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La guerra del agua

2005-01-28


  El agua, objetivamente, es un bien natural común, vital e insustituible. Sucede que vivimos en una época histórica en la que el modo de producción dominante hoy globalizado transforma en mercancía literalmente todo, hasta las cosas más sagradas y vitales. Los derechos humanos inalienables son rebajados a necesidades humanas. Para satisfacerlas hay que obedecer a las leyes de la oferta y la demanda, propias del mercado. Sólo tiene derechos quien pueda pagar y sea consumidor, y no quien es persona, independientemente de su condición económico-social. Es una traición a los ideales de la modernidad.

El agua dulce, por ser un bien cada vez más escaso -solamente el 0,7% es accesible al consumo humano- cada vez se cotiza más y se transforma en objeto de la codicia mundial. Hoy existe una carrera frenética entre grandes multinacionales para privatizar el agua, transformarla en recurso hídrico y en mercancía con la que se puede ganar mucho dinero. Se ha cuidado de deshacer la comprensión humanística y ética de que el acceso al agua es un derecho humano fundamental. Se ha conseguido reducirla a una necesidad como qualquier otra, cuya satisfacción debe ser encontrada en el mercado. Fue lo que efectivamente declaró el Segundo Foro Mundial del Agua en el año 2000: el agua ya no es un derecho inalienable sino una simple necesidad humana.

Ahora ha comenzado una guerra encarnizada por el control del acceso al agua potable. Quien lo controle tendrá poder poder de vida o muerte sobre millones y millones de personas. Hoy 1.600 millones de personas tienen grave insuficiencia de agua y en el año 2020 serán ya 3.000 millones de una humanidad con 8.000 millones de personas. Éstas podrán ver negado el acceso al agua porque no tendrán cómo adquirirla y estarán en peligro de muerte.

Hace tiempo el vicepresidente del Banco Mundial, Ismali Serageldin, decía con razón: «si las guerras del siglo XX fueron por el petróleo, las del siglo XXI serán por el agua potable». En efecto, existen actualmente 50 conflictos en el mundo por causa de la falta de agua, ya que el 40% de la población mundial vive junto a 250 cuencas fluviales. La cuenca del Trigris y del Éufrates es el centro de un contencioso entre Turquía, Siria e Irak; la cuenca del río Jordán, entre Siria, Palestina, Israel, Jordania y Líbano; la cuenca del Ganges y del Indo entre Bangladesh, India y Paquistán, y lo mismo sucede con las cuencas del Nilo y del Zambeze.

¿Cómo enfrentar las hidromafias y evitar las guerras por agua? En primer lugar, demoliendo la comprensión materialista que subyace a la lógica de las privatizaciones del agua. Ésta, al considerar todo mercancía, destruye cualquier sentimiento ético, ecológico y espiritual ligado directamente al agua. En segundo lugar, rescatando el sentido originario del agua como matriz de todas las formas de vida sobre la Terra. El agua, igual que la vida, jamás debe ser convertida en mercancía. En tercer lugar, creando -como muchos ya están proponiendo- la conciencia de que hay que hacer un necesario pacto mundial sobre el tema del agua ya que todo el mundo la necesita para vivir. Finalmente, en nombre de esta conciencia planetaria no hay que conceder ningún derecho a privatizar el agua. Ella debe ser excluida de las negociaciones comerciales a nivel mundial.

El agua es un don que la naturaleza ofreció a la vida y a cada uno de nosotros. El 70% de nuestro cuerpo está compuesto de agua. Por ser todo esto, el agua constituye una de las metáforas más significativas de lo Divino que está en nosotros y en el universo y de la sacralidad de toda la vida. ¿Cómo cuidarla y no luchar por ella?

 

Leonardo Boff




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