La escala de Jacob
circular fraterna

 

En un libro-encuesta escrito en Italia acerca de lo que piensan los niños sobre Dios, uno de los pequeños encuestados responde muy convencidamente que "Dios vive en el paraíso, donde hace reuniones con los obispos y los papas. El está en alto, y los otros un poco más abajo".

El 11 de noviembre de 1979, un año antes de su martirio (20 años serán en el año 2000), nuestro san Romero de América proclamaba esperanzado: "Y verán queridos pobres, queridos oprimidos, queridos marginados, queridos hambrientos, queridos enfermos, que ya está fulgurando la aurora de su resurrección".

El gorila Ismael, "profesor que procuraba alumno con deseo sincero de salvar al mundo" según la novela fabulosa de Daniel Quinn, tenía en su sala de aula un cartel que decía, por un lado: "Con el fin de la Humanidad, ¿habrá esperanza para el gorila?"; y decía, por el otro lado: "Con el fin del gorila, ¿habrá esperanza para la Humanidad?".

 

En esta carta circular no voy a hacer un recuento de cifras dolorosas o eventos esperanzados. Afortunadamente, ya el informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo ha pasado a ser casi un manual de concienciación. Está en los periódicos, en las revistas, en las agendas, ese profeta laico que nos ayuda a abrir los ojos y a sentirnos una sola Humanidad. Como decía en su tiempo, de la Biblia y el periódico el teólogo Karl Barth, el PNUD y la Biblia deberían estar siempre en nuestras manos y en nuestra acción.

En este año de 1999, víspera del famoso 2000, estamos viviendo un final de siglo, un final de milenio, que han revolucionado espectacularmente a la Humanidad, para mal y para bien; con sus descubrimientos científicos y geográficos; con sus luchas étnicas, religiosas e imperialistas; con sus fundamentalismos, holocaustos, gulags y masacres; con sus "sospechas" y la "muerte de Dios" y "el desencanto del Hombre"; con su capitalismo y su comunismo; también con sus avances en la libertad, en la ciencia, en la comunicación, en la solidaridad…

Se cierra en este año un milenio de cristiandad, con sus cruzadas y su inquisición y sus colonialismos y su poder centralizador; pero también con su legión de mártires y santos y santas de las más variadas condiciones; con su Concilio Vaticano II, con las nuevas teologías contextuales, con una irreversible presencia cada vez mayor del laicado en la Iglesia, y más concretamente de la mujer. Se cierra pidiendo perdón, aunque muy tímidamente, y sin acabar de reconocer que muchos de los grandes pecados eclesiásticos de este milenio fueron de la Iglesia, como institución, y no solamente de "algunos cristianos infieles a su bautismo".

Este final de milenio &endash;para la Humanidad, para la Iglesia- bien podría ser un asomarse con lucidez y humildad y esperanza a la respectiva historia y atreverse al cambio estructural, a la reforma eclesiástica que nunca se acabó de hacer, a optar verdaderamente por las mayorías empobrecidas y a dialogar con sinceridad incuestionable, sacrificando privilegios, posibilitando la dignidad y la participación de todas las personas y de todos los pueblos. Tarea de la Humanidad si quiere ser verdaderamente humana, tarea de la Iglesia si quiere ser verdaderamente evangélica.

Nuestro profeta laico, el benéfico PNUD, en su informe último recuerda que todavía -y la cifra crece espantosamente- hay 1200 millones de personas al margen de cualquier tipo de consumo, aquellas que tienen que vivir con menos de un dólar al día. De "grosera desigualdad" califica el PNUD el resultado de su informe. De homicida y hasta suicida desigualdad se trata. Recuerda dicho informe que para cubrir los servicios básicos de toda la Humanidad (educación, salud, agua potable, nutrición…) harían falta sólo 30.000 millones de dólares anuales. Digo "sólo" porque los japoneses gastan en juegos recreativos 35.000 millones al año; los europeos 50.000 millones en cigarros y 105.000 millones en bebidas alcohólicas; y en drogas se gastan 400.000 millones; en armas 780.000 millones; y en publicidad 435.000 millones…

Haciendo, pues, un buen examen de conciencia con propósito de la enmienda, uno entiende fácilmente que el mundo no puede seguir así. Hablando de su pueblo decía un indígena yanomami del norte de Brasil: "Si seguimos así, vamos a morir todos". Entre esos "todos" no estarían solamente los yanomami, si seguimos así.

Venimos hablando mucho de proyectos alternativos, y se constata &endash;gracias a Dios y gracias a la mucha Humanidad que todavía queda- que los proyectos alternativos proliferan en todas las escalas de la vida y de la organización humanas. Pero cada vez se percibe con mayor claridad y más urgencia no sólo la necesidad de proyectos alternativos, sino la ineludible necesidad de una civilización alternativa, de una sociedad "otra", matriz, ensayo y fruto de muchos proyectos alternativos, de muchas buenas voluntades sumadas.

Frente a la tentación del fatalismo y contra la insensible irresponsabilidad del consumismo y el privilegio y la prepotencia se imponen la lucha y la esperanza por esa utopía de un mundo fraterno donde quepamos todos y todas con la propia dignidad y la propia alteridad.
No es posible que tantos comunes sueños que cada vez afloran más en organizaciones, manifiestos y realizaciones concretas, sean apenas sueño. Hay ya mucha Humanidad que sueña despierta, dispuesta a forzar el día de la justicia y la paz.

Vamos a entrar pronto en el siglo XXI, en el tercer milenio (cristiano). Ustedes recuerdan aquello de "…o será místico o no será". Pensando en los cuatro grandes desafíos que nos cuestionan la razón, la fe y la esperanza, yo reformularía el dicho así:

-El siglo XXI o será místico o no será humano. Porque la mística es ese sentido profundo de la vida, esa abertura al horizonte de Dios, esa búsqueda de la respuesta última.
-El siglo XXI cristiano optará por los excluidos o no será cristiano. A medida que crece la criminal desigualdad en el mundo, excluidas de la vida y de la dignidad las mayorías humanas, la opción por los pobres aparece cada vez más como constitutivo esencial de la Iglesia de Jesús.
-El siglo XXI cristiano, o será ecuménico o no será eclesial. Podrá ser una abigarrada eclosión de minicristianismos sin consistencia evangélica y sin comunión testimoniante, pero no la Iglesia de Jesús, testigo de la Pascua, enviada "para que el mundo crea".
-El siglo XXI, o será ecológico o simplemente "no será". No es que yo crea que esté llegando el fin del mundo en ese cacareado año 2000; pero según las ciencias y las experiencias sí que parece que estamos empeñados entre todos en acabar con el aire, con el agua, con la floresta, con la vida. La ecología es la gran política pendiente, y ha de ir siendo, cada vez más, ética, teología, espiritualidad.

Este nuestro nuevo siglo, el nuevo milenio que nos viene a las manos, ha de abocarse sinceramente al diálogo con Dios, con el Dios de todos los nombres, con el Dios de todas las religiones, con el Dios de todos los rostros y preguntas y esperanzas. Ha de abocarse sinceramente a un diálogo fraternal con la naturaleza, vida de nuestra vida, casa de nuestro lar. Ha de abocarse a un diálogo abierto, alegre, enriquecedor, entre los hombres y las mujeres, entre los pueblos y las culturas, entre los dos o tres o cuatro mundos que trágicamente hay, para construir la otra mundialidad, la globalización de la solidaridad, la humanidad hermosamente plural y una.

Mis amigos agustinos y agustinas, en un reciente encuentro de América Latina y el Caribe, soñando también con un nuevo milenio "nuevo", proponían estas justas alternativas al neoliberalismo inhumano:

1. Supremacía de lo social x supremacía del mercado.
2. Solidaridad eficaz x individualismo corrosivo.
3. Afirmación cultural x idolatría de la globalización.
4. Inclusión económica y social x desempleo en masa.
5. Derechos humanos x violencia e impunidad.
6. Estado social y participativo x estado mínimo y policial.
7. Ecumenismo respetuoso x sectarismo fundamentalista.

Acabamos de celebrar las bodas de oro (y de sangre) de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y con esta ocasión se han reclamado en muchas partes con nueva fuerza y ampliándolos incluso a áreas más preteridas. Sigue bochornoso el problema de los derechos de los pueblos. Todavía asiste el mundo pasivamente a genocidios, embargos, guerras prepotentemente relámpagos; y la ONU continúa manipulada por siete "grandes", y el mercado total viene sustituyendo al derecho, a la justicia y a la ética totales.

De los más dispares sectores de la Humanidad, desde políticos marxistas hasta el Papa Juan Pablo II, se levantan voces unánimes contra la iniquidad de la Deuda Externa y por su revisión o reducción o cancelamiento. No siempre situando correctamente el problema: porque esa Deuda no es deuda; porque los supuestos acreedores son de hecho los deudores; y porque las víctimas de esa deuda la vienen pagando desde hace siglos con hambre, miseria y muerte. Además, porque se olvida a veces &endash;como ha observado insistentemente la Semana Social Brasileña- que hay una conexión dialéctica entre la Deuda Externa y las deudas sociales (de salud, educación, vivienda, trabajo, igualdad… vida), que ésas sí han de ser pagadas como deudas de lesa Humanidad.

En todo caso, el año 2000, que para los cristianos es además jubileo, se ha transformado en una gran convocatoria mundial contra la Deuda Externa y sus males. Nuestra Agenda Latinoamericana del Año 2000 estará dedicada también a ese tema: "Una Patria Grande sin Deudas"; sin la Deuda Externa y sin las deudas sociales, se entiende.

En todo el mundo, también en el primero, el desempleo ha pasado a ser una verdadera agonía, personal, familiar, social. Se calcula que en este cambio de siglo como un billón de personas malvivirá zarandeada por esa marea. El trabajo, en la actual economía de mercado total y por la supravaloración de la técnica al servicio del lucro, ha dejado de ser un derecho y ni siquiera se puede invocar como un deber. ¡Simplemente "no hay trabajo"! El capital liberal, a contrapelo, es verdad, tenía que discutir con el trabajo; el capital neoliberal puede "prescindir" del trabajo. En Brasil, la Campaña de la Fraternidad de este año, dedicada precisamente a este tema del desempleo, pregunta muy oportunamente: "Sin trabajo, ¿por qué?". A las causas hay que ir. Y esas causas son totalitariamente estructurales. Los excluidos empiezan siendo primero excluidos del trabajo.

Brasil se está preparando también, con muy contradictoria preparación, para los 500 años del mal llamado descubrimiento y de la ambigua evangelización de esta Tierra de Santa Cruz. Será una nueva oportunidad -y no sólo brasileña- de revisar esa historia de los 500 años y de valorar la historia de los millares de años anteriores y una y otra herencia, como Sociedad y como Iglesia. Aquí también, ante todo, hay que repetir con el cantor: "Bienaventurados los que han hecho realidad esta resistencia de 500 años".

* * *

Como Iglesia, para la Iglesia, en este último año he soñado también mucho, con tantos hermanos y hermanas de la gran Iglesia de Jesús. Y de diferentes lugares me han pedido precisamente que explicitara esos sueños. Comparto con ustedes aquí algunos de ellos, ya viejos conocidos de nuestras vigilias:
-Rever en la fe, en la teología y en la espiritualidad el Dios que venimos adorando, dogmatizando y predicando, porque quizás no siempre corresponde al verdadero Dios, al Dios de Jesús, hablando en cristiano.
-Vivir el ecumenismo, pero de verdad, pasando muy concretamente del ecumenismo de las intenciones, encuentros y generalidades, al reconocimiento mutuo de las Iglesias como siendo la Iglesia de Jesús. ¿Por qué no? ¿Qué perdería la Iglesia, qué perdería el Evangelio, qué perdería Dios, con un real ecumenismo vivido en la libertad del Espíritu? Claro que habríamos de relativizar muchas cosas y rever qué es fe, qué es cultura, qué es historia, qué es prejuicio, y acoger apasionadamente el testamento del Señor Jesús: "¡Que sean uno, Padre!". Konrad Raiser, secretario general del Consejo Mundial de Iglesias, sueña, como soñamos muchos, con un "Concilio genuinamente universal". Y sienta cuatro elementos esenciales y suficientes para definir la comunión del Cuerpo de Cristo, su Iglesia:
la fe común en la Trinidad y en Cristo como Salvador nuestro;
el bautismo, uno para todos;
la eucaristía, una para todos;
el mutuo reconocimiento de los ministerios.
- Reconocer la opción por los pobres -hoy la mayoría de la humanidad, excluida- como una opción esencial del Evangelio y por eso mismo esencial también a la Iglesia de Jesús, una verdadera "nota" de su identidad.
- Descentralizarse "católicamente", inculturándose en cada pueblo y potenciando la identidad y la alteridad de las Iglesias locales, de las conferencias episcopales; revisando, en consecuencia, el modo de ejercer el ministerio de Pedro y toda la ministerialidad de la Iglesia; y posibilitar la participación adulta y corresponsable de los laicos y laicas. "La Iglesia -repetía el inolvidable P. Haring, que acaba de pasar a la plena libertad del Reino- necesita cristianas y cristianos mayores de edad, vanguardia de la verdadera libertad y responsabilidad, pioneros en el mundo de la justicia social y de la política de la paz".
- Aproximarse muy samaritanamente a todas las inquietudes y desconciertos y sufrimientos y esperanzas de la Humanidad, llevándole la luz y el óleo de la Buena Nueva del amor de Dios. El patriarca Georges Hourdin, en su último libro "El viejo y la Iglesia" &endash;parafraseando "El viejo y el mar" de Hemingway-, sueña con que la Iglesia tenga cada vez más "la capacidad del Evangelio, llevado por hombres y mujeres al mismo tiempo, de volverse al mundo futuro con pensamientos de humanidad y felicidad". Hourdin, pues, sintoniza, desde su fe y su cultura, con la desesperada fe y la miseria del campesino de la canción: "¿Qué quiere decir 'bienaventurados'?… ¡que lo de 'pobre' me lo sé yo!".

A nuestra Iglesia Latinoamericana le pediría que retomara, como un primer amor, las intuiciones y compromisos de Medellín, "recepción" latinoamericana del Vaticano II; la conciencia y la voluntad de ser una Iglesia "nuestra", sintonizando con las culturas, dolores y esperanzas de nuestros pueblos; partiendo proféticamente hacia una evangelización nueva de verdad por ser inculturada, comprometida, libertadora. Acabamos de celebrar los 30 años de Medellín, y Medellín debe seguir siendo un marco histórico decisivo para la Iglesia latinoamericana, nuestro Pentecostés criollo, el mayor acontecimiento de toda la historia de la Iglesia en América Latina, a mi entender, por lo que sintonizó y desencadenó.

En nuestra Iglesia de São Félix do Araguaia seguimos, entre fallos y esfuerzos. En este cuatrienio tenemos como prioridades la formación, la autonomía en personal y en economía, y la pastoral sociopolítica. Despacito, claro. Eso de la autonomía sobre todo tiene mucho aún de sueño realmente. Y la economía continúa siendo un verdadero andar sobre la cuerda floja, aunque la Providencia y las providencias solidarias a la hora tensa de la verdad siempre nos echan una mano.
Durante este año de 1999 tendremos en toda la Prelatura misiones populares, animadas casi exclusivamente por las mismas comunidades de nuestra Iglesia.
En el último retiro espiritual, que realizamos a orillas del Araguaia, en aquel cerro familiar de Santa Terezinha, destacábamos como rasgos de familia de nuestra Iglesia &endash;que lo son o que lo deberían ser-:
a) la opción por los pobres, que es opción por el pueblo, que es opción por la justicia y la liberación. De ahí también el desafío de la inculturación y la vivencia de la pobreza evangélica o la sobriedad, personal y comunitaria;
b) la convivialidad o convivencia fraterna; por la vida y la acción en equipo, por la hospitalidad de casas y corazones abiertos, por la compenetración y sensibilidad con el pueblo y sus andanzas;]
c) la latinoamericanidad en la espiritualidad, la teología y la pastoral de la liberación; por la memoria y la celebración de los Mártires de la Caminhada; por la Biblia en manos del pueblo; en comunidades eclesiales de base; potenciando la participación del laicado y muy explícitamente de la mujer; asumiendo nuestros "concilios latinoamericanos" y las pastorales específicas que la Iglesia del Continente va suscitando; haciendo nuestras las grandes Causas de la Patria Grande, como Pacha Mama, como Amerindia, como Afroamérica;

A tiempo convidamos a los amigos y amigas solidarios para la gran Romería de los Mártires de la Caminada que vamos a celebrar en el mes de julio del año 2001, vigésimo quinto aniversario del martirio de nuestro padre João Bosco y fecha-cuna de nuestro Santuario de los Mártires Latinoamericanos. Y, por cierto, estamos lanzando para todos esos amigos y amigas el proyecto de una "Hermandad de los Mártires de la Caminada"; para mantener viva su memoria, para celebrar sus fechas, para seguir asumiendo las causas que los llevaron hasta dar "la prueba del mayor amor".

Nuestra querida Centroamérica ha sido golpeada una vez más, ahora por la violencia del huracán Mitch. Exceso de la naturaleza, pero también injusticia humana, porque han sido una vez más sobre todo los pobres los que han perdido viviendas, cultivos, vidas. Ni las respectivas políticas nacionales ni la política internacional, allá como en tantas otras partes del mundo previenen, y hoy en buena parte sería posible, los efectos mayores de esos cataclismos. Una vez más, afortunadamente, Centroamérica, que enseñó la solidaridad como "ternura de los pueblos", ha recibido verdaderas avalanchas de solidaridad sobre los daños del huracán.

Ustedes habrán acompañado las celebraciones de Riobamba, Ecuador, en agosto último, con ocasión del 10º aniversario de la pascua del patriarca Leonidas Proaño. Fueron una hermosa confluencia de amistades, de compromisos y de esperanzas, en la línea de "las grandes causas que forjaron el alma y la acción de Mons. Proaño": la opción por los pobres, los pueblos indígenas, la comunidad, la solidaridad. "El grito de Riobamba" que se promulgó, el 30 de agosto en aquellas blancas alturas del Chimborazo, expresa abiertamente lo que allí sentimos y nos propusimos, en esta hora del Pueblo y de la Iglesia de América Latina. Me parece oportuno recoger aquí un alerta-compromiso que hace el manifiesto con respecto a la celebración del Jubileo: "Queremos que éste (asumir las Grandes Causas) sea el modo de vivir y ayudar a vivir, en nuestras respectivas Iglesias y países, el verdadero Jubileo permanente que instauró Jesús de Nazaret. Concretando así, más allá de cualquier conmemoración triunfalista y ocasional, lo que debe significar el Jubileo Bíblico en nuestros contextos sociales y religiosos: por una conversión personal y estructural de nuestras Iglesias y Sociedades, en la vivencia de la fe con coherencia e inculturadamente, en la convivencia fraterna de una paz con justicia y dignidad, en la satisfacción de las reivindicaciones mayores de tierra, salud, vivienda, educación, comunicación y trabajo..."

* * *

A estas alturas ustedes se preguntarán a qué viene la escala de Jacob como título de esta circular, tan apenas hilvanada.
El bueno de Jacob huyendo, como a la deriva, perseguido por una vocación radical, luchaba consigo, con la familia y con Dios; sin saber, noche y tierras adentro, a dónde la vida le llevaba. La tradición cristiana ha visto en esta lucha de Jacob con Dios, junto al torrente Yaboc, una imagen del combate espiritual de la Humanidad confrontada con el misterio del Dios Señor del Mundo y de la Historia. Como Jacob nos sentimos un poco todos hoy, a la hora de vadear el curso de un siglo, de un milenio, tan amenazante como esperanzador. Los datos del PNUD, las iniquidades estructurales, los cataclismos cósmicos, la violencia -estructurada o espontánea- estallando desde todos los ángulos de la sociedad, fácilmente nos sitúan en un camino desconcertado, como a la deriva también. Todos un poco Jacob buscando el Día. En medio de esta noche de sueños y de temores, dormidos quizá sobre la piedra de una realidad más que dura, no nos falten los ángeles de la luz, la solidaridad y la esperanza, que bajan y suben de Dios a nosotros, de nosotros a Dios.

Y volvamos -para terminar, con un gran abrazo además- al profesor gorila, al niño teólogo y a nuestro san Romero que encabezan esta circular. El profesor Ismael &endash;ése es su nombre- tiene más que razón con sus preguntas: Si acabamos con las plantas, con los animales, con la naturaleza, evidentemente acabaremos con nosotros también. Espero que el niño teólogo no tenga razón y que con nuestro testimonio vaya aprendiendo una visión muy distinta de Dios y de la Iglesia, en el cielo y en la tierra. Y debemos empeñarnos, con toda nuestra pasión humana y con todo el poder del Evangelio, para que la promesa esperanzada de Romero tenga razón de verdad: "Y verán, queridos pobres…, cómo a pesar de tantos pesares amanece la aurora de la Resurrección!".

Pedro Casaldáliga
São Félix do Araguaia, MT, Brasil
-para este 1999-
araguaia@ax.apc.org
[Página de las cartas circulares:] http://www.uca.edu.ni/koinonia/pedro/cartas.htm
[Página personal:] http://www.uca.edu.ni/koinonia/pedro
[Página de la Prelatura:] http://www.alternex.com.br/~prelazia/