenes, hombres y mujeres. Se granjeó también la admiración de los mejores espíritus de nuestro tiempo.

6.3. El peso de la TL se hizo sentir en el aparato central de la Iglesia católica, en el Vaticano. Los papas tomaron frecuentemente posición ante ella. Las instancias doctrinales reaccionaron en 1984 y en 1986 con diferentes niveles de compromiso. Fundamentalmente, y en contradicción con la versión dominante en los medios de comunicación, la TL fue aprobada por la Iglesia. Esta llamó la atención, eso sí, sobre dos peligros que siempre acosaron a ese tipo de teología: la reducción de a fe a la política y el uso acrítico del marxismo. Evitado ese peligro -pues un peligro nunca invalida el coraje del pensamiento- la TL es útil y necesaria en la presente coyuntura del flagelo planetario de los pobres.

En realidad, las Iglesias sumieron las principales intuiciones de la TL: a) la opción preferencial por los pobres, contra la pobreza y en favor de la liberación; b) la dimensión histórico-liberadora de la fe cristiana; c) las comunidades cristianas de base como expresión de un cristianismo de liberación en el cual fe y vida, mística y política se articulan para producir la liberación nacida de la propia fe; d) la liberación como un proceso abierto e integral: liberación de opresiones de todo tipo -incluso de la específicamente religiosa, del pecado- y liberación para la realización de las capacidades humanas personales y colectivas, para la plena eclosión del sentido de la historia, que incluye su inmersión en el misterio de Dios.

6.4. La TL constituye una referencia indiscutible para los oprimidos y marginados. No son pocos los que confiesan: estoy contra el cristianismo histórico pero a favor de la TL. Lo que ella suscita no interesa sólo a los que profesan el sueño cristiano. Interesa a todos los que no perdieron su humanidad mínima: la libertad, la dignidad, la vida, el compartir, la comunicación entre todos. Mediante los debates que esta teología suscitó, algo de evangelio penetró en el mundo entero incluso allí donde era sistemáticamente negado y silenciado, como en los medios de comunicación de la Unión Soviética y de China. Con ocasión de los debates occidentales sobre esta cuestión, las televisiones de aquellos países hicieron programas de información que cubrieron todo el territorio.

6.5. La TL obligó a las demás corrientes de teología a preguntarse por su significado social. No basta que las teologías sean ortodoxas y los argumentos internamente bien articulados. Las teologías no pueden ser sólo productos para el consumo interno de los cristianos. Tienen que ser más. Deben pensar las cuestiones del mundo y de las personas de la calle, porque estas cuestiones tienen que ver objetivamente con Dios, pues de una forma o de otra, él está presente en ellas. Especialmente deben preguntarse cuál es la funcionalidad ideológica que asumen dentro de la sociedad: pasan de largo de los conflictos que comportan graves violaciones de la justicia (pecado social) y con eso se hacen alienadas, cuando no piezas de legitimación del status quo. O las incluyen como denuncia profética, haciéndolas material de su reflexión de búsqueda de operacionalidad transformadora. En caso contrario, las teologías difícilmente se libran, nollens volens, de la alienación, de la mistificación y del cinismo histórico.

La cuestión que todas las teologías han de responder en el fondo es ésta: ¿cómo anunciar a Dios como Padre y Madre en un mundo de miserables? Sólo tiene sentido que lo anunciemos dentro de un proceso de transformaciones que haga verosímil decir que Dios es Padre y Madre, y todos nosotros hijos e hijas, hermanos y hermanas de hecho, y no sólo en la retórica religiosa. En la respuesta a esta cuestión se mide la verdad histórica y la relevancia social de cada corriente teológica.

6.6. La TL viene revestida de irrecusable grandeza ética. Muestra com-pasión con el sufrimiento humano. Se asocia al destino de los condenados de la tierra. Escoge el camino más difícil, más digno,: pensar, actuar y compartir la causa, la lucha y la esperanza junto con todos los oprimidos, en vistas a una convivencia en libertad, en solidaridad y colaboración. Tal opción puede costar onerosos sacrificios, persecuciones, prisiones, torturas y, no en pocos casos, la propia vida.

La TL convoca para la generosidad y suscita grandes y nobles sentimientos en quienes profesan la fe cristiana. Fundamentalmente les dice: todo dolor humano, en cualquier parte del mundo, toda injusticia en cualquier cuerpo ofendido, toda violación de la sacralidad de la vida en cualquier lugar y bajo cualquier forma, es violación, injusticia y dolor que afectan a tu piel, entristecen tu alma y afligen tu corazón. Por eso, hazte uno con los humillados y ofendidos y, juntos, realicen la liberación y reconstruyan la vida en sinergia y en solidaridad.

6.7 La TL es sal saludable que se diluyó en toda la comida y le dio sabor nuevo y mejor. Ya no se puede disociar evangelio y liberación. Esta es parte del evangelio, como buena noticia para la humanidad en este final del milenio y para el alborear del próximo.

Indiscutiblemente, cuando se trata de identificar la actitud cristiana, teórica y práctica, ante los conflictos sociales y mundiales, la teología de la liberación emerge siempre como la teología hegemónica. Ella apunta la dirección moral e intelectual a los cristianos y el camino de las Iglesias. Muestra que no hay contradicción fundamental entre la idea de revolución/liberación/transformación y cristianismo. Y da buenas razones para ello. Pues el Dios del Exodo mostró que escuchaba el grito del oprimido; Jesús anunció un sueño de total liberación -Reino de Dios que está entre nosotros- y lo anticipó con palabras llenas de coraje y prácticas liberadoras, comenzando por los pobres; por causa de eso se ganó la animadversión de los varios poderes de su tiempo, fue calumniado, perseguido, preso, torturado y muerto en la cruz; resucitó para instaurar la revolución dentro de la evolución y mostrar el futuro de la vida y de la libertad. Entonces, y por todo ello, ya no es posible la pasividad perezosa de los cristianos o el aprisionamiento del sueño libertario de Jesús en las redes de sistemas sociales que lo secuestraron para legitimar privilegios e invalidar cualquier mudanza.

La TL hizo y continúa haciendo bien a los pobres y a los oprimidos. Dignificó sus causas, ennobleció sus luchas y les confirió un aura de eternidad. Pues la causa de la vida, de los medios de la vida, de la libertad y de la belleza son causas más de Dios que de los pobres y oprimidos. Cuando luchan por tales realidades, ellos pueden estar seguros de que tienen a Dios como aliado. El está de su parte y contra el faraón y sus representantes históricos, seculares y religiosos.

Al realizar esa misión, ella cumple su verdadero sentido humano, religioso y cristiano: servir simplemente a la liberación.