Dom Pedro Casaldáliga recibe el títuto de Doctor Honoris Causa de la Universidad Estatal de Campinas

 

El obispo de Sao Félix do Araguaia MT, dom Pedro Casaldáliga, recibió el título de Doctor Honoris Causa de parte de la UNICAMP (Universidad Estatal de Campinas, São Paulo, Brasil) el día 24 de octubre de 2000. El título es un reconocimiento más por los largos años de lucha del religioso en defensa de los derechos humanos en los países del Tercer Mundo, particularmente en Brasil.

La ceremonia de entrega del título tuvo lugar a las 14 horas, en el Centro de Convenciones de la Unicamp. A las 15 horas, Casaldáliga impartió una aula magna, cuyo tema tuvo como título Passionis Causa.

Ante más de 300 alumnos universitarios que llenaron el Centro de Convenciones, de decenas de amigos y compañeros de lucha, de representantes de 20 organizaciones campesinas de "sin tierra" de nueve países latinoamericanos, de los rectores de la Unicamp, Hermano Tavares, y de la PUC-Campinas, José Benedito David, dom Pedro habló de la pasión por la utopía.

El acto incluyó tambien una mesa redonda seguida de debate. Participaron Antônio Canuto, secretario nacional de la Comisión Pastoral de la Tierra; Eunice Dias de Paula, pedagoga indígena; Francesc Escribano, periodista y profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona; José Raimundo Ribeiro da Silva, profesor y asesor pedagógico del municipio de Luciara (MT) y Samuel Yriweana Karajá, abogado y cacique de la aldea de São Domingos, en Luciara.

Durante la concesión del título de Doctor Honoris Causa, tuvo lugar el lanzamiento del libro "Descalzo sobre la tierra roja", biografía de Casaldáliga escrita originalmente en catalán por Francesc Escribano. La obra, traducida al portugués por Antônio Carlos Moura Ferreira, fue publicada por la Editorial de la Unicamp.

Dom Pedro Casaldáliga es catalán y llegó a São Félix do Araguaia en julio de 1968, uno de los períodos de fuerte dictadura del país. En una región de constantes conflictos de tierra, el obispo ayudó a fundar la Comisión Pastoral de la Tierra, organización que dio una nueva dimensión a la cuestión agraria. Coincidentemente, recibe el título de Doctor Honoris Causa en el día de san Antonio Maria Claret, fundador de la congregación de los Misioneros Claretianos, de la que él es miembro.

Desde de Brasil, la actuación de dom Pedro se extendió a otras regiones de América, sobre todo a Centroamérica, marcada por dificultades sociales semejantes.

 

Breve biografía:

Pedro Casaldáliga, nació el 16 de febrero de 1928 en Balsareny (Barcelona), Cataluña, España. Hijo de un labrador vaquero, se hizo misionero claretiano y fue ordenado sacerdote en Montjuich, Barcelona, el 31 de mayo de 1952. Ordenado obispo de São Felix do Araguaia, MT, el 23 de octubre de 1971, su primera carta pastoral, que reflejaba la realidad de la prelatura y reflexionaba sobre el compromiso cristiano en nombre del Evangelio con la justiciay la paz, se tituló "Una Iglesia de la Amazonia en conflicto con el latifundio y la marginación social", 1971, 121 pp. Escritor y poeta, es autor de decenas de libros, discos y videos siempre con el perfil de la teología de la liberación. Su último lanzamiento ha sido la agenda "Latinoamericana-mundial 2001", el pasado día 20 de octubre en el Parlatino, en el Memorial de América Latina en São Paulo.

 

A continuación, el discurso de dom Pedro Casaldáliga proferido con ocasión del recibimiento del título de Doctor Honoris Causa en la UNICAMP.

 
PASSIONIS CAUSA
 

La Universidad Estatal de Campinas, por su insituto de Filosofía y Ciencias Humanas y con el apadrinamiento del profesor Paulo Miceli, me concede el título de Doctor Honoris Cuasa. Como la propia denominación indica, se trata de un título "gratuito"… que agradezco de corazón y paso a mi vez a la multitud del pueblo y de colaboradores que yo, por varios motivos, quiero representar.

Un anciano "cura de pueblo", catalán y poeta también, recibió no hace mucho un titulo semejante, y él lo tradujo como "laboris causa". En mi caso, yo debo traducirlo como "passionis causa", dejando de lado el hoor y el labor. Después explico de qué "pasión" se trata.

Antes, de entrada, debo recordar agradecido y hasta emocionado la inmensa colaboración que yo y nuestra Iglesia de São Félix do Araguaia y todo el pueblo de nuestra región hemos recibido de Campinas, de esta misma Universidad, de laIglesia local, de aquellos primeros generosos voluntarios y voluntarias que salieron de Campinas y entegaron en el Araguaia su juventud y hasta arriesgaron su vida. En este año, como simbolizándolos a todos, aquí, en Campinas, hizo su paso, bien pascual, por cierto, nuestro Moura, Antonio Carlos Moura Ferreira, periodista y escritor, un caso extremo de solidaridad, habitual y universal. Ya herido de muerte por la enfermedad, todavía hizo hincapié en traducir al portugués el libro que esta Universidad ahora edita generosamente y que hoy lanzamos: "Descalzo sobre la tierra roja".

La pasión que podría, más o menos, justificar el título que la Universidad me concede es LA PASION POR LA UTOPIA. Una pasión escandalosamente desactualizada, en esta hora de pragmatismos, de productividad, de mercantilismo total, de posmodernidad escarmentada. Pero que es, con otra palabra, la pasión de la Espeeranza; y, en cristiano, la pasión por el Reino que es la pasión de Dios y de su Cristo. Una pasión que, en primera y última instancia, coincide con la mejor pasión de la Humanidad misma, cuando ella quiere ser plenamente humana, auténticamente viva y definitivamente feliz.

La utopía, entonces, no como simplemente u-topía, un no-lugar; desde luego que no esta "topía" que está ahí, este mal "lugar" que nos imponen, este pensamiento único, interés único, poder único, hora fatalmente única y hasta ¡final de Historia!

Sino la eu-topía, un lugar otro, un buen lugar.

No este lugar-hora de la exclusión de la mayoría y del privilegio narcisista de la minoría. Sino, un lugar "donde quepan todos", como piden los zapatistas mayas: para la entera familia humana. No la globalización neoliberal, homicida, suicida, ecocida; sino la mundialización de la solidaridad para la construcción (procesual ciertamente, y hasta dialéctica) de aquella igualdad en la dignidad, en los derechos y en las oportunidades, de las personas y de los pueblos, que harán la Humanidad una, aunque plural con sus alteridades.

Realmente, es utopía. Lo confieso y lo proclamo. El Evangelio es la utopía mayor, y sin embargo nos es propuesta por la sensatísima sabiduría del Dios que es Amor y Vida. Por El, y a pesar de nosotros con frecuencia, somos desafío, futuro, esperanza. A partir, claro está, del frágil presente del día a día. "Yo soy el día de hoy", respondiendo, con corresponsabilidad personal e histórica, a la cotidiana tarea.

Cuando más dogmática y más prepotentemente se ha decretado el final de la Historia, más se vienen multiplicando las voces, los gestos, las propuestas de contestación y apertura, de alternatividad y de sueño. ¡Contra el camino único y cerrado! La Iglesia, con ocasión del jubileo cristiano bimilenar. La VII Asamblea de la Conferencia Mundial de las Religiones por la Paz, realizada en Amman, Jordania, con el tema de "Acción mundial para vivir juntos". La proclamación de los "otros 500", en los tan contradictorios quinientos años de nuestro Brasil. Encuentros indígenas, afroameericanos, de mujeres, del movimiento popular. Propuestas utópicas de sociólogos y teólogos: "Rehabilitación crítica de la Utopía a contratiempo" (Juan José Tamayo), "Derechos humanos o derechos de los pobres" (Félix Wilfred), "La igualdad, una meta pendiente" (Antoni Comín Oliveres), "La segunda abolición" (Cristovam Barque), "500 años: inicio de una nueva andadura" (Análisis de coyuntura de la Comisión Brasileña de Justicia y Paz y del Ibrades, en la última Asamblea General de la CNBB, realizada precisamente en el polémico Porto Seguro…). Y una larga letanía en revistas y congresos y manifestaciones masivas. De las marchas del MST al Davos alternativo.

 

La revista internacional "Concilium" dedicó su último número del año 99 a repensar la historia passada y presente, dentro del marco cristiano del Jubileo, bajo eltítulo general de "2000: Realidad y esperanza". De ese número de "Concilium" voy a espigar el artículo del gran morlista Marciano Vidal, titulado "La Ética como señal de esperanza", con el subtítulo (deliciosamente a-científico) de "La bondad del corazón de la gente sencilla".

Vidal advierte inicialmente que nuestro tiempo no es mejor ni peor que otros tiempos. Podríamos advertir sin embargo que en todo caso es "nuestro" tiempo. Y reduce Vidal a tres los hábitos de bondad de la gente "sencilla", sobre los cuales se apoyan las esperanzas éticas de la Humanidad volcadas hacia el futuro":

-"El mirar puro" para ver la realidad sin prejuicios ni intereses.
-La "empatía compasiva" para solidarizarse con los débiles.
-La "simplicidad de vida" para crear valores alternativos a la complejidad.

Frente al oscurecimiento del sentido del bien, Marciano Vidal apela nada menos que al ojo-lámpara del Sermón de la Montaña, carta magna de la sociedad divinamente alternativa que Jesús propugna. Y filosofa Vidal, en la línea de Zubiri y del mártir Ellacuría, acerca de cómo asumir la realidad corresponsablemente, según los tres momentos que esos maestros fijaron:

La "simplicidad de la vida" es evidentemente una contestación radical a la competitividad del lucro, a la arrogancia del poder, a la violencia del éxito, al consumismo desenfrenado. "Bienaventurados los pobres de corazón", aquellos/aquellas que saben ser libres confiando en el Padre que cuida de los lirios y de los pájaros; que viven el día de hoy… trabajando, claro, pero con la serena paz de un mañana, que será un hoy también, bajo el mirar y en la palma de la mano de Dios…

La utopía de que hablamos y que todos ustedes, compañeras y compañeros de "caminada", comparten conmigo y con millones que nos precedieron, dando hasta lasangre, y con millones que hoy viven y luchan y marchan y cantan, esa utopía está en construcción, evidentemente &endash;obreros somos de la utopía en construcción- la proclamamos y la hacemos; es don de Dios y conquista nuestra.

Nosotros, como nos pide el texto de la Nueva Alianza definitiva, queremos "dar razón de nuestra esperanza", anunciamos e intentamos vivir con humildad y con pasión, una esperanza creíble. No sde trata de "esperar sentados"; ni aceptaríamos un hacer esperar cínico. La esperanza no puede fundarse en promesas electoreras ni se puede traducir en pasiva resignación religiosa. "Contra toda esperanza" esperamos tal vez, mas andando. "Quem sabe faz a hora, não espera acontecer". "Quien sabe, hace la hora, no espera que las cosas acontezcan". "La esperanza -dijo alguien- sólo se justifica en los que caminan". Quien ya estuviera satisfecho con los macdonalds neoliberales o arriase las banderas con un conformismo derrotista, no tiene por qué esperar…

 

Como es por una Universidad por quien estamos aquí reunidos, permítanme un excursus sobre la Utopía en la Universidad precisamente. Porque para unos 500 años "otros", para otro Brasil, para otro Mundo… necesitamos una política "otra" en todas las esferas de la vida social; y también, evidentemente, otra Universidad.

Una Universidad que sea forja de valores y compromisos y no credencial de privileios y servilismo de intereses; "club de poetas" vivos y de intelectuales orgánicos; vanguardia incluso, pero al servicio; rompiendo el círculo vicioso en que, secularmente, la Universidad -en Brasil, en el Mundo- viene siendo bloqueada con demasiada frecuencia. Una Universidad no para el sistema, sino para la vida. No para la oligarquía, sino pra el pueblo. Inculturada y, por eso, pluricultural; politizada y por eso militante; libre y por eso liberadora. Que el pueglo pueda conquistar la Universidad como se conquista la tierra, la vivienda, la salud, la ciudadanía… (¿También para eso vamos a tener que crear un MSU, el Movimiento de los sin Univerdiadad?) La utopía comienza por la cabeza, y muchas utopías y sus realizaciones históricas comenzaron en la Universidad. ¡Queremos, pues, una universidad gallardamente utópica!

Canta el poeta Oscar Campana:

"Si no hay camino que nos lleve…
nuestras manos lo abrirán,
y habrá lugar para los niños,
para la vida y la verdad;
y el lugar será de todos,
en justicia y libertad.
Si alguien se anima, avise:
seremos dos para comenzar.

Dos y muchos y muchas, ustedes todos y todas, siendo cada vez más en esta rueda viva, a pesar de todos los pesares neoliberales, a pesar de todas las rutinas de las instituciones, a pesar de nuestros propios enquistamientos. La utopía es sueño, es estímulo, es servicio. "La esperanza, según Marcuse, nos fue dada para que sirvamos a los desesperanzados". De esperanza en esperanza, caminamos esperanzándonos. La Humanidad no es suicida, tiene genética divina, es hija del Dios de la Vida. El "principio esperanza" es el más radical DNA de la raza humana. La utopía, como el horizonte caminante de la parábola de Galeano, nos convoca y nos provoca. No sólo hacemos camino andando: somos camino. El "final de la la Historia" de ellos es para nosotros el constante recomenzar, siempre más humanizadamente, de la Historia humana misma.

Hasta que alcancemos -hablo a la luz de la esperanza cristiana- la estatura de lo humano perfecto, según la medida de aquel que fracasó ante los poderes religiosos, económicos e imperiales, fue excluido "fuera de la ciudad" como subversivo maldito colgado en una cruz, pero que es el Resucitado que "hace nuevas todas las cosas", revolucionando todas las consecuencias y todas las estructuras, hasta las estructuras de la propia muerte. (En mi cuarto, allá en el Araguaia, entre muchos recuersos de luchas y de sueños, tengo siempre un cartelito alegres colores con la palabra PASCUA. Creemos en la Pascua, ¡Pascua somos!).

Y termino, agradeciendo a todos y todas: la solidaridad, el cariño, la presencia. El título "passionis causa" y el compromiso comunitariamente renovado. A la Unicamp, pionera en tantas áreas, a su rector Dr. Hermano de Medeiros Ferreira, al cuerpo docente, funcionarios y alumnado, y a los padrinos del título, profesores Paulo Micelli, José de Souza Martins, Jerusa Pires Ferreira y Rogério César de Cerqueira Leite.

De la UNICAMP alAraguaia, de la ciudad al sertão, ésta es la palabra de orden:

¡En la Utopía siempre!

 

Pedro Casaldáliga,
24 de octubre de 2000.
Entre el Araguaia y la UNICAMP