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Límites de la tolerancia

2005-07-08


  Todo tiene límites, también la tolerancia, pues no todo vale en este mundo. Los profetas de ayer y de hoy sacrificaron sus vidas porque alzaron su voz y tuvieron el valor de decir: «no te está permitido hacer lo que haces». Hay situaciones en que la tolerancia significa complicidad con el crimen, omisión culposa, insensibilidad ética o comodismo.

No debemos tener tolerancia con aquellos que tienen el poder de erradicar la vida humana del Planeta y de destruir gran parte de la biosfera. Hay que someterlos a controles severos.

No debemos ser tolerantes con los que asesinan inocentes, abusan sexualmente de los niños, trafican con órganos humanos. Cabe aplicarles duramente las leyes.

No debemos ser tolerantes con quienes esclavizan a menores para producir más barato y lucrarse en el mercado mundial. Hay que aplicarles la legislación mundial.

No debemos ser tolerantes con los terroristas que en nombre de su religión o de su proyecto político cometen crímenes y matanzas. Hay que detenerlos y llevarlos a juicio ante los tribunales.

No debemos ser tolerantes con quienes falsifican medicamentos que producen la muerte de personas o instauran políticas corruptas que dilapidan los bienes públicos. Contra estos debemos ser especialmente duros pues dilapidan el bien común.

No debemos ser tolerantes con las mafias del tráfico de armas, de las drogas y de la prostitución que incluyen secuestros, tortura y eliminación física de personas. Hay castigos claros.

No debemos ser tolerantes con prácticas que, en nombre de la cultura, cortan las manos de los ladrones y someten a las mujeres a mutilaciones genitales. Contra tales prácticas prevalecen los derechos humanos.

En estos niveles no hay que ser tolerantes, sino decididamente firmes, rigurosos y severos. Esto es virtud de la justicia y no vicio de la intolerancia. De no hacerlo así, no tendremos principios y seremos cómplices del mal.

La tolerancia ilimitada acaba con la tolerancia, así como la libertad sin límites conduce a la tiranía del más fuerte. Tanto la libertad como la tolerancia necesitan, por lo tanto, la protección de la ley. Si no, presenciaremos la dictadura de una única visión de mundo que niega todas las otras. El resultado es rabia y deseo de venganza, fermento del terrorismo.

¿Dónde están entonces los límites de la tolerancia? En el sufrimiento, en los derechos humanos y en los derechos de la naturaleza. Donde se deshumaniza a las personas termina la tolerancia. Nadie tiene el derecho de imponer un sufrimiento injusto a otro.

Los derechos están expresados en la Carta de los Derechos Humanos de la ONU, firmada por todos los países. Todas las tradiciones deben atenerse a dichos preceptos. Las prácticas que impliquen la violación de sus enunciados no pueden justificarse. La Carta de la Tierra vela por los derechos de la naturaleza. Aquel que los viola pierde legitimidad.

Finalmente, ¿hay que ser tolerantes con los intolerantes? La historia ha comprobado que combatir la intolerancia con otra intolerancia conduce a la espiral de la intolerancia. La actitud pragmática busca establecer límites. Si la intolerancia implica crimen y perjuicio evidente a otros, prima el rigor de la ley y la intolerancia debe ser limitada. Fuera de esta restricción legal, vale la libertad. Se debe confrontar al intolerante con la realidad que todos comparten como espacio vital, llevarlo al diálogo incansable y hacerle pensar en las contradicciones de su posición. El mejor camino es la democracia sin fin que se propone incluir a todos y respetar un pacto social común.

 

Leonardo Boff




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