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Nuevos tiemposEduardo PÉREZ OTAÑO
 
Dos lágrimas corrieron por sus mejillas. Se agachó y limpió el polvo acumulado durante casi dos años sobre aquel pedazo frío de mármol que servía de única identificación. Podía leerse: “María Azucena Infante Travieso” (junio 24 de 1987 – febrero 29 de 2012) Se levantó y miró en dirección Norte. Cerró los puños y pidió a Dios perdón para quienes no lo merecían. Volvió a bajar la vista. Dijo una breve oración y se limpió las lágrimas, tan amargas como el dolor que le embargaba. Un pequeño de cinco años llegó corriendo a su lado. -Abuelo, ¿y mamá? Me dijiste que la veríamos. -Aquí está, en su nueva casa –dijo el anciano en un susurro. Tomó al niño en sus brazos. Volvió a agacharse y colocó la flor que este traía entre sus manitos. -Hija mía, ahora ya no emigramos al Norte. Gracias a la nueva América que construimos para todos no tendremos que dejar nuestra tierra por una ajena, o por quienes nos desdeñan y persiguen y ultrajan y explotan…. ¡Al fin, por Dios, podemos llamarnos americanos, sin temores o malas interpretaciones! ¡Ojalá estuvieras aquí! Bajó al pequeño, se puso de pie y lo tomó de la mano. Dieron la espalda al sepulcro y partieron, para jamás regresar.
  Eduardo Pérez Otaño Pinar del Río, Cuba
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