EL AMOR, LEY DE LA NUEVA ALIANZA

JUEVES SANTO
LA CENA DEL SEÑOR


12 de Abril de 1979

Éxodo 12, 1-8, 11-14
Corintios 11, 23-26
Juan 13, 1-15

 

Queridos hermanos:

Si quisiéramos resumir el pensamiento de la palabra de Dios en esta tarde, yo diría esto: ¡El amor, ley de la Nueva Alianza! La Semana Santa es la celebración de esa Alianza Nueva que Dios anunció por los profetas: "Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo". Y se entabla una relación de amor entre Dios y los hombres, que debía responder también a una relación de amor de los hombres a Dios y de los hombres entre sí, porque no vive la Alianza Nueva del amor, el que no sabe amar.
 

EL AMOR, LEY DE LA NUEVA ALIANZA

1. La Pascua, fiesta de la Alianza.

2. El Mandamiento de la Nueva Alianza.

3. Humildad y servicio, caminos del verdadero amor cristiano.
 

1. LA PASCUA, FIESTA DE LA ALIANZA

a) Israel. La primera lectura nos remonta a la manera como se celebraba la pascua, año con año, en Israel. Jesucristo, como buen Israelita con sus apóstoles, va precisamente esa tarde a celebrar la Pascua. Era como la fiesta religioso-nacional de Israel.

- Pascua-memorial de la misericordia liberadora de Dios: el paso del Señor. En esa fiesta de Pascua recordaban el paso de Dios con su misericordiosa liberación, porque fue la noche en que Dios pasó por el territorio de Egipto para liberar al pueblo de Israel que se distinguía por los dinteles de sus puertas marcados con la sangre del cordero, mientras que todos los hogares de Egipto lloraban la muerte de sus primogénitos. Y cada año, entonces, como lo acabamos de escuchar, Dios lo había prescrito, había que celebrar ese paso del Señor: Pascua.

- Renovación de la alianza mosaica. El Señor pasa como una fiesta en que los judíos renovaban la ley, la alianza con Dios; la Alianza que, junto al Monte Sinaí, había hecho Dios con su pueblo y donde el pueblo le había respondido a Dios: "haremos como Él dice". Se reunían, así como estamos nosotros esta noche, en una reunión de Pascua, para comer el cordero pascual y cuando los hijos o los jóvenes preguntaban a los padres y a los abuelos: ¿por qué nos reunimos?. La historia se iba trasladando de generación, en generación. "Éramos esclavos y Dios nos liberó".

- Renuncia de idolatrías (Egipto)... y "fiesta de honor del Señor"... Es una fiesta de gratitud. Una fiesta que tiene unas características propias de una alianza de amor. "Renuncia de idolatrías porque Dios es un Dios celoso, decía Moisés, y no tolera la adoración de otros dioses". Y este día reanudaban su fe en el único Dios.

En la lectura de hoy, aparece la fiesta de Pascua como una fiesta en honor del Señor. El único Señor, no había más señores. Por eso Dios castiga también a Egipto y a todos los idólatras, porque han despreciado al verdadero Dios y adoran las criaturas.

- Sacrificio... el cordero. Es una celebración también de sacrificio, donde el cordero es el símbolo de la inocencia ofrecida al Creador en reparación de los pecados del pueblo.

- Comida. Es una fiesta -comida, una cena, porque en torno de una mesa de familia se vive la alianza del amor familiar. ¿Qué es el matrimonio, qué es el amor de padres e hijos, sino el reflejo de la Alianza Nueva de Dios con los hombres? Y en cada mesa donde una familia se reúne a comer, allí hay un reflejo del amor de Dios que comparte el pan, la vida con los hombres.

- Unidad de la Patria... amor de familia... Es una fiesta de unidad nacional. Todos los hogares pensaban en el único Israel. Moisés que había dado un sentido de nacionalidad a aquel pueblo peregrino del desierto, logró imprimir en la Pascua de cada año, un sentido patriótico; de tal manera que la Pascua era la fiesta nacional de Israel. De una patria que reconocía la soberanía de Dios y que en Moisés o en los hombres que lo guiaban, no veían más que la mano de Dios que va con la historia del pueblo. ¡Que hermoso sentido de la Pascua Israelita!

b) Pascua cristiana: Eucaristía... Todo esto, toda esta carga de historia, de religión, de amor, de familia, de patria, de volver a Dios, obediencia al amor misericordioso que libera; todo esto cargaba el corazón de Cristo cuando en esta noche, nos dice en su evangelio: "con gran deseo he deseado comer con ustedes esta Pascua". Esta Pascua ya no es la judía. Aquella noche Cristo recoge toda la profecía anunciada en la Pascua de Israel y le da el verdadero sentido, la realidad: la Nueva Alianza ya está aquí.

Esta es la celebración de la nueva alianza.

Ya no es profecía ya no es figura, ya no es el Cordero, ya no es una peregrinación por el desierto, ya no es una liberación de la esclavitud de un pueblo, ya se trata de la verdadera liberación cristiana: ¡Es ya la Eucaristía!

Hemos escuchado hoy, en la segunda lectura y en el evangelio, el sentido que, para nosotros cristianos, tiene la reunión de esta tarde. Es una reunión donde venimos a recoger la herencia preciosa como San Pablo dirá: "Yo he recibido una tradición que procede del Señor y que a mi vez, os he transmitido". Nosotros en esta noche, queridos hermanos, aquí en la Catedral, somos como el eslabón de una cadena de veinte siglos. Nosotros hemos recibido una tradición que en el pan se hace presente Cristo y que en el cáliz, su sangre que se derrama como Alianza Nueva, se nos da como rúbrica del amor, del sacrificio de Dios. Y esa tradición que recibimos la transmitimos también a las generaciones posteriores.

¡Qué hermoso ver aquí niños!. Niños que ya van entendiendo lo que sus padres les enseñan, lo que significa el Jueves Santo. Es el eslabón de la cadena que recibe toda una historia de la tradición para lanzarla en los hijos hacia el futuro. es la fe de que Cristo está presente en esta eucaristía, cuya institución estamos celebrando en esta tarde. "Esta es la tradición que he recibido del Señor", dice Pablo todavía en el primer siglo del cristianismo.

- Paso de Jesús de la muerte a la Resurrección. Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo tomó pan y pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros. Este es el cáliz de la Nueva Alianza". ¿Ven cómo es la celebración cristiana por antonomasia, nuestra Pascua, Pascua para los Israelitas era el paso de Dios liberando a su pueblo. Para nosotros cristianos, es el paso de Cristo a través de una muerte dolorosa hacia la resurrección gloriosa. Paso mucho más difícil que los cuarenta años del desierto y el paso a través del mar; es el paso por el dolor, por el sufrimiento, por la pasión, por la cruz. Es el paso del Señor. La Nueva Alianza es celebrada en el altar de nuestra misa de Catedral en esta tarde.

- Amor de Jesús hasta el extremo. Es el amor de Jesús. Todo esto tiene un tono de amor tan profundo, que podíamos decir: en la hostia y en el cáliz de esta noche, como el cáliz de todas las misas que se celebran, como que está borbotando la sangre viva que arrancó el amor al corazón de Cristo, para darse por nosotros. Amor es entregarse. Amor es no reservarse nada para sí. Amor es darse por completo a la muerte si es necesario. Amor es quedar clavado en una cruz diciendo a sus mismos enemigos, que los perdona. Amar es no saber odiar, es saber perdonar, es devolver sonrisas de bendiciones como Cristo desde la cruz.

- La Pascua cristiana es también comida. El cuerpo del Señor ya no es el cordero con lechugas amargas, es el pan ázimo, la presencia de Jesucristo que se inmola por nosotros, dándole gracias al Padre por todo lo que el Padre nos bendice y nos ama.

- Acción de gracias. (Cristo al Padre). ¿Quién puede agradecer mejor que Jesucristo en nombre de todos nosotros, los beneficios que recibimos de Dios? Amor es gratitud y Cristo recoge todos los beneficios de la humanidad para decirle al Padre: muchas gracias porque bendices a mis hermanos los hombres. ¡Qué corazón más amplio el de Jesucristo! ¡Qué Alianza Nueva la de la sangre derramada para, poder firmar con sangre de amor, de pacto de amor que Dios ha hecho con la humanidad!
 

2. EL MANDAMIENTO DE LA NUEVA ALIANZA

a) El nuevo pueblo de Dios que surge de la Nueva Alianza, tiene por ley el nuevo mandato de amar, como el mismo Cristo nos amó a nosotros.

Cuando el Concilio quiere definir cuáles son las verdaderas características del pueblo nuevo de Dios de este pueblo nuevo que ha nacido de la Alianza de Dios con los hombres, dice esta hermosa palabra: "Este pueblo nuevo tiene por cabeza a Cristo que fue entregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra salvación. La condición de este pueblo nuevo tiene por estado la dignidad y la libertad de los hijos de Dios". En ninguna parte se vive tan profundamente la dignidad humana y la libertad humana como en la alianza de amor de Dios con los hombres. Nadie defiende tanto los derechos humanos como Dios pactando con los hombres. Por eso, el que quiera ser verdaderamente libre, el que quiera vivir verdaderamente la dignidad humana, tiene que ratificar en esta noche, la Alianza con el Señor.

Nadie te puede hacer libre como Dios te hace libre. Nadie respeta tu libertad, como Dios te la respeta. Y dice el Concilio: este pueblo nuevo "Tiene por ley el mandato nuevo de amar como el mismo Cristo nos amó. Tiene últimamente como fin la dilatación del reino de Dios..."

Estos son nuestros compromisos, pero el compromiso que unge esta noche nuestros corazones es el mandato nuevo del amor. En este ambiente de la Alianza Nueva, Cristo nos ha dado la consigna: "Os doy un mandamiento nuevo, que os améis los unos a los otros. Que como Yo os he amado, así os améis también vosotros, los unos a los otros".

b) Puebla: Mensaje a los pueblos... la civilización del amor. .."

A la luz de esta palabra divina, yo quisiera que recogiéramos hoy, todo el rico concepto que el mensaje que los Pastores reunidos en Puebla dirigieron a los pueblos de América Latina. En este mensaje dicen: "Os invitamos...". Yo siento que aquí, mi palabra ya no es la pobre palabra de un solo obispo, ya es la palabra de todo el magisterio episcopal de América Latina, ahora avalado por la aprobación del Papa. Escuchen, pues, este llamamiento, no como la pobre voz que ahora los Piratas del Aire están robando a nuestra emisora, sino que es la voz de pastores esparcidos por todo el continente, del Pastor Supremo de la Iglesia. Si ahora nos están interfiriendo en nuestra radio, no es la voz del Arzobispo de San Salvador a la que están ofendiendo, van a ofender al Papa mismo, y a la voz de todos los Pastores de América que dirigen a la Diócesis de El Salvador, desde la Catedral este llamamiento: "Os invitarnos a ser constructores abnegados de la civilización del amor, inspirada en la palabra, en la vida y en la donación plena de Cristo y basada en la justicia, en la verdad y en la libertad".

¡Qué palabra más bella!: "Os invitamos a construir la civilización del amor". ¡Esta es la civilización verdadera! Esta es la civilización de la Alianza Nueva. Esta es la que nos hace verdaderamente hombres humanos, cristianos, hijos de Dios, porque Dios es amor y la civilización que Dios quiere entre los hombres es la civilización del amor en la cual se involucra también, la justicia, la verdad y la libertad.

Queremos estudiar con vosotros cuál es la estructura de esta civilización del amor. El amor cristiano sobrepasa las categorías de todos los regímenes y sistemas. La Iglesia por eso no se identifica con ningún sistema político. La Iglesia no se puede identificar con ninguna organización política. La Iglesia no puede ser un sistema, está por encima de todos los sistemas porque trae consigo la fuerza insuperable del Ministerio Pascual, o sea, la muerte y la resurrección de Cristo.

El mensaje de la Iglesia, la civilización que la Iglesia predica, lleva el valor del sufrimiento de la cruz y las señales de victoria y de resurrección. "El amor produce la felicidad de la comunión e inspira los criterios de la participación".

Decíamos que esta civilización del amor no es un sentimentalismo, es la justicia y la verdad. "La justicia es un derecho sagrado de todos los hombres, conferido por el mismo Dios que está insertada en la esencia misma del mensaje evangélico". Una civilización del amor, que no exigiera la justicia a los hombres, no sería verdadera civilización, no marcaría las verdaderas relaciones de los hombres. Por eso, es una caricatura de amor cuando se quiere apañar con limosnas lo que ya se debe por justicia. Apañar con apariencias de beneficencia cuando se está fallando en la justicia social. El verdadero amor comienza por exigir entre las relaciones de los que se aman, lo justo.

Pero no basta, también exige la verdad. "La verdad iluminada por la fe es la fuente de discernimiento para nuestra conducta ética". Si no hay verdad en el amor, hay hipocresía. Muchas veces se dicen palabras bonitas, se estrechan las manos, y quizás hasta se den un beso, pero en el fondo no hay verdad. Por eso una civilización donde se ha perdido la confianza del hombre a otro hombre, donde hay tanta mentira, donde no hay verdad, no hay fundamento de amor. No puede haber amor donde hay mentira. Falta en nuestro ambiente, la verdad. Y cuando la verdad se dice: ofende, y se callan las voces que dicen la verdad y se estorba esa voz. Por eso se estorban también las ondas de una radio, cuando esa radio se ha caracterizado por la verdad que se dice al pueblo.

Gracias a Dios que en este ambiente de mentira en que vivimos, la Iglesia ha podido conservar esa nota del amor: la verdad; y se le cree. ¡Hay credibilidad en la Iglesia! Yo quiero agradecer al pueblo este honor inmenso que hacen a nuestra Iglesia al predicar la civilización del amor. No tienen miedo de desenmascarar y denunciar las injusticias y los atropellos por tener que decir siempre la justicia y la verdad.

"La civilización del amor, repudia la violencia". Jamás hemos predicado la violencia. En este Jueves Santo, cuando el Señor nos dice: "Amaos los unos a los otros", está diciendo la filosofía de la verdadera Iglesia. Es el amor, no es la violencia la fuerza que va a componer al mundo. Repudia la violencia, el egoísmo, el derroche, la explotación y tos desatinos morales. "A primera vista, -fíjense bien en esto- sobre todo aquellos que ya no tienen fe en el amor, sobre todo aquellos que tienen más confianza en al violencia, en la guerrilla, en la fuerza armada, en el secuestro, en el terrorismo, no está allí la salvación. A primera vista parece que al hablar de civilización del amor, estamos diciendo una expresión sin la energía necesaria para enfrentar los graves problemas de nuestra época. Sin embargo, os aseguramos: no existe una palabra más fuerte que ella -del amor- en el diccionario cristiano. Se confunde con la propia fuerza de Cristo. Si no creemos en el amor, tampoco creemos En Aquel que dijo: un mandamiento nuevo os doy que os améis los unos a los otros... "

Queridos hermanos, cuando la Iglesia predica la no-violencia, no es por cobardía. Dijo el Papa Pablo VI: "el cristiano sabe combatir, pero el cristiano sabe que la violencia no es el remedio eficaz". Que la no-violencia, la fuerza del amor, es la única que Cristo nos ha ofrecido y aún teniendo capacidades de combatir, combatimos con la no-violencia, con la fuerza del amor. "Amaos los unos a los otros", es algo más que conformarse, es algo más que tolerar las cosas con una pasividad de muertos. La Iglesia tampoco quiere esa pasividad, por eso, promueve y le dice al hombre su propia dignidad; el valor de la igualdad de todos los hombres, para que nadie se deje masificar, para que todos nos personifiquemos, para que todos le demos la verdadera dignidad a nuestra personalidad humana, pero no para con un orgullo imponernos con la violencia y con la fuerza, sino para saberle dar a nuestra personalidad: la característica propia del cristiano.

Cristo fue fuerte y combativo cuando clavado en la cruz decía al Padre: "Perdónalos porque no saben lo que hacen". Es la fuerza del perdón. 'La civilización del amor propone a todos la riqueza evangélica de la reconciliación nacional e internacional. No existe gesto más sublime que el perdón. Quién no sabe perdonar, no será perdonado". -dijo Jesucristo

Tienen aquí también, cómo en la fuerza evangélica del perdón y del amor está también la potencialidad de nuestra misma salvación, la liberación misma de los hombres.

Y continúa el mensaje, pero no quiero cansarlos más. Lo que he dicho basta para comprender la estructura del mandato nuevo de Cristo en los labios de los Pastores de América Latina. Se ha hecho un llamamiento que yo repito en esta noche: ¡Seamos constructores de la civilización del amor! Sepamos perdonarnos. La civilización del amor condena las divisiones absolutas, las radicalizaciones. Creo que este es el gran mal de nuestra sociedad. Nos hemos polarizado, nos hemos radicalizado en dos extremos y los que están en el extremo derecho, miran que todo lo de la izquierda es vituperable, es comunismo, es terrorismo, y hay que acabar con ello, hay que reprimirlo. Y no es cierto hermanos, hay muchas voces de justicia, de reivindicaciones necesarias, urgentes, y hay que oírlas. No todo reclamo de justicia social es comunismo ni es terrorismo. Tengamos oídos con esta ética de discernimiento del amor para saber oír en la voz del campesino que se muere de hambre, no un terrorista sino un hermano que está necesitando la voz, la ayuda del que le puede dar.

Lo mismo, los grupos que se han alineado a la izquierda, no miren hacia la derecha como si todo fuera reaccionario, como si todo fuera represión, como si todo fuera odioso. Miren, también allí hay distinción. Hay grupos que están buscando salida a esta situación. Hay quienes quieren dialogar, hay grupos en todos los sectores humanos de nuestra patria, que quieren y buscan. Es la civilización del amor la que está clamando hasta de los extremos más opuestos. Y en esta noche en que Cristo nos visita concretamente a los salvadoreños tan problematizados, metidos como en un callejón sin salida, repetimos, como lo hemos dicho tantas veces: ¡Hay salida de este callejón y la salida es el amor, es entendernos, es comprendernos! Hay fanáticos en uno y en otro extremo, porque también en la derecha hay extremistas que claman violencia y que quisieran que el Gobierno no hiciera más que reprimir y golpear. En todas partes hay fanáticos y estos son los que nos hacen los grandes males. El fanatismo es un antagonismo del amor. El verdadero amor descubre hasta en el pecador -como Dios lo sabe hacer-, lo bueno que hay para salvarlo. Mientras no estemos en el infierno -primero Dios que no estaremos nunca- siempre hay algo bueno, hasta en el corazón del más malo. Salvemos ese algo bueno, como Cristo desde su cruz ama y quiere salvar... En este Jueves Santo me ha parecido muy significativo un diálogo con varios hombres preocupados de esta situación del país y yo les digo, queridos hermanos, que esta construcción de la civilización del amor es muy posible, si los hombres sabemos deponer actitudes agrias y nos sabemos sentar, si es posible con una sonrisa. Siempre el hombre es capaz de sonreír. Sólo en el infierno no se sonríe ya, quizás porque muchos llevan el infierno en su corazón, el odio, la violencia fanática. ¡Qué feos son los rostros de los que odian, qué hermoso es el rostro cuando sonríe y da una esperanza en el amor!
 

3. HUMILDAD Y SERVICIO, CAMINOS DEL AMOR

El gesto de Cristo, que en una forma voy a tratar de imitar yo al arrodillarme ante los que recuerdan a los apóstoles para que les laven los pies, es el gesto que nos invita a emprender el camino del amor. No se puede amar si no se es humilde. No se puede amar si no se tiene un sentido de servicio en el corazón. No se puede construir la civilización del amor sin bases de humildad y de servicio al hermano. ¡Abrir el corazón al hermano! Hermano, ¿qué te hace falta, en qué te puedo servir?

O como Cristo decía cuando se levantó de lavar los pies a los discípulos: os he dado ejemplo, ustedes me llaman Maestro y Señor, y Yo lo soy de verdad, pues yo soy su Maestro y su Señor, hagan lo que yo les he enseñado, lávense los pies los unos a los otros, no en el sentido material sino en el sentido de servicio, porque lavar los pies, en los tiempos de Jesús, era el oficio del esclavo. Cuando llegaba un huésped, un invitado, el esclavo tenía que lavarle los pies, era oficio de esclavos y Jesús nos enseña que nada es humillante cuando se ama. Pedro que se escandaliza: ¡Cómo tú Señor me vas a lavar los pies siendo tú tan grande y yo tan chiquito! Déjate -le dice- porque si no te lavo, no tendrás parte conmigo. Entonces, Pedro comprende que ese gesto de humildad es una clave para entrar en comunión con Jesús.

Hermanos, sólo con esa clave de la humildad y del servicio podremos entrar en la civilización del amor. Odia el orgulloso, el avaro, el soberbio. Ama el humilde, el desprendido. Se puede tener y se puede ser feliz; y se puede ser santo cuando en el corazón hay amor y hay humildad. Ojalá que en esta Semana Santa -yo le he pedido mucho al Señor-, esta pobre palabra que yo, interpretando la palabra de Dios, les iba a dirigir en esta tarde -y ojalá que a través de la radio, la dejen pasar- sea una palabra que no lleve la elocuencia ni la sabiduría de un hombre; que se pierda mi persona y mi acento y que llegue al corazón de cada oyente el acento tierno y dulce del mismo Jesús que en esta noche se hace presente en esta asamblea. ¡A Él escuchemos!, y si mi persona cae repugnante y por eso se quiere acallar mi voz, no se fijen en mí, fíjense en Aquel que les manda a decir: "Ámense unos a otros". No es a mí a quién oyen, sino al Señor, al Amor que nos quiere precisamente suyos, por esta característica del amor.
 

PENSAMIENTO FINAL

Vivamos la Alianza con el Señor.

Yo le pido al Señor que, en esta Eucaristía en que estamos celebrando la Ley de la Nueva Alianza, todos ratifiquemos la Alianza con Él y que nuestro propósito sea de cumplir esa ley que marca a los verdaderos aliados con Dios. Sólo el que ama, vive la Alianza con el Señor. El que no ama, no debe llamarse cristiano. La alianza tiene una ley que Cristo la ha dictado en esta noche; en esto conocerán que sois mis discípulos. Ojalá hermanos, que todos salgamos en esta noche con esa marca del Señor: del amor, y sepamos perdonar y sepamos amarnos y sepamos celebrar en este Jueves Santo, la gran reconciliación que necesita nuestra patria. Así sea...
 

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