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CONFESIÓN DE FE
Releyendo la confesión de Marta, la hermana de María y Lázaro, en Betania

Juan 11, 27

Miriam NARANJO ALONSO


 

 

Creo en la Madre Diosa que empodera y ofrece cuidado y protección a todo el universo creado. Creo en nosotras, sus hijas, dadoras misteriosas de vida y digo misteriosas porque nos quedamos sin palabras ante la fuerza poderosa de la mujer , madre, amiga, que crea, lucha, se esfuerza, defiende, gime, grita no se queda conforme sino que se levanta cada mañana buscando pan, aliento, fuerza para impulsar a sus hijos/as.

No creo en el Dios todo poderoso, inconmovible, temible y guerrero que nos enseñaron por tradición en una religión que se queda embutida en pantalones de hierro, que necesita re-ligar, juntar lo que ha separado, matado, excluido en nombre de Dios.

Creo en el Jesús humano, amigo y compañero que acompañó y restauró a enfermos/as, marginados/as, en el Jesús que compartió la mesa con publicanos y pecadores y que comparte nuestro camino hoy, en el Jesús que tocó a los niños, las mujeres, en el Jesús que reía, comía y bebía. En el Jesús que dialoga, reflexiona ante la insistencia de una mujer. En el Jesús que labora en el pueblo, en las fábricas y que el estar en el altar le da escozor.

Creo en el Espíritu Santo que dio aliento y fuerza a la joven Maria y a José, moró en ellos, los acompañó en la nueva responsabilidad de tener un hijo en medio de una situación social opresora e injusta, y nos exhorta, en los días de hoy, a que seamos libres y al mismo tiempo nos comprometamos con las situaciones que se avecinen en el contexto que vivimos.

Creo que Jesús fue crucificado como consecuencia de su práctica liberadora y dadora de vida plena. Creo que descendió al infierno de la soledad, el miedo, la injusticia y la tortura; y que resucita cada día en la medida que es paradigma para nuestras vidas.

Creo que podemos llegar a ser una comunidad de creyentes segura donde no quepa la neutralidad, la desunión, exclusión o la parcialidad con los que ostentan el poder, y seamos una comunidad donde el amor, el respeto a la diversidad, la misericordia comprometida y la justicia sean sus marcas.

Creo que un día podremos dialogar, si salimos de nuestros ismos (egoísmos, egocentrismos, patriarcalismos), e intercambiar en un ámbito de enriquecimiento mutuo, hermanos y hermanas de diferentes religiones.

Creo que los seres humanos debemos perdonarnos más y culparnos menos;

Creo que resucitamos cuando nos amamos como somos, cuando amigos y amigas nos encontramos, nos acompañamos, nos damos abrazos y besos tan cálidos que tienen el poder de levantarnos y darnos signos de vida plena. Amén.

 

 

Miriam Naranjo

Taguasco, CUBA

 


 



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