Los innumerables rostros del Misterio
(La Biblia y el pluralismo cultural y religioso)
Marcelo BARROS
Quién lee o estudia
la Biblia se confronta con muchos
textos en los que el concepto de «gentiles» o personas de otras culturas y otras
religiones se ve asociado a impíos, o a la injusticia e iniquidad. De hecho, en
la historia de nuestro continente latinoamericano, estos textos polémicos y
apologéticos fueron utilizados por nuestra Iglesia para condenar y demonizar a las
religiones ancestrales de los pueblos amerindios y de los grupos
afro-descendentes. Todavía hoy, en programas radiofónicos y televisivos,
pastores de Iglesias independientes o del pentecostalismo autónomo, las
divinidades de estos cultos son asociadas con los demonios...
Una lectura fundamentalista o rápida de
la Biblia nos hace descubrir
textos que enseñan no sólo la intransigencia religiosa, sino incluso la
violencia interreligiosa.
La
Biblia puede ser interpretada como una continua lucha contra las
culturas y religiones de otros pueblos. José María Vigil dice, no sin razón: “Los
textos del Primer Testamento referentes a las divinidades de los pueblos
vecinos a Israel las califican despreciativamente como ídolos.
Son descritos negativamente como obras de manos humanas y cosas
muertas (Sb 13, 10), como nada (Is 44, 9), vacio (Jr 2,
5 e 16, 19), mentira (Jr 10, 14; Am 2, 4; Br 6, 50),
demonios (Dt 32, 17; Br 4, 7). Sólo el
Señor (JHWJ) es el Dios verdadero (Jr
10, 10). El pueblo de Dios tenía la convicción de ser un pueblo especial, elegido,
y que tendría que vivir separado de los otros y incluso contra ellos: “Cuando
el Señor tu Dios te haya introducido en la tierra prometida, cuando arroje delante
de ti a muchos pueblos, al heteo, al amorreo, al cananeo, al fereceo, al jeveo,
y al jebuseo, cuando las entregue en tus manos y tú los derrotes, los
exterminarás, según la ley del anatema” (Dt 7, 1- 2)”[1].
Diversos intelectuales contemporáneos han
llamado la atención para el carácter intransigente y violento de muchos textos bíblicos.
Un sociólogo ha afirmado que, después de leer
la Biblia, ha llegado a una
conclusión: “Llenar el mundo con religión, principalmente con una religión
monoteísta como la que enseña
la
Biblia, equivale a desparramar por los caminos armas a punto
de disparar. No podemos sorprendernos si estas armas son
usadas”[2]. También,
en su mensaje al 2º Foro Social Mundial, José Saramago
escribió: “Siempre, de algo tenemos de morir, pero ya se ha perdido la cuenta
de los seres humanos muertos de las formas más trágicas que la humanidad fue
capaz de inventar. Una de ellas, la más criminal, la más absurda, la que ofende
más la inteligencia humana, es aquella que, desde el principio de los tiempos, ha
ordenado matar en nombre de Dios”[3].
En 1996, el cardenal Carlo Maria Martini,
entonces arzobispo de Milán, afirmaba: “Me siento obligado a reflexionar sobre
páginas bíblicas que parecen legitimar y hasta incluso exhortar el pueblo al
conflicto cultural o interreligioso. Pienso en diversos textos de los libros de
Josué, Jueces, los Reyes y Crónicas, e incluso Isaías, Amós, otros profetas y
el Apocalipsis. En algunas parábolas evangélicas, la guerra y la violencia son
consideradas comunes e inherentes a la suerte de este mundo. El evangelio
compara a Dios y su reino con un rey en guerra en contra de otro rey con diez
mil hombres (Lc 14, 31). Está también la parábola del rey que, al saber que sus
siervos y su hijo fueran insultados y asesinados, “quedó indignado y ordenó sus
soldados masacrar aquellos campesinos, incluso prendiendo fuego a su ciudad”
(Mt 22, 7). Hay diversas otras
historias de venganza y pena de muerte. Hoy no podemos proponer hechos de
guerra y violencia como imágenes del Reino de Dios. ¿Cómo entonces comprender
la violencia presente en la
Biblia?”[4]..
Es claro que, por otra parte, podemos
citar textos bíblicos que enseñan el respeto a las personas y grupos que tienen
una cultura o religión diversa de la fe yavista. Estos textos son, sin duda,
menores en número que los que combaten la fe de los otros. Sin embargo, lo que
importa no es la estadística de cuántos textos aparecen de un lado y de otro.
Ni se trata de contraponer texto a texto y utilizarlos como armas para defender
nuestras posiciones actuales, favorables o contrarias al pluralismo cultural y
religioso. Los textos forman parte de una historia y sólo pueden ser entendidos
en su contexto histórico, social y literario.
Un tema como este de la relación entre
la comunidad de Israel y las otras culturas y religiones ha acompañado al
pueblo bíblico en toda su historia y sólo puede ser bien entendido si tenemos
en cuenta las idas y venidas que el pueblo ha dado en sus relaciones con los
pueblos vecinos y con sus culturas. Imagino que si viajo por una carretera o
camino del interior de Colombia -debe ser como en Brasil- el camino tiene
muchas curvas y diferentes altitudes. Hay sitios en los que la carretera parece
ir en dirección al Sur y de repente da una curva y se dirige al Norte. La
cuestión principal no es fijarse en las curvas, sino comprender de donde viene
el camino y cuál es su destino final, o sea, si nos lleva al Norte o al Sur. Un
estudio aislado de citas o perícopas bíblicas, que no tenga en cuenta el punto
de partida y de llegada, puede legitimar y fundamentar cualquier posición ideológica
o teológica. Para evitar eso, intentaré leer aquí los textos en su conjunto
literario, en su contexto social y histórico, y sin querer ocultar u olvidar
sus contradicciones internas o literarias.
1. – Un terreno que hay que limpiar y
abrir a todos
En Brasil, muchas personas, sobre todo
cristianas, tienen una impresión muy negativa de algunas prácticas y costumbres
de tradiciones negras. Uno de los objetos más serios de estas críticas es lo
que se llama el “despacho”, rito o
sacrificio hecho para causar mal a alguien. Si por la mañana, la persona abre la
puerta de su casa y encuentra una gallina negra muerta con un lazo rojo
apretando su cuello, eso es horrible. Como en Haití, cuando una persona
encuentra un muñeco más o menos semejante a la misma persona, o con algún trozo
de ropa suya, y con un alfiler o aguja traspasándole el pecho, eso es mortal. Y
las personas cristianas dicen: ¿cómo una religión puede aceptar que se haga mal
a otras? Una vez pregunté eso a una Yalorixá (sacerdotisa del candomblé) y ella
me contestó: “El Candomblé no tiene este tipo de rito, ni acepta que se haga
magia contra otra persona. Quien hace eso mezcla ritos antiguos de África con
creencias indígenas aisladas. Pero, usted póngase en el puesto de un padre o
madre de familia negra del siglo XIX que tenía una hija de diez u once años.
Imagínese que su patrón blanco le llama y le dice: “Hoy voy a dormir con su
hija; mándela a mi casa”. Usted no tiene cómo defenderse ni a quién protestar.
Imagínese que puede hacer pensar al patrón que, en caso de que cumpla lo que ha
dicho, puede él ser víctima de un despacho, y eso lo llevaría a morir
o a perder su esposa o alguien de su familia. ¿Usted
haría el despacho o no? Este rito
seria legítimo para defender su hija pequeña, o usted aún lo consideraría
violento y salvaje?” Desde este diálogo, comprendo que hoy un rito así no debe
ser usado para dar miedo a alguien o para robar el marido de otra, pero para
juzgarlo tenemos que saber su origen y su contexto histórico.
Así es también con
la Biblia y sus luchas contra
los ídolos y su intransigencia en contra las otras culturas y otras religiones.
Hasta hoy, los estudiosos no se han puesto de acuerdo sobre la historia del
Israel bíblico, y hay muchas tesis en conflicto sobre la historia de los textos
bíblicos. Hoy, pocos exégetas siguen con la tesis de las cuatro fuentes del
Pentateuco, y hay incluso quien, como el historiador y especialista inglés
Philip Davies, defiende que sólo en la época de los Macabeos (siglo II antes de
nuestra era) las tradiciones literarias del Israel bíblico, aunque utilizando
materiales antiguos y muchas tradiciones orales, fueron organizadas en la
secuencia actual. “
La Biblia,
como creación literaria y histórica, es un concepto asmoneo, sostiene este
autor”[5]. Aun sin poder
entrar ahora en esta discusión técnica, es cierto
que la compilación de los libros bíblicos es posterior a la diáspora babilónica
y a cuando lo que se podía llamar del pueblo de Israel estaba dominado por
grandes potencias de la época. Por eso, no es difícil comprender que en
culturas teocráticas, aceptar la religión de los pueblos cercanos era aceptar
la opresión de los imperios (egipcio, babilónico, persa, griego, sirio, romano,
etc.). Es cierto que, para afrontar estas culturas dominantes y imperiales, los
profetas y escribas han contado las historias antiguas subrayando la lucha
contra los dioses cananeos, filisteos y fenicios. Son relatos poco históricos y
mucho más políticos que propiamente religiosos. Por eso, pienso que no podamos
deducir de estos textos una doctrina de exclusivismo para hoy.
Creemos en
la Biblia como la escritura de
una palabra divina que se hace plenamente humana e inserta en culturas antiguas
y en la historia de un pueblo. Entonces debemos ser humildes y reconocer que,
mientras nos aporte un mensaje divino, no por eso deja de ser limitada y con
elementos a ser corregidos. La segunda carta de Pedro dice: “la palabra de los
profetas es sólo una lamparita que brilla en la oscuridad hasta que venga el día
y la estrella de la mañana refulja en nuestros corazones” (2Pd 1,19) No tenemos
necesidad de justificar o defender la
Biblia sea como sea. Debemos, sí, leer y releer sus textos
desde un llamamiento divino que recibimos hoy para ser testigos del amor divino
para todas las culturas. Él se manifiesta en la diversidad religiosa para que
juntos podamos construir un mundo de paz y justicia.
Los estudios sobre la religión de los
patriarcas bíblicos muestran: “La revelación bíblica no ha roto con el pasado.
La manifestación de Dios, de la cual los patriarcas fueran destinatarios, no ha
significado para ellos la conversión a otra religión. El Dios que se ha
revelado a ellos era un dios que ellos ya adoraban. Era el mismo El de los cananeos, que ellos ya conocían.
Lo que ha cambiado -y eso fue poco a poco- no fue la figura de Dios, sino la forma
de vivir la relación con Él”[6].
En este proceso sincrético de asimilación de divinidades
cananeas a la adoración del único Dios, algunas divinidades fueron aceptadas y
otras rechazadas. En cierta etapa, la
Biblia acepta que el pueblo adore la serpiente de bronce como
imagen del verdadero Dios (cf Nm 21,9). La serpiente era una divinidad cananea.
Más tarde, la misma Biblia elogia el rey Ezequías por haber destruido la serpiente
de bronce (cf 2Rs 18,4). El Éxodo considera la adoración del becerro de oro
(otra divinidad cananea) una idolatría que ofende Dios (Ex 32). Una divinidad
que hacia bien al pueblo (como es el caso de la serpiente que sanaba
enfermedades) era aceptada. Otra, que hacia desviarse del proyecto de su
liberación al pueblo (caso del becerro de oro) tenía que ser rechazada. Hoy
podemos concluir que Dios asume las imágenes y rostros de las divinidades indias
y negras que han ayudado las comunidades y pueblos oprimidos a resistir a la
esclavitud y a la opresión, pero no puede aceptar imágenes divinas de una
teología que atribuye a Dios los intereses y la explotación económica de un ser
humano sobre otro. Cuando los bancos y los billetes de los dólares tienen
escrito: “Nosotros confiamos en dios”, tenemos de preguntarnos en qué dios confían.
El Dios bíblico ha asumido nombres y
rostros de divinidades patriarcales, pero ha también ganado características de
antiguas divinidades femeninas (Astarté,
la diosa madre, Rahamin, la divinidad
de la compasión o del amor uterino, y Hokmá,
la Sabiduria).
Algunas de estas antiguas divinidades femeninas fueron sincretizadas en la
imagen de
la Tienda del Testimonio (Shekina),
presencia uterina de Dios, de
la Sabiduría y hasta de divinidades extranjeras como la antigua
diosa egipcia Maat (cf Pr 8,22).
No podemos identificar monoteísmo con
exclusivismo teológico y eclesiológico, así como no es posible asociar politeísmo
con pluralismo Moltmann afirma que no le gusta la expresión “monoteísmo”,
porque, en la historia de la sociedad cristiana, muchas veces, la fe en l’Eis
Theos ha caminado de manos dadas
con la opresión política y el totalitarismo, mientras una visión más trinitaria
parece más respetuosa con el modelo complejo y diferenciado de la sociedad
humana”[7].
Los profetas de la Biblia no han substituido
los dioses del Egipto y del Canaán por una nueva divinidad. Han cuestionado la
misma noción de Dios. “No pronuncien el nombre... No hagan estatuas... ”(Ex
20,4; Dt 5,8). El primero y más importante reto para una teología cristiana de
la liberación, hablar de Dios desde un paradigma pluralista, no es tanto abandonar
o incluso relativizar el monoteísmo. El desafío es revisar el carácter dogmático
e intolerante que está por detrás de la imagen monoteísta de Dios. El monoteísmo
que predica un Dios patriarcal que castiga a los desobedientes y premia los
fieles es pernicioso porque impide al ser humano ser libre y construir autónomamente
su historia[8]..
Para evitar la idolatría lo que importa
es no absolutizar ninguna imagen de Dios, ni las estatuas de madera o de arcilla,
ni las imágenes literarias o intelectuales que construimos sobre Dios. Dios es
más grande que todo lo que podemos decir de Él.
En el siglo IV Gregorio de Nisa enseñaba:
“No hay ningún término, idea o artificio de la razón que pueda aprehender a
Dios. El se mantiene siempre más allá no sólo de lo que es humano, sino también
de la inteligencia. Permanece más allá del alcance no sólo de lo humano, sino
también de la inteligencia angélica y supramundana. Dios es impensable e
impronunciable”[9]. En
la Edad Media, el Maestro Eckhart enseñaba: “Todo lo que haces y
piensas sobre Dios es más sobre ti que sobre Él. Si absolutizas eso que dices,
blasfemas, porque lo que realmente Él es, ni todos los maestros de París lo logran
decir. Si yo tuviera un Dios que pudiera ser comprendido por mí, yo no lo
reconocería como mi Dios. Debes aceptarlo “sin ser propiedad tuya”, como un ser
superior a todo y como un No Ser superior a todo”[10].
Sabemos que toda cultura tiene la
tendencia de considerarse a sí misma como central y como la más humana de
todas. Dentro de las culturas, las religiones y la misma fe bíblica tienen la
tentación de pensar: “Dios es nuestro”. Sin embargo,
la Biblia muestra que Dios se
revela enseñando a las personas y comunidades a dialogar y descubrir siempre la
presencia de Él en el otro. Según los textos del Génesis y según la tradición
judaica, desde el primer momento, Dios crea todo, no para sí mismo, sino para
la vida de todos. Al crear el universo, no se afirma ni si impone. Crea, retirándose
para dar espacio a la creatura, al otro (interpretación del rabino Luriá, siglo
XVI). Ese gesto divino de diálogo con el ser humano, respetándolo como otro y como
autónomo, se repite en cada momento de la revelación. Dios se revela como muy
cercano, y al mismo tiempo como oculto. Es un amor que se revela para liberar y
se oculta para dejar que el otro sea libre y pueda vivir.
2 - Las alianzas de Dios con la
humanidad
Para la tradición bíblica, la noción de
alianza con Dios es fundamental. Hoy muchos grupos espirituales y tradiciones
religiosas prefieren hablar de inmanencia, de una conciencia de la divinidad en
nosotros como “un yo más íntimo a mí que yo mismo” o como un útero de amor en
el cosmos y en el corazón de cada ser vivo. Sin embargo, en una sociedad teocrática
(todo era religioso) que necesitaba liberarse, era necesario dar al ser humano
cierta autonomía. En aquella época, eso suponía la distinción entre el mundo
divino y el universo humano. El salmo reconoce: “El cielo es de Dios, pero la
tierra, el ha dado a los seres humanos” (Sl 115,16). En este contexto social y
histórico, para proponer una intimidad con Dios sin fusión o disolución de lo
humano en lo divino, los profetas recurren al tema de la alianza.
Ciertamente, el concepto de alianza
viene de los tratados hititas de vasallaje y, por tanto, también Israel lo toma
de otra cultura y otra religión. Forma parte del sincretismo bíblico, aunque
sea progresivamente teologizado y espiritualizado. En el inicio, la alianza era
comprendida como el hecho de que cada pueblo pertenece a un dios, como su dios
pertenece a un pueblo concreto. Israel es el pueblo de JWHW (el Señor), así
como los moabitas son el pueblo de Camos ou Quemós (cf Nm 21,29 y 11,24). La
expresión Dios de Israel para designar una divinidad concreta, así como hablar
de el “pueblo del Señor IWHW” revela una comprensión de alianza. En los tiempos
antiguos, eso no quería decir que sólo hay un Dios, el nuestro, sino que cada
pueblo tiene el suyo y nosotros sólo adoramos a nuestro Dios. Fue solamente
poco a poco como esta visión se fue ampliando.
Según dicen los estudiosos, hoy se sabe
que hasta su destrucción por Nabucodonosor, en el templo de Jerusalén había una
estatua de la diosa Astarté, así como
la Serpiente, diosa cananea, solo fue destruida por
el rey Josías (620 a.C.). Fue en los últimos siglos antes de nuestra era y en
la relación con los imperios persa y griego cuando las comunidades de Israel
han desarrollado la noción de universalidad de la salvación. La primera alianza
de Dios habría sido hecha con Noé y con toda la humanidad (Gn 9) y sólo después,
para concretizar esta alianza y como instrumento de esta universalidad, es
cuando Dios hace alianza con Abraham y todavía más tarde con Moisés y el pueblo
de Israel. Ritos antiguos y comunes a diversos pueblos orientales, como es el
caso de la circuncisión o el sacrificio de animales son asumidos como signos y
instrumentos de esta alianza.
Los exégetas concluyen: “Las comunidades
de Israel, así como las primeras generaciones cristianas han pasado por un
largo proceso de inculturación. Han vivido diversos sincretismos religiosos y culturales.
La Biblia, en
sí misma, es un documento de enseñanza intercultural. Poca cosa de
la Biblia no ha tenido
influencia de Ugarit, del Egipto, de
la Asiria o de Babilonia. Este entrelazamiento
cultural y religioso puede ser comprobado no sólo por los textos bíblicos, sino
también por la arqueología y por los objetos artísticos hasta hoy descubiertos
en la Palestina”[11] ..
3 – Profetas bíblicos y la diversidad
cultural y religiosa
La mayor parte de los profetas y
profetisas de
la Biblia
han vivido en comunidades consagradas a la escucha de Dios y a la práctica de
su palabra. Al principio, eran videntes, adivinos y religiosos de culturas en
las cuales Israel se ha insertado. El libro de los Números llama profeta a Balaán,
hechicero babilónico (cf Nm 22–24). El libro de Samuel deja claro: “lo que
antes el pueblo llamaba vidente, después se ha hecho profeta: nabi, llamado (1Sm 9,9). Algunos de los
profetas han vivido en tiempos de opresión extranjera. Elías ha afrontado la
política del rey Acabe, casado con Jezabel, princesa de Tiro, que quería imponer
a Israel la religión de los fenicios. Elías lucha contra los profetas de Baal y
no se muestra nada tolerante con la religión de los otros (cf 1Rs 18). Debemos
comprender eso en el contexto político de la época. Su discípulo Eliseo tuvo
una relación diversa con cultos extranjeros. Ha curado a Naaman, oficial del
rey de
la Síria. Cuando
el hombre sanado se ha despedido del profeta, lo consulta sobre un tema
delicado: “Mi señor el rey, irá al templo del dios Remon y yo tendré que ir con
él, y si él si apoya en mí, también deberé prosternarme frente a Remon. ¿Qué
debo hacer?”. Eliseo podría prohibirlo de ir a un templo pagano y postrarse frente
a lo que era considerado ídolo. Sin embargo, le contesta: - Está bien. ¡Vaya en
paz!” (2Rs 5,18-19)
Algunos profetas bíblicos han luchado
contra el sincretismo existente en el templo de
la Samaria. Sin duda,
eran cultos ligados a políticas extranjeras. Amós y Oseas denuncian el culto
ligado a la injusticia social como idolátrico (cf Am 4,1-5; Os 6,4-6). Oseas propone
un retorno al desierto y a la renovación de la alianza basada en la justicia y
en la misericordia (Os 2,16 ss).
A través de los profetas, Dios promete
hacer una nueva alianza, apoyada en el conocimiento amoroso y en el diálogo
respetuoso con todos (Jr 30-31). Según Jeremías, esta nueva alianza ocurre ya en
el mismo judaísmo. Los cristianos no deberían decir que ella se realiza sólo
con Jesucristo. Lo que es propio de esta nueva alianza, sea en el judaísmo, sea
en el cristianismo, es la distinción que Dios hace entre esta nueva y las antiguas
alianzas: “Esta vez, pondré mi ley en la intimidad de su corazón. Será inscrita
interiormente. Seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Nadie necesitará ya decir
a su hermano 'conoce al Señor', porque todos, grandes y pequeños, me conocerán”
(Jr 31, 33- 34). Eso significa una religión no centrada en instituciones externas
sino en la interioridad y en la presencia divina, en el proprio ser humano,
independientemente de su pertenencia cultural y religiosa.
Hoy, Andrés Torres Queiruga y José María
Vigil tienen razón de criticar la noción de un pueblo elegido como si fuera
privilegio de Israel y exclusión de otros pueblos y otras religiones[12]. Sin embargo, quién acompaña las polémicas que la teología de la
liberación tuvo que afrontar en nuestro continente sabe que uno de los
argumentos más frecuentemente usado contra la opción por los pobres ha sido la
cuestión del amor universal de Dios. Tenemos siempre que probar: la opción por
los pobres no sólo no niega sino que manifiesta la universalidad del amor de
Dios. Pero por eso los obispos en sus documentos oficiales siempre han optado
por hablar de “opción preferencial por los pobres”. Al decir eso, no pienso que debamos insistir en este concepto,
de hecho, inviable en este mundo pluralista. Lo que estoy afirmando es que, en
su historia, el pequeño e insignificante pueblo de los hebreos y más tarde de
Israel fue siempre oprimido y dominado, en cada época, por algún imperio.
Cuando estos imperios vencían y dominaban, lo hacían en nombre de sus dioses y
los colonizados lo eran porque o no tenían dios o porque sus dioses eran frágiles
demás y eran incapaces de ayudar su pueblo. En tal contexto, Israel ha
desarrollado la noción del pueblo elegido como para restaurar la autoconfianza
y la dignidad de su gente. En Brasil, hay un cántico pastoral muy conocido que
dice: “Ó Pai, somos nós o povo eleito que
Cristo veio libertar” (Oh Padre, nosotros somos el pueblo elegido que Cristo
ha venido liberar”). Siempre he sentido un fuerte rechazo con relación a este
canto. Una vez, en una misa que celebraba con una comunidad religiosa, después
que las hermanas han cantado eso, les pregunté: “Y los otros, ¿no lo son? ¿Quiénes
son ese 'nosotros'?”. He reaccionado así hasta el día que fui a una comunidad
de campesinos sin tierra que había sido invadida violentamente por la policía
en aquella madrugada. Todo indicaba que iban a perder la tierra y ser
expulsados de allí. Hemos hecho una celebración de la palabra y aquellas
personas, con las marcas de los golpes de la policía en el cuerpo, han
cantado “Ó Pai, somos nós o povo eleito…”. ¿Cómo
decir que no lo son? Repito: cuento esto no para justificar la concepción bíblica,
sino para decir que no podemos hacer lectura fundamentalista de los textos, ni
de un lado sectario y exclusivista, ni tampoco de otro lado. La misma Biblia
contiene algunos textos que critican una interpretación de la elección como
privilegio. El profeta Amós ha protestado: “Hijos de Israel, ¿ustedes no son
para mí iguales a los etíopes? Dice el Señor: No hice subir a Israel del
Egipto, como a los filisteos de Caftor y a los arameos de Quir?” (Am 9,7). Diversos
textos insisten que Dios establece una alianza con toda la creación (cf Dt
27-30; Is 40-55). La alianza tiene un carácter cósmico y ecológico.
4 - Otros “escritos” en tiempos
dificiles
La tradición rabínica divide
la Biblia en tres partes:
la Torá (el Pentateuco), los
Profetas y una serie de otros libros llamados: “los escritos” (ketubin). Casi todos esos escritos se
cuentan en los que se llaman “libros sapienciales”. En ellos, aparece más claro
el reto de la relación entre la cultura y la religión de Israel y, por otro
lado, el mundo helenístico. Es importante percibir que esos libros expresan una
apertura al diálogo con otras culturas. Desde este diálogo, interpretan de modo
nuevo la misma tradición judaica. Silvia Schroer, teóloga suiza, muestra que el
concepto de “Sabiduría” es elaborado en estos libros como reto o contrapunto al
culto griego de Iside, practicado en el Antiguo Egipto. Para eso, los escritos
sapienciales de Israel personifican
la Sabiduría. “Sin demonizar la religión de Isis o
Iside, los escritos contraponen a Isis una figura equivalente: la de
la Sabiduría. Y eso es realizado
de una forma crítica:
la Sabiduría
simboliza el ejercicio de la crítica al poder y a la lucha contra las tiranías y
la divinización de los reyes”[13].
De los escritos, uno de los más antiguos
es el libro de Job. Es la parábola de un patriarca persa y no hace ninguna
alusión directa à la alianza de Dios con Israel. Trata de un problema humano y
ecuménico, el sufrimiento del inocente. Otro escrito es el libro de los
Proverbios. Gran parte de ese libro está compuesta de proverbios egipcios
(22,17 a 24,22).
La parte más nueva del libro (Pr 1 a 9)
contiene poemas de elogio à
la Sabiduría como una divinidad que se hizo ayudante del Dios de
Israel. De esos poemas, lo más bello está inspirado en los mitos de la diosa egipcia
Ma´at, adolescente y juguetona, que da volteretas frente a Dios y lo sirve como
maestra de obra en la creación (cf Sb 8,22-31). Es probable que el último libro
escrito en el Primer Testamento haya sido el llamado “libro de
la Sabiduría”, escrito en
griego, ciertamente por judíos que vivían en la diáspora, en Alejandría. Con
este libro, hasta hoy, cada año,
la Iglesia inicia la celebración de Pentecostés, cantando: “El
Espíritu de Dios ha llenado todo el universo y todo lo abarca en su saber y su
amor” (Sb 1,7).
También los Salmos, libro de oración de
Israel, está repleto de salmos que han venido de la religión cananea (Sl 19,
29, 65, 82 y otros). Hay salmos que han venido del Egipto. Parece que el salmo
104 vino de un antiguo himno a Atón Ra, el sol. Hay diversos salmos polémicos y
apologéticos contra otras culturas y religiones (por ejemplo, el 96, el 115 y
otros), pero tenemos que comprenderlos en su contexto de defensa de la cultura
y de la identidad del pueblo.
5 – El Nuevo Testamento y la
universalidad de la fe
El
Nuevo Testamento no es una mera continuación de
la Biblia judaica. No es una
revelación separada y no hace que el Primer Testamento quede superado. Hasta
hoy, el Nuevo Testamento siempre ha sido leído desde dos claves que dificultan
una comprensión pluralista de nuestra fe y un verdadero diálogo con otras
religiones: un acentuado antisemitismo y la afirmación de que Jesucristo es el único
y exclusivo salvador. Si el releer esos primeros escritos cristianos, asumimos
el mismo criterio que ya utilizamos en el análisis de los textos del Primer Testamento,
por detrás de las afirmaciones sobre el judaísmo (principalmente en Mateo,
Pablo, Juan y en la carta a los hebreos), podemos descubrir, en primer lugar, conflictos
internos en la misma sinagoga, después el conflicto entre los rabinos de Jamnia
y las comunidades cristianas, y finalmente las tensiones internas en las mismas
comunidades paulinas y juaninas entre cristianos judaizantes y cristianos de
otras culturas. De la misma forma, las afirmaciones de que sólo en el nombre de
Jesús hay salvación y que sólo Jesús es el camino, la verdad y la vida, pueden
ser comprendidos en el contexto cultural de la resistencia de las comunidades
contra el gnosticismo y los cultos de las religiones de misterio.
Vamos a tomar un ejemplo: Lucas describe
el nacimiento de Jesús con el mismo tipo de mito con el que los adoradores de
Mitra narraban el nacimiento de este dios (nació a la media noche del 25 de
diciembre en un pesebre). ¿Eso significa una polémica, o es un intento de diálogo?
Una vez más, no podemos interpretar los textos sin tener en cuenta el contexto
histórico complejo de las comunidades que lo han producido.
5a – Las comunidades paulinas y la
diversidad
Las cartas paulinas son expresiones de
una gran diversidad cultural. Eran al menos dos mundos diversos: el de la
cultura judaica y el de la cultura griega, vigente en el Oriente Medio y en
la Europa de aquella época.
Pablo no sólo fue capaz de vivir en estos dos mundos, sino que ha trabajado
mucho para intensificar este diálogo intercultural y, a veces, inter-religioso.
En las sinagogas, Pablo ha intentado llamar a la fe cristiana no a los judíos
de nacimiento, ni los prosélitos (paganos convertidos al judaísmo) sino a las
personas denominadas como “que temen a Dios”, esto es, personas no judías, que
todavía no son miembros de las sinagogas, simpatizantes del judaísmo. Pablo
insistía que todos pudieran convivir como hermanos. “Judío o griego, esclavo o
libre, hombre o mujer, todos somos uno en Cristo” (Gl 3,27-28). Él mismo o
alguien de su grupo ha escrito más tarde: “Cristo es nuestra paz. De dos pueblos,
hizo uno solo. En su carne, ha derrumbado el muro de enemistad y el odio que apartaba
los pueblos. Ha abolido la ley de los mandamientos y preceptos. Quiso crear en
sí mismo un ser humano nuevo...” (Ef 2,14-15). En la época de Pablo, los
rabinos tenían la tentación de considerar la alianza como una propiedad de
ellos. Pablo retoma la palabra del Primer Testamento sobre el carácter
universal y cósmico de la alianza, y la explicita aún más (cf Col 1,15-20; 1Cor
15 y Rm 1-11). Es una visión muy macroecuménica[14].
El amigo dominico Fray Carlos Josaphat
explica: “Pablo ha vivido en dos mundos culturales, el griego y el judaico. Él
nos enseña a discernir las religiones y la idolatría. Ésta es una amenaza
universal para el camino del ser humano hacía Dios. Como todo el Nuevo
Testamento, las epístolas paulinas han denunciado la ganancia y la corrupción, la
ambición de poseer y acumular cada vez más, la famosa pleonexia, denunciada por la ética griega y por la espiritualidad
judaica. La pleonexia, esa patología
profunda del deseo humano, viene a ser fuente primera de toda idolatría, que
impide el aceso a la verdadera fe o amenaza todo el tiempo la rectitud de vida
de los fieles y de las comunidades. Ver, por ejemplo, Cl 3,5; Ef 4,19. En Ef 5,5
se dice: la persona gananciosa, pleonectès, quien es dominado por la ganancia (pleonexia),
por la sed de concentrar riquezas, es el verdadero idólatra. La raíz de todos los
males es la codicia del dinero (la filagyria), es lo que declara en
1 Tm 6,10. El tema de la pleonexia es la antítesis de la koinonía,
de la comunión de los bienes y del Espíritu”[15]. Entonces, la idolatría es este sistema inicuo que impide la
comunión igualitaria de las personas.
En la carta a los corintios, Pablo escribe
que la cruz de Jesús contradice toda cultura humana. Es escándalo para los judíos
y locura para los griegos (cf 1Cor 1,22-23). Por otro lado, Pablo anima las
comunidades a pensar y vivir según su cultura propia (Fl 4,8). Pone como
principio para los cristianos convertidos: “Cada uno/una siga viviendo en la
misma condición que estaba cuando Dios le ha llamado” (1Cor 7,17 y 1Cor 7,20). Este
criterio parece conservador o conformista, hasta connivente con la esclavitud, “pero
es una defensa de la estabilidad cultural, social y familiar. Y respeta las
diversidades culturales en las comunidades”[16].
5b - Jesús y la apertura a las otras
culturas y religiones
El testimonio de los evangelios sobre la
vida de Jesús, especialmente los acontecimientos pascuales, muestran que la fe
del Cristo y de quien quiere ser su discípulo(a) tiene una identidad
esencialmente dialógica y abierta al otro. Dicen que, desde que ha nacido en
Belén de Judá, Jesús fue presentado como Salvador para todos (Lc 2) y fue
reconocido y visitado por magos del Oriente, sacerdotes de otra religión y
cultura (Mt 2). Se hizo profeta, bautizado por Juan en el Jordán. Con este
gesto profético, Jesús asume la misión de ser Servidor del pueblo en nombre de
Dios y ser testigo del reinado divino en
la Galilea, entre las personas más pobres y sin
religión (Mt 4,12ss). En su primera misión, se quedó en las fronteras de
Israel. Llegó a decir a los discípulos que no fueran hasta las ciudades de los
samaritanos y paganos. En Cafarnaún, sana el hijo o siervo o amante del oficial
romano, jefe del ejército de ocupación en el país. Según Mateo, cuando el
oficial le dice que no merece ser visitado por él, o que no iba a ser bien
visto que Jesús entrara en casa de un romano, el maestro afirma: “Jamás he
encontrado una fe tan grande en Israel. Muchos han de venir del Oriente y del
Ocidente y han de sentarse en la mensa del reino de los cielos” (Mt 8,10-11).
Mateo y Marco couentan también: un día,
el pasaba por una región extranjera. Una mujer cananea, natural de la región,
le pide que el cure a su hija. Los textos dicen: como judío, Jesús explica que
sólo fue enviado a las ovejas perdidas de Israel, y llega hasta citar uma
palabra común entre los judíos: “No está bien quitar el alimento de los hijos
para darlo a los perros” (Mt 15,26). Ella insiste en el diálogo y convierte Jesús
de su encerramiento cultural judaico. Ella revela a Jesús que, sea como sea, él
puede anticipar ese amor de Dios a los otros y abrir las puertas del reino para
todos. Él se deja convencer y sana a la hija de la extranjera que, ciertamente,
era de otra religión (Mt 15,28). Igualmente, ha manifestado esa apertura con
los samaritanos, con los griegos, simpatizantes del judaísmo que él ha acogido
(Jn 12,20). Dice también que en el juicio todos serán juzgados, no por su
religión, sino por haber percibido o no, en los rostros de las personas pobres
y carentes, el rostro divino (cf Mt 25,31ss).
Parece histórico que Jesús se ha
autodenominado “Hijo del Hombre”. Este título podía significar sólo “el Hombre”,
o “el humano”. Sin embargo, era también un título religioso de la antigua
religión cananea. Jesús no se ha incomodado de atribuirse un título venido de
otra religión.
El quarto evangelio empeza dicendo que
la luz (la ley) es la vida. Y interpreta toda misión de Jesús desde esta
preocupación por la vida. Escrito ya en el paso del primero al segundo siglo,
este texto quiere ayudar las comunidades a afrontar diversos conflictos
culturales, internos (entre cristianos de origen judaica y otros de cultura
griega, cristianos tentados al gnosticismo y otros de líneas diversas) y también
conflictos sociales externos (con el Imperio). Por eso, contiene términos que
parecen anti-semitas, o exclusivistas.
Una de las palabras más usadas contra
una comprensión pluralista de la fe es la afirmación de Jesús: “Yo soy el camino,
la verdad y la vida. Nadie va al Padre a no ser por mí” (Jn 14,6). Esta palabra,
dicha en el discurso después la cena, se sitúa en el contexto de la intimidad
entre Jesús y sus discípulos y discípulas. No es una norma general de doctrina.
De todos modos, el camino, la verdad y la vida es Jesús, non el cristianismo.
Hay personas que confunden eso.
Quien sigue a Jesús debe tener fe en Él,
pero buscando vivir la misma fe que Jesús ha vivido. El es “el autor y
consumador de nuestra fe” (Hb 12,2). Ahora bien, la fe que Jesús vivió fue,
desde su cultura, una forma de judaísmo de tipo profético, más abierto a las otras
culturas y religiones.
5c - Judíos y gentiles, Iglesia abierta
a todos (Hechos)
En los años 50, Pablo ha luchado para
que las comunidades cristianas se abrieran a judíos que cumplían la ley y también
las personas venidas de otras religiones. Eso era difícil porque las
comunidades judaicas de las cuales venían los cristianos debían protegerse de la
sociedad dominante que imponía su cultura. No era fácil abrirse a la formación de comunidades mixtas, donde convivían
judíos y gentiles. Desde el Primer Testamento, algunos profetas pedían esta
apertura. Isaías preveía la venida de otros pueblos hacia Sion atraídos por la
palabra de Dios (Is 2,2-5). Un discípulo del profeta anunciaba a Jerusalén: “Multitud
de camellos te invadirán. De Oriente vendrán multitudes trayendo oro e incienso
para alabar a Dios” (Is 60,6). Otro profeta decía que el templo debería ser “casa
de oración para todos los pueblos” (Is 56). Sin embargo, la tradición judaica
hacía esta teología casi impracticable. Entre los llamados apóstoles, dicen que
había tres tendencias: la primera, representada por Santiago, en Jerusalén, que
enseñaba que los cristianos deberían pasar por la observancia de la ley judaica
(sábado, circuncisión, etc.). En la segunda tendencia, Pablo se oponía a eso: que
los cristianos de origen judaica sigan la ley,
pero que los de cultura griega queden libres de esta observancia Pedro
representaba una tendencia intermedia Estaba en juego la apertura de
la Iglesia a cristianos
venidos de otras culturas diversas del judaísmo, y no como es hoy la cuestión
del pluralismo cultural y religioso.
Los Hechos de los Apóstoles,
en los años 80, contaba que, desde el día de Pentecostés, los discípulos y discípulas
de Jesús han recibido el Espíritu Santo para ser capaces de hablar de forma que
los judíos y prosélitos venidos de diversas regiones de la diáspora pudieran comprenderlos,
cada uno en su lengua y cultura (cf At 2). Esta apertura todavía se daba dentro
del mundo judaico. En Jerusalén, en el día de Pentecostés, sólo había judíos y
prosélitos (paganos convertidos al judaísmo).
Es en el capítulo 10
donde los Hechos de los Apóstoles muestran que el Espíritu Santo ha bajado
sobre los paganos, de la misma forma que ha venido sobre los de origen judaico.
Es el Pentecostés de los paganos. Dice el texto que Pedro se ha convertido a
través de una visión que tuvo en sueños y también por el contacto con Cornelio,
capitán del batallón itálico. Pedro y otros que están con él son testigos de
que “el Espíritu ha venido sobre los gentiles de la misma forma que vino sobre
nosotros” (At 11,15). Esta apertura de
la Iglesia a los no judíos es decidida en el primer
encuentro de los apóstoles y ancianos con la participación de Pablo y Bernabé.
En ese momento, han decidido acoger a los paganos sin imponerles ninguna
obligación o ley, a no ser lo que fuera indispensable a la fe y a la convivencia
con los otros (cf At 15) Sería bueno leer este texto, pensando en nuestras comunidades
eclesiales que viven hoy la fe cristiana desde las culturas africanas, asiáticas
o amerindias. ¿Cómo desoccidentalizar la predicación cristiana para que los
negros, indios o chinos no necesiten hacerse culturalmente europeos para ser
cristianos.
Todavía en los Hechos de
los Apóstoles, el autor dice que Pablo fue a Atenas. En el Areópago, después de
haber aludido al “dios desconocido”, Pablo presenta este Dios que no habita en
templo de piedras, y en el que “vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17,28).
Esta palabra del poeta griego Arato sirve a Pablo como referencia. Él no cita
ningún texto del Primer Testamento y sólo pide conversión de vida (cf At 17). Este
discurso de Pablo se corresponde con el discurso de Pedro en el día de
Pentecostés (At 2). Así como aquella palabra de Pedro sirve como referencia
para la predicación del evangelio a los de cultura judaica, el discurso de
Pablo en Atenas puede servir de modelo para la predicación a los paganos. La
alusión al dios desconocido no es sólo una estrategia para captar la atención y
el agrado de los oyentes. Es más que eso. Es una perspectiva teológica en la
misma línea que ya hemos visto en el tiempo de los patriarcas, cuando el Dios
de Israel asumía las imágenes de los dioses cananeos. Ahora asume la imagen del
dios desconocido de los atenienses, como puede asumir el nombre y la figura de
las divinidades o imágenes divinas de los diversos pueblos.
6 - Para concluir, sin cerrar
el tema
Ya dejé suficientemente
claro que creo en una lectura ecuménica y pluralista de
la Biblia, incluso si tomo en
serio los muchos textos violentos contra las otras culturas y religiones y sé
que hasta hoy en las predicaciones y en la liturgia en general, la lectura de
los textos bíblicos sigue siendo exclusivista y poco abierta al diverso. Cada día
intento orar los salmos y los textos de
la Liturgia de las Horas, pero para mí es una
verdadera agresión la inmensa cantidad de textos intolerantes y excluyentes.
Después de este estudio no puedo decir que resuelvo ese problema, pero al menos
muestro que no es la única posibilidad de lectura. Puede haber otras lecturas
serias y legítimas.
Otro día, he participado
de una discusión en la cual había un intelectual, coordinador de una asociación
de ateos militantes. Él denunciaba que
la Biblia siempre asocia al impío o no creyente con
el injusto y el que practica la iniquidad. Quiso explicar que en el contexto de
estos textos bíblicos, no es verdad que el impío sea sinónimo de no creyente.
La impiedad o falta de temor a Dios es de aquel que no practica la justicia. Y
era como el pueblo bíblico denunciaba las religiones de los imperios opresores.
Sea como fuere, he salido
de aquel encuentro con un compromiso más: usar un lenguaje que no sea
discriminatorio o excluyente, ni con otras culturas y religiones, ni con los
hermanos y hermanas que no creen en Dios. Pienso que una lectura bíblica no será
verdaderamente pluralista y actual si el lenguaje heteronómica en el que Dios
es pensado fuera de nosotros y de nuestra vida aquí, no es relativizado como una
parábola o forma de hablar. Que el descubrimiento de la palabra divina en estos
textos nos ayude a descubrir como cristianos las palabras que Dios tiene que
decirnos desde otros libros sagrados y otras tradiciones religiosas.
Con los Hechos de los Apóstoles,
podemos concluir: “Dios no hace acepción de personas, ni de grupos (ni de
religiones, podríamos añadir), sino que acepta a toda persona que practica la
justicia, sea cual sea su raza (o religión)” (Hch 10,34-35).
[1] - JOSÉ MARIA VIGIL,
Teologia do Pluralismo Religioso, Para uma leitura
pluralista do cristianismo, São
Paulo, Paulus,
2006, p. 35- 36.
[2] - RICHARD DAWKINS,
en The Guardian, 15/09/2001, citado por ANTONIO AUTIERO, Tra Religione e
Irreligione, en OBRA COLETIVA, Comprendere
il nostro Tempo, Verona, Casa
Editrice Mazziana, 2003, p. 107.
[3] - Citado por FAUSTINO TEIXEIRA,
Diálogo Inter-religioso: o desafio da acolhida da diferença, in Perspectivas
Teológicas, julio-agosto, 2002.
[4] - CARLO, CARDINAL MARTINI, Fede e
Violenze, Cattedra dei non credenti 1996, disponibilizada en
Internet y publicada en libros por
la Arquidiócesis de Milán, 1996.
[5] - Cf. DAVIES, P.R., In Search of “Ancien
Israel”. Sheffield: Sheffield Academic Press, 1992, p. 154,
citado por AÍRTON JOSÉ DA SILVA, A História de Israel na pesquisa atual,
in JACIR DE FREITAS FARIA (org), História
de Israel e as pesquisas mais recentes, Petrópolis,
Vozes, 2ª ed., 2004, p. 67.
[6] - Cf. M. HARAN, The religion of the
Patriarchs: beliefs and practices, in B. MAZAR (ed), Patriarchs,
(The World History of the Jewish People, II, Tel Aviv, 1970pp. 219- 245, citado por GIOVANNI ODASSO, Bibbia
e religioni, Roma, Urbaniana
University Press, 1998, p. 127.
[7] Cf. Geoffrey WAINWRIGHT, Vocábulo Dio no Dizionario del
Movimento Ecumenico, Bologna, EDB, 1994, p. 411.
[8] - Para profundizar más la discusión teológica actual sobre Monoteísmo y Exclusivismo
teológico, ver Luiza E. TOMITA, José M. VIGIL, Marcelo BARROS (organizadores), Teologia
Latino-americana Pluralista da Libertação, São Paulo, ASETT, Paulinas, São Paulo 2006, pp. 110 ss.
[9] - GREGÓRIO DE NISSA, Against Eunomius, libro 1 cap. 42.
[10] - Cf. F. PFEIFFER, Meister Eckhart,
Aalen, 1962, p. 183.
[11] - Sílvia SCHROER, Documentos de
natureza intercultural na Bíblia, in Concilium 251/1994 n. 1 p. 10.
[12] - Cf. Sobre este debate ver:
José María VIGIL, Teologia do Pluralismo
Religioso, Para uma releitura
pluralista do Cristianismo, Paulus, São Paulo 2006, p. 121 en adelante.
[13] - Sílvia SCHROER, Trasformazioni della
fede. Documenti di apprendimento inter-culturale nella Bibbia, revista Concilium, XXX, (1994), n. 1, p. 28.
[14] - Sobre como Paulo liga Aliança
e Criação, ver N.T. WRIGHT, Paulo, Novas Perspectivas, Ed. Loyola, São Paulo 2009, p. 39ss.
[15] - Frei Carlos JOSAPHAT, Evangelho
e Diálogo inter-religioso, Ed. Loyola, São Paulo 2003, p. 18- 19.
[16] - Cf. A. VANHOYE, Nuovo Testamento e
inculturazione, na revista “
La Civittà Cattolica”,
1984 (a. 40) p. 119.
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