Encerrado en el interior húmedo de la ballena, Jonás piensa: "El sepulcro siempre es nuevo".

Sus propias ilusiones de grandeza lo han devorado. ¿A dónde huir lejos de la presencia de un Dios perseverante y misericordioso?

Acorralado por la imperiosa paciencia de Dios, sale a la luz del día para realizar su tarea. Profetiza la destrucción de los pecadores por la bondad de Dios.

Los habitantes, consternados, cambian su corazón y en la misericordia divina se lavan y despojan de sus pecados.

He aquí una creación nueva.

Pero Jonás no ha entendido que la muerte del pecador es el nacimiento de nuevos hijos de Dios. Es la posibilidad de que todos caminen en su presencia.

Entonces el profeta, en el encierro de su corazón, siente morir su orgullo, y piensa que todo él muere. Pero no.

Jonás: cuando salgas de la ballena, no prediques para tu gloria, sino para la de Dios.No acuses a tus hermanos para que se hundan, sino llámalos con esperanza. El Dios que te ha perseguido y encerrado es el mismo que el que hoy te libera. Pero te libera para que mires con ojos de hermano.

María Celeste Baek

Argentina