Terror y solidaridad2004-03-26
La matanza de Madrid puede ser leída como una página de antropología concreta, dramática y trágica. Revela quiénes somos. Somos seres capaces de salvajismo y barbarie, demostradas antes en los atentados del 11 de septiembre de 2002 en EEUU, y ahora en Madrid. Y, simultáneamente, somos seres de solidaridad, manifestada maravillosamente en el mismo momento del atentado en Madrid, pues España entera se solidarizó con las víctimas y se movilizó a socorrerlas. Quienes mataban y quienes socorrían eran seres humanos. Somos la coexistencia de una y otra cosa. La sabiduría cristiana siempre afirmó que la contradicción pasa por dentro del corazón de cada uno. Por eso, «somos simultáneamente Adán y Cristo», ángeles y demonios, sim-bólicos y dia-bólicos. Ésa es la condición humana, dramática y trágica. Dramática, porque no logramos mantener el equilibrio entre los dos polos. Trágica, cuando permitimos la irrupción de lo demoníaco. ¿Quién vence, Adán o Cristo, el drama o la tragedia? Dos opciones son posibles, y ambas profundamente humanas. La primera dice: la historia nos ha mostrado que la fraternidad nunca fue duradera y que las sociedades siempre se organizaron en relaciones de fuerza y de dominación. Levantamos la mirada para el cielo en busca de un poco de esperanza, pero la vista de los cadáveres destrozados y los lamentos de las víctimas nos impiden oír y ver una respuesta que nos ilumine. La indiferencia, el cinismo y el sentido de la tragedia universal son reacciones humanas comprensibles, pues la base es real. Por eso, merecen respeto. La segunda dice: en medio de la tragedia siempre hay una mano que se extiende, un gesto que salva y una caricia que devuelve la confianza. Lo que conmovió al mundo fue la solidaridad del pueblo español, solidaridad que superó la comprensible rabia y dominó el deseo de venganza. Hacer justicia y castigar sí, pero no pagar el odio con otro odio mayor, al estilo de Bush. Hay quienes procuran transformar la tragedia en un drama humano, las relaciones de destrucción en tensión fraterna constructiva. O sea, creen que es posible una cualidad nueva de relación para con el otro, para con la naturaleza y para con el futuro. El Adán decadente estará siempre ahí, pero el Cristo libertador que también somos, va ganando hegemonía y va asegurando que el futuro está en esta dirección y no en la otra. ¿Quién va a ganar? Humildemente, y con temblor, confiamos en que la solidaridad tiene más futuro que las matanzas. Sin esta solidaridad tal vez no hubiésemos dado el salto de la animalidad hacia la humanidad, y no hubiéramos llegado a los días de hoy. El remedio para nuestra demencia sólo puede venir de una mirada nueva hacia el otro. Ese otro tiene su existencia propia y merece una mirada de respeto y de acogida. Envez de dominarlo, subordinarlo o discriminarlo, podemos establecer con él una verdadera comunión fraterna. Podemos sentirnos sobre el mismo suelo que él, livres de la voluntad de dominación, viviendo una humildad original, con la conciencia de que el mismo humus (de donde viene ‘humildad’) que está en él está también en nosotros. Y que a todos nos habita un fondo de bondad. Las religiones pusieron el cielo en el más allá. Importa colocarlo en el más acá, pues aquí comienza como proceso de construcción tenaz del esfuerzo humano, secundado por la fuerza divina. Sólo se completará al término de la história. Y entonces Dios y nosotros podremos mirar atrás y proclamar: «todo era bueno».
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