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¡Hijas e hijos del otro mundo posible, bendigamos al Señor!

Daniel 4, 1-34

Ileane TOLOSA VIRGUÉZ


 

«Página Neobíblica» que obtuvo el primer premio en el concurso de Páginas Neobíblicas, otorgado por la Agenda Latinoamericana’2004

 

El «Gran señor» ha sido presa del insomnio. Rumores, recelos y tensión son factores comunes en sus relaciones, que por lo general han estado marcadas por su prepotencia. Dijo un día, «soy el más grande y poderoso», y hubo tontos que se lo creyeron, y la gran mayoría se lo aguanta.

Comenzó por desconfiar hasta de su sombra. No es para menos, pues su sombra resulta ser el Jefe de Seguridad de Estado. Mientras él, más se esforzaba en controlar la historia, sentía lo perdía (el control) por el hecho de tener que delegar funciones.

No duerme ni deja dormir. La ambición lo lleva a impedir cualquier posibilidad de sueño utópico. Su fin es la división disfrazada de unión.

Así, una noche de los inicios del Milenio, después de un día agitado cae agotado. Día de reunión con los personeros de su gabinete de gobierno. Día en el que no ha recibido muy buenas noticias sobre el estado del $ímbolo monetario. Pues, cierta es la amenaza ante el sólido surgimiento de un bloque €conómico legalmente establecido. Surge un mercado paralelo. Además, le han derribado par de símbolos económico de su sistema financiero: dos torres.

Noche de pesadilla. Pudo dormir, pero sus nervios le exacerbaron a tal punto, que lo soñado resultó indescifrable. Noche de angustia...

Vinieron expertos, adivinos y astrólogos, pensadores, estrategas, psicólogos, personajes de distintas Iglesias y Religiones, en fin todo aquel que intenta sumergirse el lo propio del conocimiento. Buscaron lo que la ciencia, la fe y la técnica pudiera aportar para ayudar a descifrar. Ninguno pudo hacerlo. Hasta que llegó María Memoria, una simple jardinera. Sabia y vieja trabajadora de los jardines de la «Casa Blanca del Gran Señor».

- «Eres mujer de a pie. Posees el Don de captar la gracia y la desgracia de la tierra. Sabes del arte de plantar, cuidar y cosechar. Escucha el sueño que tuve y explícamelo» -dijo «el Gran señor».

- Esto soñé: «Había un gran árbol en el centro de la tierra. Creció y llegó hasta el cielo. Sus ramas podían verse desde los confines de la tierra. Ramaje frondoso y fruto abundante, había en él comida para todos. Hasta los animales disfrutaban bajo su sombra.

Apareció un ángel y dijo: «derríbenlo, corten ramas y hojas y desechen sus frutos. Pero dejen en la tierra el tronco y las raíces atados con hierro y bronce, entre la hierba del campo; que lo bañe el rocío del cielo, y participe con los animales de la tierra»

- Señor, con ese sueño sueñan y soñamos muchos y muchas -dijo María Memoria.

Aquellos y aquellas, que históricamente nacieron compartiendo (con el gran árbol) un ideal de desarrollo. Pueblos que poco a poco han integrado la riqueza de ser herederos de una amplia cultura. Pero la ambición y el ansia de poder, hizo que un árbol se apropiara y se aprovechara hasta de la savia de los pequeños, para alzarse sobre todo lo existente. Creció a costillas de «los arbustos e hierbas tercermundistas». Creció y sólo miraba a los lados, o hacia abajo, para medir el ritmo con que lo lograba su objetivo. El orgullo ególatra lo impulsaba a empinarse sobre los demás.

Sus ramas, que se han extendido frondosas, han violentado (hasta anulado) el crecimiento de otros, que tal vez no tengan por futuro ser arbustos, pero el ímpetu hegemónico de quien domina se los impide. Son ramas que meciéndose con el aire, han devastado campos sembrados de vida y esperanza. Ramas enarboladas con sus franjas azules, blancas y rojas, que en lugar de iluminar con sus 50 estrellas, más bien «han estrellado» los sueños libertarios, progresistas y solidarios de los pueblos pobres y empobrecidos.

Ramas que invaden espacios ajenos con lemas de «purificación del ambiente con el OXÍGENO que su ego produce y sus hojas exhalan».

Ramas que se cuelan y enredan, cuales hiedras, en cuanto lugar se le antoja y contando con la anuencia de los cobardes. Sus ramas pretenden soplar los aires que otros han de respirar.

Ramas que anidan aves, sí. Pero aves de hierro, aves de guerra que cruzan los cielos de aquellos que se atreven a contrariar u oponerse al interés del Gran señor. Pero, quizás parte de esta ironía vegetal, es que dichas «aves» muchas veces son tripuladas por aquellos que han crecido a la sombra de los pequeños arbustos, ó lo que es peor, provienen de este grupo. Cantidad de veces son la carne de cañón en los conflictos bélicos. ¡Qué cosas tiene la vida! ¡Qué cosas tiene la guerra!

Ciertamente, como árbol da frutos abundantes. Sí, pero, gracias al suelo enriquecido de los pequeños arbustos. Gracias a la mano de obra barata y el esfuerzo explotado de tantos que cruzan sus fronteras y se atreven a intentar «sobrevivir» bajo la sombra del Gran árbol. Quizás buscando ser valorados, nunca realmente lo serán en su justa dimensión.

Este árbol produce frutos que masifican e intentan uniformar. ¿Será por eso que el mundo de hoy es declarado bajo el consumo de la comida que me encanta? Igualmente, el mercado económico lo determina el valor monetario de $u moneda. Y qué decir del deporte, la ciencia y el arte. El hecho de ser eventos patrocinados y auspiciados bajo su sombra, ya goza de categoría mundial. Y en lo político, se considera árbitro para decidir los lineamientos gubernamentales de cualquier país. Y si resuelve invadir, lo hace sin dudar y argumentando cualquier razón «increíblemente INCREÍBLE»

Pero, señor, ésos no son los planes de Dios, del Creador, del Jardinero Mayor. Porque «¿el norte?, el norte es una quimera». Se lo digo en serio.

Llegará el momento histórico en que «su mundo caerá» por su propio peso. Porque ése no tiene que ver con el «otro mundo posible». Porque, los de abajo, los pueblos arbustos soñamos, luchamos y buscamos otear un horizonte vitalmente justo y más humano, más hermanado.

Nosotras y nosotros, los pequeños arbustos, soñamos con llegar al día que surgirá una alternativa, bendecida por la Gracia de Dios, para podar sus ramas y su efecto destructor. Viviremos con una mirada nueva, que verá los cielos nuevos y la tierra nueva floreciendo en el gran jardín de la humanidad.

Entonces, serán las hijas e hijos del «otro mundo posible» quienes se encargarán de reclamar su justa y digna herencia. Días en que la humildad, la sencillez, la solidaridad, la hermandad, la unidad de los pequeños, cortará y derribará la intromisión del árbol creído. Días de resplandor y claridad, porque al despejarse los cielos, el calor del «sol que nace de lo alto» y que sale para todos y todas, nutre y anima la vida en abundancia.

Días para rescatar la memoria histórica forjada en espíritu de lucha y con la clara convicción de procurar el bien común. Días de conciencia y valentía, cuales «ataduras de hierro y cobre», para sujetar bien fuerte la vida a sus raíces, a sus orígenes. Bien atados para no dejarnos inflar por «humos de apariencia e importancia». Sólo así, el rocío del cielo será recibido como Bendición de Dios.

Aunque, le digo que ese día el árbol no sabrá que ha llegado. Ese día se revela a los pequeños. Ese día sólo lo captarán los humildes y sencillos de corazón.

Le pregunto, «Gran señor», ¿sabe por qué los arbustos se conservan unidos?. Primero, porque son blanco seguro y primero de explotación para «dar» su savia al gran árbol, es decir, comparten el lugar de «usados» en el gran mercado económico. (Y qué decir, de aquellos que junto a su savia corre el deseado «oro negro»). Segundo, porque sus corazones arden en la esperanza sostenida por la alegría de saberse bienaventurados. Promesa legada por el Dios Liberador, el mismo que camina codo a codo con los excluidos. Promesa que hace danzar al saberse amados entrañablemente por quien les ha creado. Mientras el soberbio se olvida hasta de quién lo parió.

«Señor», ese árbol es el mismo que lo ha soñado. Ese árbol es usted. El sueño es pre-aviso de parte del Dios que clama en «los pequeños arbustos». Es sugerencia a recapacitar en sus acciones, que lejos de crear, está facilitando la destrucción de la convivencia. «Señor», tal vez crea que somos nosotros los que estorbamos sus planes, pero resulta, que es usted quien interfiere nuestros sueños de Patria Grande, de «otro mundo posible».

Diciendo esto, la sabia mujer haciendo honor a su nombre («María Memoria»), dejó su pose de pueblo sumiso, alzó la mirada y miró cara a cara al inalcanzable Gran señor. Lo miró con tal entereza cargada de humildad liberadora, que le hizo escuchar las resonancias de aquellos instrumentos musicales símbolos de sueños de libertad y realización de dichos sueños. Sonaron los milenarios sueños de libertad. Se unieron en armónica ejecución musical, recreando el presente, desde el pasado, para caminar haciendo el futuro. Se hizo silencio en la sala al escuchar sonidos ancestrales entonados por: la flauta, el laúd, el korá, el piano, tambores, platillos, el arpa, el seng, la saranda, la guitarra, banjo, mandolina, el violín, trompetas, clarinetes, tuba, bombo, gongo, cuatro, quena, charango, bongó, tumbadora...

Al son de la música, María Memoria danzó con tal intensidad que sintió recobrar la VIDA que «otro» le había quitado. Danzó en identidad íntegra realzando la dignidad. Danzó por aquellos que luchando cerraron sus ojos (ó se los cerraron) sin ver las «señales del tiempo nuevo». Danzó dejando atónitos tanto al Gran señor como a sus sirvientes. Danzó mientras se alejaba de la vista del Gran señor, porque éste no sentía fuerzas para «reconocerla». Menos aún, cuando se crecía ante sí, mientras cantaba lo que alguna vez escribió un compositor llamado Pedro Guerra:
«Contra el poder
que debilita y nada da, que sólo quita
y deshace lo que está,
contra el poder...
contra el poder
en cualquier forma que se dé
contra la fuerza y mal uso de la fe
desde el poder...»

Desde ese instante, el Gran señor no tuvo descanso y tranquilidad. La voz y los acontecimientos de la historia manaban de tantos deseos y sueños enjaulados, dando vida a la irrenunciable tarea de crear «otro mundo posible»,distinto y basado en la justicia social.

El Gran señor sintió en lo íntimo e impenetrable de su «Gran Casa Blanca», que sutil y estremecedoramente, habitaba junto a él, el sueño peligroso de tantos y tantas. El Gran señor sintió sus piernas tambalearse y vió la firmeza en la figura de María Memoria. Presintió claramente con quiénes siempre ha estado Dios... Presintió, que «el resto del mundo» se configura en base a la Esperanza forjada en el fragor de la vida diaria, como instancia crítica y coherente.

En tal sentido, su aporte a la sociedad se orienta hacia el crecido desarrollo del sentido profético que brota de sus suelo regados por la sangre de sueños martirizados. Los «pequeños arbustos» se saben llenos de Gracia para denunciar, anunciar e iniciar el mundo más habitable.

Alabe al Señor toda la Justicia respirada.

 


 



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