Domingo de ramos en la Pasión del Señor


PRIMERA LECTURA

Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre

Monitor:

Hoy, domingo de Ramos, nos hemos reunido para aclamar a Jesús con palmas y ramos. Así le aclamaron los discípulos cuando entró en Jerusalén días antes de su pasión y muerte. Nosotros queremos hoy aclamar a Jesús porque nos ha amado hasta entregar su vida por nosotros.

Todos conocemos a personas buenas que han dedicado su vida a los demás. Por amor dejan sus cosas, tiempo, dinero, familia, puestos de trabajo, etc. y se acercan a los enfermos, los pobres, los más necesitados para ayudarles a salir de su dolor o miseria. Estos hombres tan buenos nos admiran, pues todos tenemos experiencia de lo que cuesta entregar sus cosas y hasta la propia vida.

Entre todos los hombres buenos que ha habido en el mundo descuella Jesucristo. Es el Hijo de Dios. Nos amó hasta hacerse el más pobre de todos los hombres. Nos entregó todo lo que tenía, hasta dio la vida nosotros. Y Dios Padre lo resucitó y le hizo Señor de todos.

Nos lo dice san Pablo en el pasaje de la carta que vamos a leer.

 

Lector:

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6-11

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;

al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;

de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,

y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor,
para gloria de Dios Padre.

Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial: Salmo 46, 2-3a. 6-8. 9a y 10b (R.: Mt 21, 9)

Monitor:

También nosotros aclamemos a Jesús, queremos seguirle, apostamos por él. Y llenos de gozo le cantamos.

 

Salmista:

R. Bendito el que viene en nombre del Señor.

Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime. R.

Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad.
Porque Dios es rey del mundo:
tocad con maestría. R.

Dios reina sobre las naciones,
porque de Dios son los grandes de la tierra,
y él es excelso. R.

 

 

EVANGELIO

Os digo que, si estos callan, gritarán las piedras

Monitor:

El evangelio que vamos a escuchar presenta a Jesús entrando en Jerusalén en medio del entusiasmo de los discípulos y el rechazo de los fariseos. Los discípulos aclaman a Jesús como a un rey amigo de los pobres, justo con todos, sencillo y humilde. Jesús entra en Jerusalén montado en un borriquillo y no en un mulo, como acostumbraban a hacerlo los reyes de su tiempo. Los discípulos gritan entusiasmados. Dan gracias a Dios por la paz que Jesús nos da. Los fariseos, que no son amigos de Jesús, quieren acallar la voz de los discípulos, pero es imposible. Nadie puede acallar la voz de los que han apostado por Jesús, porque Dios está con ellos. También nosotros, que hemos apostado por él, le aclamamos.

 

Sacerdote (o diácono):

Lectura del santo evangelio según san Lucas 19, 28-40

En aquel tiempo, Jesús echó a andar delante, subiendo hacia Jerusalén.

Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, mandó a dos discípulos, diciéndoles:

—«Id a la aldea de enfrente; al entrar, encontrareis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: "¿Por qué lo desatáis?", contestadle: "El Señor lo necesita"».

Ellos fueron y lo encontraron como les había dicho. Mientras desataban el borrico, los dueños les preguntaron:

—«¿Por qué desatáis el borrico?».

Ellos contestaron:

—«El Señor lo necesita».

Se lo llevaron a Jesús, lo aparejaron con sus mantos y le ayudaron a montar.

Según iba avanzando, la gente alfombraba el camino con los mantos.

Y, cuando se acercaba ya la bajada del monte de los Olivos, la masa de los discípulos, entusiasmados, se pusieron a alabar a Dios a gritos, por todos los milagros que hablan visto, diciendo:

—«¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto».

Algunos fariseos de entre la gente le dijeron:

—«Maestro, reprende a tus discípulos».

Él replicó:

—«Os digo que, si éstos callan, gritarán las piedras».

Palabra del Señor.

 

2

 

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 14, 26—15, 39

Monitor:

Jesús, después de la última cena, sale con sus discípulos hacia el monte de los Olivos. A Pedro le dice que esa misma noche le negará.

 

C. Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos. Jesús les dijo:

—«Todos vais a caer, como está escrito: "Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas".

Pero, cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea».

C. Pedro replicó:

S.—«Aunque todos caigan, yo no».

C. Jesús le contestó:

—«Te aseguro que tu hoy, esta noche, antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres».

C. Pero él insistía:

S.—«Aunque tenga que morir contigo, no te negare».

C. Y los demás decían lo mismo.

Monitor:

Ante el presentimiento de que le van a matar, Jesús tuvo miedo, sintió tristeza.

C. Fueron a un huerto, que llaman Getsemaní, y dijo a sus discípulos:

—«Sentaos aquí mientras voy a orar».

C. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir terror y angustia, y les dijo:

—«Me muero de tristeza; quedaos aquí velando».

C. Y, adelantándose un poco, se postró en tierra pidiendo que, si era posible, se alejase de él aquella hora; y dijo:

—«¡Abba! (Padre), tú lo puedes todo; aparta de mi este cáliz. Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres».

C. Volvió y, al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:

—«Simón, ¿duermes?; ¿no has podido velar ni una hora? Velad y orad, para no caer en la tentación; el espíritu es decidido, pero la carne es débil».

C. De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió, y los encontró otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados. Y no sabían qué contestarle. Volvió por tercera vez y les dijo:

—«Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; mirad que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega».

Monitor:

Judas, uno de los discípulos, traiciona a Jesús y lo denuncia ante las autoridades religiosas. Éstas envían a prenderle.

C. Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, y con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:

S.—«Al que yo bese, ese es; prendedlo y conducidlo bien sujeto».

C. Y en cuanto llegó, se acercó y le dijo:

S. —«¡Maestro!».

C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo:

—«¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a un bandido? A diario os estaba enseñando en el templo, y no me detuvisteis. Pero, que se cumplan las Escrituras».

C. Y todos lo abandonaron y huyeron.

Lo iba siguiendo un muchacho, envuelto sólo en una sábana, y le echaron mano; pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo.

Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos sacerdotes y los ancianos y los escribas.

Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del palacio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados a la lumbre para calentarse.

Monitor:

Las personas responsables del templo de Jerusalén querían deshacerse de Jesús. Les resultaba molesto porque les decía que eran injustos con los hombres y olvidaban a los pobres, los preferidos de Dios.

C. Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues, aunque muchos daban falso testimonio contra él, los testimonios no concordaban. Y algunos, poniéndose en pie, daban testimonio contra él, diciendo:

S.—«Nosotros le hemos oído decir: "Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres días construiré otro no edificado por hombres"».

C. Pero ni en esto concordaban los testimonios.

El sumo sacerdote se puso en pie en medio e interrogó a Jesús:

S.—«¿No tienes nada que responder? ¿Que son estos cargos que levantan contra ti?».

C. Pero el callaba, sin dar respuesta. El sumo sacerdote lo interrogó de nuevo, preguntándole:

S.—«¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?...».

C. Jesús contestó:

—«Sí, lo soy. Y veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo».

C. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras, diciendo:

S.—«¿Qué falta hacen más testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Que decís?».

C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle y, tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:

S.—«Haz de profeta».

C. Y los criados le daban bofetadas.

Monitor:

Jesús ha sido condenado a muerte. Y se va quedando cada vez más solo. Pedro le niega como Jesús le había anunciado ya.

C. Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del sumo sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, lo miró y dijo:

S.—«También tu andabas con Jesús el Nazareno».

C. Él lo negó, diciendo:

S.—«Ni sé ni entiendo lo que quieres decir».

C. Salió fuera al zaguán, y un gallo cantó.

La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:

S.—«Éste es uno de ellos».

C. Y el volvió a negar.

Al poco rato, también los presentes dijeron a Pedro:

S.—«Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo».

C. Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:

S.—«No conozco a ese hombre que decís».

C. Y en seguida, por segunda vez, canto un gallo. Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús: «Antes de que cante el gallo dos veces, me habrás negado tres», y rompió a llorar.

Monitor:

Las autoridades religiosas (las personas importantes que mandaban en las cosas de la religión) habían decidido matar a Jesús, pero necesitaban la autoridad del gobernador Pilato para ejecutar la pena de muerte. Pilato intento salvar a Jesús porque se daba cuenta de que lo habían entregado por envidia, pero fue débil y autorizó que mataran a Jesús como se mataba a los malhechores, en una cruz.

C. Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato.

Pilato le preguntó:

S —«¿Eres tú el rey de los judíos?».

C: El respondió:

—«Tú lo dices».

C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas.

Pilato le pregunto de nuevo:

S.—«¿No contestas nada? Mira cuántos cargos presentan contra ti».

C. Jesús no contesto más; de modo que Pilato estaba muy extrañado.

Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre.

Pilato les contestó:

S.—«¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?».

C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo hablan entregado por envidia.

Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás.

Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:

S.—«¿Que hago con el que llamáis rey de los judíos?».

C. Ellos gritaron de nuevo:

S. —«¡Crucifícalo!».

C. Pilato les dijo:

S.—«Pues ¿qué mal ha hecho?».

C. Ellos gritaron más fuerte:

S. —«¡Crucifícalo!».

C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio -al pretorio— y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:

S.—«¡Salve, rey de los judíos!».

C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él.

Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo.

Monitor:

A Jesús le mataron como a un malhechor. Fue una injusticia muy grande. Pasó su vida haciendo el bien a todos, obedeció siempre a Dios, que ama con preferencia a los más pobres, pero los principales del pueblo se las arreglaron para matarle.
Jesús muere entre las burlas de los soldados que ejecutaban la muerte en cruz. Grita como un hombre que sufre horrores, pero al mismo tiempo su bondad hasta el momento de la muerte abre los ojos del capitán de la guardia, que dice: Realmente este hombre era Hijo de Dios.

C. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz.

Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno.

Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.

Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:

S.—«¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz».

C. Los sumos sacerdotes con los escribas se burlaban también de él, diciendo:

S.—«A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos».

C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban.

Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:

—«Eloí, Eloí, lamá sabaktaní».

C. Que significa:

-«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».

C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:

S.—«Mira, está llamando a Elías».

C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:

S.—«Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo».

C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiro.

El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.

El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:

S.—«Realmente este hombre era Hijo de Dios».

Palabra del Señor.