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Bordadoras de futuro

Perla Guadalupe CASTILLO SOLÍS


 

Casa de las hermanas Maza, Oaxaca, México 2016.

Las reuniones de bordado en la casa de las hermanas Margarita y Candelaria no eran nuevas, lo diferente en las últimas semanas era el carácter subversivo que se empezaba a respirar desde que Margarita, experta en contar historias, les narraba la vida de Juana Azurduy Bermúdez, una de las máximas heroínas de la independencia sudamericana, y una de las miles de mujeres olvidadas por esa Historia que omite fácilmente sus nombres, sobre todo si son revolucionarias.

Hacía más de 18 años que Margarita había fundado la cooperativa Taller de Bordado Tequio, con el objetivo de apoyar a las mujeres de su comunidad que hacían de ese arte milenario, un modo de apoyar su frágil economía, basada en la agricultura de temporal, así como de recuperar la trascendente experiencia del Tequio, que consiste en cooperar y colaborar con los otros para el bienestar colectivo.

Los colores de cada lienzo, ya de por sí vibrantes, se transfiguraban al combinar aves en vuelo con animales misteriosos surgidos de espesas selvas y flores extravagantes que sólo florecen en los jardines profundos de la creatividad ancestral; inspiración que ahora se tornaba libertaria, al nutrirse del mágico espíritu guerrero de una mujer de otro tiempo.

La cooperativa había promovido prácticas de comercio que cuidaban que la obtención de sus materiales fuera respetuosa del medioambiente y se pagara lo justo por el trabajo. Además de crear un espacio en donde Margarita mantenía viva su amplia experiencia como maestra rural y les enseñaba desde operaciones básicas para su comercio hasta leer y escribir, si se lo pedían. Muchas incluso aprendieron a hablar el español, ya que la mayoría se comunicaba en zapoteco o mixteco.

Desde que Margarita se apasionó por esa heroína latinoamericana, que al igual que ella había nacido un 12 de julio, sintió fluir una energía diferente. La pasión de aquella mujer inconforme e insurrecta, que luchó por la libertad hasta la muerte, le había provocado un vuelco en el corazón y sobre todo en las esperanzas de cambio. Le devolvía el anhelo por transformar esa realidad de su país, que no le gustaba; además de nutrir sus historias de un entusiasmo que las otras mujeres anhelaban escuchar, desde que empezaba el “Día de Bordado”.

El Taller lo conformaban una veintena de mujeres, la mayoría de origen indígena, que disfrutaban de la cálida atención de la maestra Margarita y su hermana Candelaria, y aprovechaban intensamente la oportunidad que les brindaban, ofreciendo un día de cada semana para dedicarse por entero a bordar, al mismo tiempo que aprendían con entusiasmo las lecciones de Margarita, siempre interesantes e ilustrativas.

Muchos consumidores que conocían como funcionaba la cooperativa, preferían solidariamente adquirir sus piezas de bordado. Tanto el financiamiento de sus materiales como las ganancias de todas las piezas que se producían y mercadeaban se compartían con equidad, además de nutrir una caja de ahorro colectivo para imprevistos y emergencias que cualquiera de ellas pudiera tener.

Después de elegir su proyecto de bordado y sus hilazas de colores, se sentaban ávidas de seguir escuchando la historia de Juana, aunque les horrorizaba escuchar sobre los azotes y las vejaciones que los españoles infringían a los nativos en nombre del rey. Ellas mismas recordaban el miedo y el dolor que habían experimentado en sus comunidades por parte de la policía o las noches de incertidumbre cuando los soldados hacían incursiones en sus casas con el pretexto de buscar narcotraficantes, encañonando, sólo para atemorizar, lo mismo a niños que a jovencitas o ancianas. Saber que Juana no se amedrentaba frente a hombres armados, y que al contrario los enfrentó y venció en numerosas ocasiones, les permitía albergar la fantasía de que algún día ellas también podrían enfrentar al invasor.

El día se les iba en un suspiro, nadie quería que la reunión acabara, y menos si aún no probaban el chocolate caliente que Candelaria les ofrecía al finalizar la sesión de bordado. Había aprendido a cocinar con las nanas y sus abuelas, y no había receta que se le comparara.

Cada una había encontrado en Juana una representación de su propia historia, desde las que teniendo una vida cómoda preferían, como Juana, una vida de combate por la dignidad y la libertad, hasta las que orilladas por el dolor y la urgencia se veían forzadas a exigir justicia y respeto, incluyendo a sus propias parejas.

_ ¿Se acuerdan de la huelga de hambre para que suspendieran la tala en los bosques de San Isidro Aloapan?_ preguntó Adelina

¬_ Doña Yolanda era como mi Juana ¡con los ovarios bien puestos!_ expresó con vehemencia María Catarina.

_ Ojalá y así nos uniéramos para defender el agua. Allá en Cuentepec ya nos estamos organizando_ afirmó Alejandra.

Animadas paladeaban con placer cada sorbo de aquella bebida milenaria, mientras compartían sus propias historias de horror e indignación, deseando con pasión que la fuerza de sus anhelos transformara sus vidas.

¬Como narradora experta, Margarita les contaba con lujo de detalles sobre el paisaje, las relaciones y los sentires de Juana, su familia y la de los españoles, les explicaba sobre las formas y costumbres a las que se enfrentaban y siempre suspendía la historia en un momento clave para continuar en la siguiente reunión.

Poco a poco, los bordados se transformaron en un pretexto para reunirse y comentar sobre la propia soberanía y libertad. En cada reunión empezó a bordarse también un plan para fortalecer la unidad y dignidad de su pueblo.

_ Es que pasan los siglos y parece que no ha cambiado nada desde que vivía Juana, las mujeres seguimos sufriendo las mismas carencias y el mismo dolor de ver el hambre en nuestros hijos_ se lamentó en voz alta Conchita.

_ Parece que no ha cambiado, pero si te fijas bien, hoy tenemos una libertad que no tuvieron nuestras madres y menos las abuelas_ agregó Oliveria.

_ Lo que pasa es que no es suficiente, tenemos que seguir luchando como Juana, que nunca se rindió, aunque estuviera embarazada, seguía luchando_ intervino María Catarina.

_ Mi vida es una lucha, desde que me levanto a traer agua, atiendo a mis seis hijos, hasta el día de bordado que camino más de dos kilómetros desde la sierra para llegar aquí y de regreso_comentó con modesto orgullo Nayeli, quien al igual que Juana durante la batalla por la liberación de Lima, lucía un embarazo de más de cinco meses.

Al igual que dos siglos atrás, los indígenas en Oaxaca, como en muchos otros lugares de México y Latinoamérica, seguían experimentando lo mismo que aquellos nativos del Alto Perú por los que Juana Azurduy luchaba: explotación, esclavitud, despojo, pobreza, discriminación, marginación, violaciones, muerte…

La indignación bullía con más fuerza en sus corazones cuando escucharon que Juana perdió cruelmente a sus cuatro hijos pequeños, agobiados por el hambre, las privaciones y el paludismo. Sentían la fuerte empatía de quien comparte lo vivido. Las tejedoras más jóvenes del grupo, Guie'dani y Xcaanda, por ejemplo, también habían enterrado a uno y dos hijos respectivamente, atacados por el dengue y la pobreza que les impidió acceder a la atención médica oportuna.

_ Se acuerdan cuando en Quiegolani le impidieron a Eufrosina ejercer como presidenta municipal_ comentó Josefa.

_ ¡Qué coraje, de nada les valió nuestro voto y la sacaron sólo “por ser mujer”!_ agregó molesta Gertrudis, quien pocas veces intervenía.

_ ¿Se imaginan si Juana hubiera nacido en Oaxaca?_ propuso Margarita.

_ ¡Yo, votaría por ella para presidenta!_ exclamó entusiasmada María Catarina

Sensibles y sororidarias, sufrieron también la consternación, el dolor y la impotencia que Juana debió sentir cuando vio la cabeza de su esposo Manuel Ascencio -el héroe Padilla-, clavada en una lanza que exhibieron en la plaza de La Laguna.

_ ¡Qué impotencia! me recuerda a mis primos Sansón y Amado, que afortunadamente no están muertos, pero también fueron torturados y encarcelados injustamente, primero por no hablar español, y luego porque así son de injustos con nosotros, ya llevan más de 20 años encerrados _compartió con digna tristeza, Jacinta.

_ A mi Pablo también lo golpearon y encerraron por defender el bosque, y es la hora que no lo puedo ver, lo tienen incomunicado_ expresó casi en un sollozo Ignacia.

_ A mi papá lo asesinaron en Aguas Blancas, y jamás hubo justicia_ expresó con profundo dolor Angelina.

Las lágrimas de todas se derramaron en silencio y solidaridad con Cristina, mientras el amargo sabor del dolor personal se mezclaba y diluía en una fabulosa combinación de colores con las que bordaban flores y grecas, transmutando sus pensamientos profundos en un anhelo de paz y libertad que evocaba el fervor de la lucha por la independencia, y la profunda necesidad de autonomía, que en su momento, también guiaron la vida de Juana Azurduy.

Un espíritu de unidad se fue apoderando del grupo, el bordado que comenzó como un proyecto personal e individual, se transformó en una obra colectiva, cada pieza era el complemento de otra, los colores se mezclaban en una armonía que les sorprendía por su instintiva congruencia.

Y aunque Juana murió a los 82 años, en la mayor pobreza, sepultada en una fosa común y sin más honores ni glorias que su propia memoria, hoy latía viva, en el aliento que inspiraba a esas mujeres. Y justo en ese mismo momento, la experiencia se replicaba en otros grupos a lo largo de Latinoamérica. No estaban solas.

 

Museo de Historia, Territorio mexicano de la Patria Grande, 2116

Los estudiantes del primer ciclo que estaban por terminar el recorrido en el Museo de Historia de la Patria Grande, habían escuchado con atención a lo largo de dos horas un breviario de acontecimientos ocurridos desde Argentina hasta México -con todo y el extenso territorio recuperado- que ahora conformaban un mismo pueblo. Habían atendido con interés los hechos que habían llevado a conformar su Patria Grande, un pueblo unido en sus diversidades culturales e históricas, ligado por un complejo sistema colaborativo y solidario de autogobiernos comunitarios.

Les había resultado particularmente interesante comprender la compleja lucha que se dio para lograr la autonomía de los centros comunitarios y su complejo pero eficiente manejo a través de redes, sin dirigencias centrales y con el eje rector de los derechos humanos como guía de convivencia y avance.

_ Para concluir este recorrido histórico que rememora el nacimiento de nuestra Patria Grande, mi compañero Hugo, les explicará la primera y última pieza de nuestro museo, elemento clave en la gestación del movimiento emancipatorio y de la Unificación Revolucionaria de Latinoamérica, que dio lugar al nacimiento de nuestra Patria Grande_ se despidió con efecto dramático la guía del museo, antes de despedirse.

_ Gracias compañera. Como podrán apreciar, el textil que tengo al fondo recrea el sueño de libertad por el cual lucharon mujeres y hombres que promovieron el impulso de ver a su patria libre y soberana; es un trabajo colectivo, y aún con nuestra tecnología, no se han podido precisar los estilos artísticos de las líneas de bordado, debido a la uniformidad que presenta, la historia oral –como seguramente ya escucharon en el recorrido- nos dice que participaron al menos una veintena de mujeres…

El coordinador del museo explicó al estudiantado cada elemento técnico y simbólico de aquel inmenso bordado. El grupo de estudiantes hizo numerosas preguntas antes de dispersarse para abordar el transporte.

_ ¿Tú quién serías si hubieras estado en el inicio del proceso de la Unificación Revolucionaria de Latinoamérica? Preguntó Alisha a Noeymi.

_ Creo que Margarita, porque me encantan las historias_ comentó reflexiva Noeymi.

_ Yo sería como María Catarina, por su espíritu libertario_ correspondió Alisha.

_ Yo sería como Juana Azurduy, porque las inspiraría a todas_ Interrumpió impertinente Javiera

_ Ajústense el cinturón de seguridad, que ya nos vamos_ comentó el maestro Evodio, agregando_ Espero que la visita al museo nos permita comprender que la historia es nuestro motor de cambio y transformación, que podamos valorar las vidas de quienes cruzaron los límites, cambiaron esquemas, construyeron igualdad y nos demostraron que el Buen Vivir es posible.

_ Y que la construcción de un mundo digno en el que todos y todas tenemos lugar, debe ser permanente_ agregó en voz alta e intelectual Agustín, que había anotado las frases importantes en su libreta.

_ Así es Agustín, todo puede ser posible si lo empiezas a bordar en el infinito manto del pensamiento_ concluyó Evodio, orgulloso de los comentarios de sus estudiantes.

 

Perla Guadalupe Castillo Solís

México

 


 



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