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¡HAY VIDA, HAY ESPERANZA!

Mateo 12, 17-20

Fernando UBAL


 

 

“Así debía cumplirse lo que dice el profeta Isaías: Viene mi siervo, mi elegido; a él le quiero y en él me complazco… No quebrará la caña hecha trizas, ni apagará la mecha que todavía humea, hasta que finalmente haga triunfar la verdad. De él las naciones esperan su salvación.”

 

Esta referencia al profeta Isaías nos muestra una característica esencial de Jesús, la misericordia divina manifestada en su humanidad. Jesús nos propone ver vida donde aparentemente no la hay, ver vida donde el “sentido común” nos quiere hacer ver que ya no hay nada.

Contemplando la naturaleza por estas zonas templadas, donde todavía podemos percibir marcadamente, y lamentablemente cada vez con menos claridad, el cambio de las cuatro estaciones, podemos ver y sentir como en el otoño comienza un proceso donde la naturaleza “esconde” todo el esplendor que la primavera y el verano nos regalaron. Con el otoño y el invierno las plantas se secan, las flores no sacan a relucir sus colores, y el frío nos hace desear llegar a los primeros “calorcitos” primaverales.

Dios, a través de la maravilla de su creación, nos muestra cómo la naturaleza se “repliega”, no es que haga morir su belleza, sino que luego la hace “explotar” en su máxima expresión en la primavera…

 

Era viernes, casi terminaba octubre, y coincidentemente era primavera, disfrutábamos del renacimiento y renovación que nos regala esta estación. Esa mañana junto a Gastón, como dos padres preocupados, terminábamos de prepara tres mochilas con útiles y materiales escolares. El motivo: el primer día de clase de Matías, Jonathan y Luis Miguel.

¿Cómo el primer día de clases, si las clases por acá comienzan en marzo?

Pero no, no hay ninguna confusión, es que esa mañana de primavera, renacía para estos tres gurises la posibilidad de volver a la escuela. Matías ya hacía dos años que no iba a la escuela, abandonado por su madre, y el padre que se había hecho cargo de él falleció mientras cenaban juntos. Luis Miguel y Jonathan, son hermanos, también hacía dos años que no iban a la escuela, es que junto a su madre salen todas las mañanas con el carrito a recolectar lo que es basura para algunos, pero para ellos recursos.

Soledad llega con Matías, y comenzamos a caminar hacia la escuela, pero antes hay que pasar por debajo del puente de uno de los arroyos de nuestra ciudad, es que en ese lugar viven Jonathan y Luis Miguel. Y hasta allí llegamos, y nos reciben con tanta alegría, y es tanta la indignación que surge. Indignación es los menos que se puede sentir, es que allí viven hermanas y hermanos, y lo que es peor, hermanitos y hermanitas. Y allí aflora la canción de uno de los “profetas” de la música de nuestro tiempo, Pedro Guerra, que canta: “Abajo del puente del río hay un mundo de gente. Abajo. En el río. En el puente.”

Jona y Luis ya estaban prontos, ansiosos esperando con los mejores harapos que tenían.

Con ellos completábamos el “equipo”. Y ahí ya estaban los tres con sus mochilas a cuesta, con ansias, con preocupación, con nervios, con esa inquietud y cosquilleo que genera la esperanza. Apenas comenzábamos a caminar, todavía encima del puente, Luis Miguel me manifiesta con especial preocupación antes que le preguntara algo: “- Una lástima que mi madre tenga que salir sola con el carro hoy.” Y antes de que hiciera algún inapropiado comentario de alguien que nunca vivió una situación de éstas vuelve a intervenir: “- Bueno, pero tenemos que aprender, lo que tenemos que hacer es aprender.” En ese momento me pregunté ¿Quién tendrá que aprender de quién?

Y así llegamos a la escuela donde nos esperaba la directora y dos maestras para darles la bienvenida y buen retorno a clases.

Esa mañana entre tantos aromas que nos regala la primavera me fui con uno especial, me fui con el “dulce aroma” de que algo puede cambiar, que nuestra historia y la de nuestros hermanos va haciendo camino a través de las posibilidades y no de las determinaciones.

Jesús nos invita a no quebrar la caña hecha trizas y a no apagar la mecha humeante, es que Jesús reconoce la posibilidad que nos regala la historia, que para cada uno y una de nosotros y nosotras es historia de salvación.

Estos tres gurises eran y son a los ojos de muchos futuros delincuentes, gurises que están condenados a repetir la forma y las condiciones de vivir de sus familias.

Pero esa mañana pudieron ver y demostrar que es posible lo distinto. No están condenadnos a ser más de lo mismo sino que pueden construir su historia. Nuestro deber como hermanos es la de no dejar que la caña se quiebre, es la de no dejar que esa mecha que resiste para no apagarse se apague.

El no hacer nada, desde el lugar que sea o estemos en la sociedad, es hacer lo contrario a lo que Jesús nos pide.

La forma de ver las cosas desde una verdadera perspectiva cristiana es otra, y contraria a lo que muchos nos quieren hacer ver. Es, como lo canta poéticamente Silvio Rodríguez, “necia”:

Será que la necedad parió conmigo,/ la necedad de lo que hoy resulta necio: / la necedad de asumir al enemigo, / la necedad de vivir sin tener precio. / Yo quiero seguir jugando a lo perdido, / yo quiero ser a la zurda más que diestro, / yo quiero hacer un congreso del unido / yo quiero rezar a fondo un “hijo nuestro”. / Dirán que pasó de moda la locura, / dirán que la gente es mala y no merece, / más yo seguiré soñando travesuras / (acaso multiplicar panes y peces).

 

No queda otra, cada día tiene que ser día de ponernos en camino de construir un mundo más fraterno, sobre todo poniéndonos al lado de aquel o aquella que parece no tiene nada para dar o que su historia ya está escrita.

Todos y todas desde lo que somos y vivimos tenemos que tener la posibilidad de ir construyendo nuestra historia.

Estos gurises, acompañados por esa mañana primaveral que desplegaba la belleza y hermosura que estuvo guardada durante algunos meses, me volvieron a enseñar que el Reino de Dios es posible, que la Utopía de la paz, el amor y la justicia para todos se puede hacer vida, hacer historia, pero hay que ponerse a caminar. Como esa mañana…

 

Fernando Ubal

Montevideo - URUGUAY

 


 



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