Peligros del centro
Cada elección hace pensar. Por mi parte pensé sobre los peligros del centro. Partidos de izquierda, como el PT, cuando asumen el poder de Estado se vuelven forzosamente centro, con las ventajas y los peligros que todo centro encierra. Ventajas, porque al centro le corresponde gobernar, definir la agenda del país, retener el derecho de la decisión final, si fuera el caso, hasta usar legítimamente la fuerza y obligar día tras día a los medios de comunicación a ocuparse de él. Pero también existen peligros, tan grandes como las ventajas: peligro de autosuficiencia, de no escuchar otras voces, de pasar por encima de minorías internas, de atropellar el papel de la oposición, de ver solamente lo que le interesa, de proclamar únicamente sus hechos y victorias. Pero el talón de Aquiles del centro, su mayor peligro es tener poca autocrítica y ninguna duda sobre sí mismo. Ahora bien, no tener ninguna duda es al mismo tiempo fascinante y amenazador. Fascinante, pues es de la esencia del centro mostrar convicciones firmes cuando casi todo a su alrededor es cuestionable. No tener dudas hace obrar de forma cohesionada y determinada, encuadrando problemas y personas. Es también amenazador, porque las personas que ocupan el centro no son omniscientes, omnipotentes ni infalibles, aunque muchas veces se lo crean. También están sometidas a los límites de la condición humana. Límites en su poder porque simplemente no lo pueden todo y encuentran resistencias por todas partes, especialmente por parte de la burocracia estatal; límites en su inteligencia, porque no pueden ver todo bajo todos los ángulos, pues también vale para ellas el hecho de que todo punto de vista es siempre la vista desde un punto, por más central que sea; límites en su vocabulario, porque no pueden dar a las palabras el sentido que les interesa violentando a veces el diccionario; límites en sus referencias, porque no están en condiciones de controlar todos los factores y prever la imponderabilidad de la historia que Maquiavelo llama «fortuna»; y límites en su visión, porque también para ellos vale la constatación de que la cabeza piensa a partir de donde pisan los pies, a partir del centro, con una irresistible tendencia a ser conservador y contrario a cambios. ¿Cómo disminuir las limitaciones del centro para que no sea perjudicial para la sociedad, la democracia y los ciudadanos? La mejor forma es garantizar instancias de contrapoder y, en casos extremos, hasta de antipoder. Su función es mantener el centro bajo permanente crítica y control. La democracia es la forma estructurada de esta práctica terapéutica, cosa que la Iglesia Católica, por ejemplo, nunca consiguió aplicar en sus relaciones internas porque su centro acumula todo en pocas manos y excluye a la mayoría que son mujeres y laicos. Estas instancias obligan al centro a entenderse correctamente, como si fuera una encrucijada. Si es solamente centro, sucumbe a sus límites y se vuelve autoritario. Si acepta ser encrucijada, no renuncia a ser centro, pero sabe que a partir de él convergen y salen otras tantas vías con direcciones propias. Son formas diferentes de poder, aliadas o de oposición, pero todas al servicio de la buena circulación de la ciudadanía que da vida a la sociedad. Ésta nunca está acabada, es siempre perfectible, cosa que al centro no le gusta admitir. Por eso tiene tantos problemas. Es una bicicleta con la "rueda" de delante cuadrada. Razón por la cual le es difícil andar.
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