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La pruebaLucas 1, 4-13Gerardo GUILLÉN DE LA ROSA
Jesús, a quien cariñosamente conocían como Chuy, llevaba cerca de unas seis semanas sin comer. Cuidaba un rancho desde hacía algunos meses. Muchos más habían pasado desde que fuera despedido de la fábrica donde trabajaba, casi año y medio. Como lo boletinaron cuando lo corrieron, no había podido conseguir otra cosa más que ésta: cuidando el supuesto rancho. Era simplemente un área bardeada en medio de la serranía, con un solo cuartucho, sin baño. Lo aceptó únicamente por tener un lugar donde quedarse, un techo. Del cuarto que rentaba en la azotea de un edificio lo sacaron por no pagar. Había empeñado lo poco que tenía. No le quedaba cosa alguna. Como era época de seca no encontraba frutas, hongos o plantas para llevarse a la boca. Tampoco había cazado ningún conejo u otro animalito, como en semanas anteriores. Sentía hambre, frío, desesperación. Llegó por ahí un compa que conoció años atrás en una maquila, le dijo: — ¿Qué tal, mano? ¿Pasándola dura? —Sí, algo. Contestó el Chuy. — Mira manito, ¿por qué no te dejas de tanta cosa... que la lucha obrera, que eso de los derechos humanos laborales, que una sociedad más justa...? Llévatela leve, con calma y yo te consigo un buen jale en una fábrica. Hasta podrías ser supervisor o jefe de área. Así tendrías pa’ comer bien, una buena ropita, que se ve te hace falta, hasta una tele o un carrito te compras. Podrías pagarte una casita. Para que no vivas así, como una rata. — No se vive sólo para comer, vestirse o poder comprar cosas. Le respondió Chuy. El compa éste suspiró: — ¡Ah, qué contigo! A ver, si lo que tú quieres es cambiar las cosas, que la situación de los trabajadores mejore, ahora estoy muy bien colocado en la Confederación de Trabajadores, vente conmigo y desde ahí podemos hacer mucho e ir mejorando las cosas que quieres para toda la clase trabajadora: justicia, derechos humanos, mejores leyes. Chuy le respondió negando con la cabeza: — ¡No! Mi servicio es con los trabajadores, no para líderes sindicales corruptos y vendidos a los intereses de los patrones. — De verdad que eres difícil. A ver, ¿donde está toda esa gente que se decían tus amigos, que te iban a ayudar, que tenías su apoyo, que iban a estar contigo pasara lo que pasara? ¿Dónde está el Dios del que tanto hablabas? Estás solo, hasta Él te ha abandonado. — Dios está aquí conmigo, en las buenas y en las malas, siempre conmigo. Me cuida, me respeta, asume mi libertad. El compa este –al que Chuy recordó que en la maquila le decían: “el Satán”–se retiró meneando la cabeza y balbuceando quién sabe qué cosas.
  Gerardo GUILLÉN México D.F., MÉXICO
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