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EL JOVEN RICO, EL JOVEN VIEJOMateo 19, 16-26Cristian LORCA VERA
  Al oírlo, el joven se fue triste, porque era muy rico 2 a 10 años: “Si me porto bien Dios me va a ayudar siempre, pero si peco me castigará”; lucho contra el pecado pero muchas veces me vence, seguramente por eso no disfruto mi infancia, eso que llaman la etapa más linda de la vida. Pero Dios me consuela y me alienta a seguir... 11 a 20 años: Ha sido un tiempo adolescente lleno de adolescencias; me he rebelado contra Dios ¿o quizás es que no me atrevo a mirarle por mi mucho pecar?, ¿o es que no he comprendido bien el mensaje de Jesús? Reviso hacia atrás esa burbuja de crecimiento que ha sido mi casa, la escuela y la televisión. Pertenezco a la clase media baja, o clase aspiracional, aquella que formaron con el eslogan de que la educación nos haría surgir y estar bien; padres trabajando todo el día para sustentarnos, y nosotros dopados por la TV queriendo cosas, ser como los que aparecen allí tan contentos, viendo telenovelas que nos encantaban con sus tormentosos y felices amores. Si me porto bien tendré todo eso! O sencillamente estaré bien y en paz con mi conciencia buscando el bien con los que me rodean y ofreciendo la otra mejilla cuando me sienta pasado a llevar; ser correcto, ese es el camino, eso es lo que quiere Dios. Conoceré una buena mujer y formaremos una linda familia. Escuché a curas y pastores insistir con lo de ser buenos cristianos, hablando de la marca del pecado, de la entrega de Jesús por mí, de la conversión, de aceptar a Cristo como Señor de mi vida. ¿pero, cómo se hace eso? Me vi pecador y malo crucificando a Jesús por mi imposibilidad de ser bueno. Procuro cumplir los mandamientos pero recaigo y siento que me falta algo. Busco respuestas en la Biblia, le pregunto como diciendo: tú que eres bueno ayúdame a serlo también... me contesta con sus enigmas “pa` qué me dices bueno, uno solo es el bueno”, luego me habla de los mandamientos como preparando decir la que de verdad es la respuesta... Ya saben lo que dijo, ni quiero recordarlo, sólo sé que me fui triste como aquel joven. Hay que escabullir el golpe: No sé cómo lo harán los ricos de plata cuando se enfrentan a esa lectura, tal vez se justificarán con que el mercado los fuerza a jugar esas reglas capitalistas, que ellos crean riquezas para el país y dan trabajo aunque sea bajo condiciones pésimas pero “son los costos”, etc; o que Jesús se refería a no poner el dinero en el centro de sus preocupaciones, por tanto no les llega porque su centro es su familia y el progreso... así se ponen vendas en los ojos para no ver el mal que genera su egoísmo, no soportar mirarse en el espejo de los ojos de Jesús para que no se conviertan y salven. ¿y yo? Ya no podía pensar que sólo se refería a los ricos de plata, los mismos discípulos lo captaron (¿entonces quién podrá salvarse?), yo tenía mis propias riquezas, tesoros que apresaban mi corazón, espejismos que me llenaban de miedo si soltaba las riendas de mi vida para confiarlas en Jesús. Y me fui triste. 21 a 30 años. Y es que no te conocía Señor, pero había una semilla dormida siempre empujando para despertarme, esa sed del Dios verdadero, aquel Dios de Vida en abundancia. Me atrajiste, te busqué, y te encontré a través de los hermanos que pusiste en el camino; eras el Buen Pastor, el médico de mirada llena de amor, el que se pone a nuestra altura y más abajo aun para lavarnos los pies y así ponernos de pie. En esa vivencia de comunidad y oración, tocaste mi puerta, venciste mis resistencias y miedos, renuncié a mis riquezas y me dispuse al Encuentro, para llenarme de tu Espíritu y servirte como discípulo. Eran los tiempos de universidad, de sacarle el polvo a las utopías y creer en un mundo nuevo, dejarse moldear por el alfarero y sanar tantos años y tantas capas de cansancio y distorsión para comprender lo que realmente es lo que Tú quieres de y para cada uno de nosotros en nuestro mundo confuso. Y ciertamente son muchas las capas de alienación que formatean las conciencias, el poder del engañador con sus múltiples estrategias para forzarnos a volver a su statu quo, a la inercia de lo conocido y seguro. Vinieron las tormentas, los deberes, los fracasos, los quiebres amorosos, el tratar de sobrevivir o sobresalir en la competencia por tener... y ahora con mi buena casa, auto, cosas y solo, veo con ojos secos cómo ese jugarse por ideales quedó en las palabras. Releo ese pasaje bíblico, y se reitera la actitud: ya pasó mucha agua bajo el puente y el cansancio me impide confiar en cambios, en luces, en mundos distintos... nuevamente me voy triste... 31 años - hasta hoy... Estoy tan harto de intentar a medias y volver al cansancio, una vez más voy a ti, con mi autosuficiencia en el suelo y mirándome me dices: “Para los hombres eso es imposible, para Dios todo es posible, No esperes soluciones de telenovela, no busques en pantallas de TV sus imágenes son sólo eso. Yo no te pedía seguir reglamentos, ni que te anularas a ti mismo, ni que hicieras méritos; sólo quería tu confianza, tu corazón, lanzarte al abismo de lo divino sabiendo que un Dios bueno no te dejará estrellarte en rocas sino tomarte con suavidad para que nades y vueles con tu propia vida, aquella que se hace junto a los otros, no contra ellos; bota tus apegos y abre tu mano para dársela al que sufre, descubre lo simple que es, déjame alivianar tu mochila de letreros, siempre puedes recomenzar pero entiende: sólo conmigo puedes, con la mirada en Dios no en el fantasma marino, he aquí que hago nuevas todas las cosas!” Increible este Dios, ese joven que se fue triste no estaba condenado a quedar paralizado en su vida... soy ese viejo que fue joven y al que el Señor nuevamente invita a vender y desprenderse de sus falsas seguridades y miedos para entrar libre en la aventura por un mundo nuevo. Me rejuveneces Señor, me haces un viejo joven con tu Espíritu, para hacer frente a la corriente de la inercia desactivadora, que crea individuos ansiosos persiguiendo éxitos ilusorios; para salir de mi ombligo y descubrirte en mi prójimo, en mi pueblo peregrino, acogiéndonos juntos a tu voz para tomar tu bandera del Reino de Dios, aquél de la humilde esperanza y la valiente libertad, desprovistos de las ataduras mentales y materiales que ahogan y revestidos de tu gracia, chispa divina que hace posible lo imposible.
  Cristian Gabriel Lorca Vera Chile
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