La paz y el efecto mariposa2003-04-25
En el mundo todo es dialéctico. No porque lo hayan dicho Hegel o Marx, y antes de ellos el presocrático Heráclito, sino porque esa es la ley de las cosas, regida por el caos y por el cosmos, y por lo sim-bólico (lo que une) y por lo dia-bólico (lo que desune). El efecto dialéctico de la guerra de la vergüenza, movida por Bush contra Irak, es el triunfo del movimiento por la paz a través del mundo entero. Los constructores de la paz no son solamente los grupos pacifistas, lo es también la sociedad civil mundial que se convenció (por fin) de que la guerra no es solución para ningún problema. La guerra es un problema para la humanidad, pues si no se la controla acabará con ésta. Y esta vez no podemos vacilar. En los días previos a la guerra, e incluso después, continuaron por el mundo las manifestaciones a favor de la paz. Un interlocutor escéptico del interior de la selva amazónica me informó por correo electrónico que también allí se hicieron manifestaciones por la paz, con indios, seringueros y ribereños, llevando cartelones y gritando consignas. Y pedía mi opinión, pues estimaba que todo eso no servía para nada, porque el siglo XXI será el siglo de Estados Unidos y la guerra “inteligente” es el medio insuperable para imponer la “pax americana”. Y me preguntaba: ¿qué puede significar ese gesto realizado en el lugar más ignoto para la paz mundial? Le contesté más o menos en los siguientes términos. El sentido común de la humanidad tiene la convicción de que la luz, por débil que sea, vale más que todas las tinieblas juntas. Porque basta una cerilla para exorcizar toda la oscuridad de un cuarto y mostrar la puerta de salida. La luz, por naturaleza, hace su curso misterioso por el espacio y simpre será captada por los espíritus de luz. Le decía también que el bien posee una fuerza singular, como el amor. Por eso, al final, nada resiste al bien, que acaba triunfando. Como la fuerza de las gotas de lluvia sobre los inmensos incendios de la Amazonia. Una gota hace muy poco, como el agua que trae el colibrí que, solidario, quiere dar también su aporte. Pero, ¿no está la lluvia hecha de gotas? Muchas gotas, millones de gotas, cual millones de minúsculos colibríes, apagan en pocas horas el incendio más persistente. Es la fuerza invencible de lo pequeño. Es importante creer en la fuerza secreta de la buena voluntad, por pequeña que sea. El bien no se restringe a la persona que lo practica; el bien, como la luz, es una realidad que se irradia. Como una ola, sigue su curso por el mundo, evocando el bien que está en todos y fortaleciendo la corriente del bien. El bien es la referencia para cualquier ética humanitaria. Estas reflexiones obvias vienen confirmadas por la moderna teoría del caos. Ella alude al efecto mariposa: el aleteo de una mariposa de mi jardín pude producir una tempestad en el Pentágono. Es decir, todo es interdependiente. A veces, el eslabón aparentemente más insignificante es el responsable de la irrupción de lo nuevo. Alguien totalmente desconocido señala en la calle hacia arriba con el dedo y grita: “mira, ahí; mira ahí”. Puede ser cualquier cosa, tal vez un objeto no identificado. Y en un momento grupos de gente, multitudes comienzan a mirar en la misma dirección. El efecto mariposa se ha dado. Lo pequeño produjo lo grande. En esta concatenación, ¿quién podrá decir que la paz no pueda desencadenarse a partir de esa ígnota aldea del Amazonas? Sí, de lo pequeño podrá venir la fuerza secreta de la paz.
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