PT: ¿volverá el país de las alianzas?2006-11-24
Marcel Bursztyn, investigador, con un currículo académico y una producción intelectual envidiables, escribió un libro clarificador: El país de las alianzas: élites y continuismo en Brasil (Vozes 1990). En él muestra convincentemente cómo las élites son eximias en mimetismo político, es decir, su estrategia es ser siempre gobierno, importando poco las contradicciones internas e ideológicas. Llegan incluso a argumentar: «es mejor no ser gobierno durante un pequeño período que verse forzado a ser oposición en el gobierno siguiente» (p. 118). Estamos asistiendo a la construcción de alianzas por parte del gobierno Lula con la justa intención de garantizar la gobernabilidad, cosa que, en el fondo, nadie sabe a ciencia cierta lo que significa, dada la ausencia de un proyecto político claro de nación y de tipo de desarrollo. Pero las alianzas son necesarias en una democracia, y es correcto tratar de hacerlas. Lo que importa, sin embargo, es mantener una estricta vigilancia sobre ellas, pues sabemos que únicamente han sido buenas para las élites y nunca para el pueblo. La baraja siempre es la misma, sólo cambian las formas de barajar. O sea, la naturaleza del poder no cambia, sólo varían los estilos y las posiciones. Ésta es la razón principal por la cual no se hace la reforma agraria y se prefieren los asentamientos; la reforma agraria supone la transformación institucionalizada de la estructura de producción, mientras que el asentamiento la mantiene intocable. A las élites y oligarquías que se esconden detrás de los principales partidos, sobre todo las que se esconden detrás de las grandes empresas de los medios de comunicación, no les gusta Lula. No es de su clase, ocupa un puesto que nunca ha pertenecido a gente de las clases populares. Además no es totalmente de fiar: puede cambiar de repente, porque las raíces de su origen social comienzan a hacerse sentir y a pedir otra baraja... Pero, como ha ganado, las élites, por instinto mimético, se acercan a él e intentan digerirlo, con no pocos dolores de barriga. Tienen a su favor la lógica del sistema imperante, que marca la pauta de la política a partir de la economía, disponen de lobbys poderosos y presionan directamente al presidente, e incluso intentan de muchas maneras cooptarlo. ¿Qué es lo que garantiza un mínimo de salud política a estas alianzas para que sean buenas para el conjunto del país? La agregación de un tercero ausente: los movimientos sociales organizados y la sociedad civil en general. Fuera del populismo nunca hubo una relación directa Estado-sociedad civil. Ahora se hace urgente. Lula tiene que convocar y mantener una relación orgánica y permanente con los movimientos sociales, de donde vino, y que, a decir verdad, le han garantizado la reelección. Ellos no pueden esperar la invitación. Tienen que exigirla. No pueden quedarse aguardando las políticas públicas hechas mediante alianzas con los partidos. Son ellos quienes tienen que marcarles la pauta, presionando fuertemente, a favor de las grandes mayorías. Sin esto el gobierno perderá su carácter popular y emancipatorio, y será rehén de la lógica de las alianzas que siempre manejaron el Estado en su beneficio. Los movimientos sociales elevaron las masas -cuyo potencial humano siempre fue despreciado- a la condición de ciudadanos conscientes que luchan por otro tipo de Brasil. El pueblo, y no las élites, es el depositario de las esperanzas y de la posibilidad de otro futuro para Brasil. Si Lula no entiende esto, su segundo mandato será un desperdicio histórico imperdonable. Lo que nos interesa no es el PT ni Lula, sino el pueblo brasilero que, a través de ellos, podrá dar un salto cualitativo rumbo a mejores días.
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