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El legado de la experiencia. Centroamérica 1970-2000.
Praxis, mediaciones y opciones cristianas

Xabier GOROSTIAGA SJ


 

Introducción

He tenido una gran dificultad de escribir estas páginas. Una memoria cargada de vivencias, recuerdos contradictorios, de una profunda alegría y pasión, al mismo tiempo que de una esperanza sufriente de un dolor recién encallecido.

Me sentí superado antes de intentar redactar estas páginas por la imposibilidad de hacerlo en un breve artículo. Se me cruzaban la posibilidad de un análisis de la economía política de estos 30 años; de una memoria de las mejores vivencias y desengaños, o de intentar sintetizar unas lecciones personales que puedan servir a otros cristianos en esta larga “caminhada”.

Me decidí por esta tercera opción que implica algo de biografía personal para que pueda entenderse junto con un discernimiento y búsqueda frente a un Siglo XXI confuso, incierto, provocador de perplejidad y al mismo tiempo de posibilidades. Un siglo XXI fascinante por los cambios y la velocidad que ha adquirido la historia, pero sin rumbo. Este cambio de época y esta transición civilizatoria requiere también un cambio de rumbo y una ruptura epistemológica en la forma de conocer, de sentir, de enfrentar la realidad y su historia tanto para las praxis social es y, me parece, que también para la teología.

Ni mi praxis centroamericana, ni mi intento de discernimiento ignaciano de ese compromiso con la transformación de Centroamérica puede ser entendido sin una breve síntesis biográfica de esos 30 años. El intenso involucramiento en la crisis panameña y nicaragüense de un sacerdote quizá pueda servir también a otros cristianos a comprender las ambigüedades y contradicciones de ese tipo de compromiso.

Este encuentro en Bello Horizonte de teólogos y cientistas sociales me ha provocado a que destape estos recuerdos y vivencias sobre los que nunca antes había escrito. El carácter biográfico y personal quisiera que sirviera para trasmitir una gran verdad en mi vida: el compromiso cristiano con los pobres y excluidos produce una gran felicidad. Al compartir sus sufrimientos y esperanzas alegres en medio de crisis, y los conflictos inherentes a ese compromiso, incluso con la propia iglesia, revelan a Dios como el único absoluto. El rostro de los oprimidos debe estar siempre presente, sobre todo para los que el trabajo no este cotidianamente inserto en su vida. Ese rostro ayuda a preservar la coherencia y honestidad, al tiempo que revela el sentido de la fraternidad en nuestras vidas.

 

Soy vasco-nicaragüense. Nacido en el exilio en 1937, en la dulce y entrañable Galicia, donde mis padres, nacionalistas vascos “abertzales” fueron a esconderse para escapar de la represión franquista. Ingresé al noviciado jesuita y desde mi primer año solicité el destino a Centroamérica.

Toqué suelo latinoamericano el 18 de julio de 1958 en La Habana donde viví los últimos meses de Batista y el primer año de la Revolución Cubana. Este bautismo latinoamericano en la transición cubana, que tuvo profundas repercusiones en Centroamérica, marcó mi vida con el compromiso de luchar por la transformación social y la democracia, por ganar una autonomía y dignidad frente al imperio en su patio trasero, que se manifestaría después en mi involucramiento en Panamá, Nicaragua, y en toda la región centroamericana. La experiencia de haber vivido la efervescencia social en Cuba, la esperanza y las sonrisas de felicidad de los más pobres, reveló que la opción por los pobres y su causa, no es sólo una opción evangélica sino también la mayor causa de alegría y felicidad, descubriéndome que no puede haber felicidad personal si no conlleva y es fruto de una felicidad compartida. También me marcó como cristiano y sacerdote, pues no quisiera que la Iglesia volviera a tener el papel que tuvo en Cuba frente a los necesarios cambios sociales, repitiendo la experiencia de la guerra civil española con la nefasta “cruzada franquista”.

 

1961-1962

Los estudios de filosofía los hice en Ecuador y México donde la realidad y las culturas indígenas hicieron rebrotar en mí las raíces de identidad vasca de resistir y defender la diversidad cultural para encontrar sentido a la globalización homogeneizante. Especialmente recuerdo los veranos en la Taraumara con aquel gran apóstol de los Raramuris, el Padre Branvila, que me ayudó a sentirme identificado con la causa indígena. También en México tuve la experiencia de conocer a Don Sergio Méndez Arceo, a Don Samuel Ruiz, Ernesto Cardenal y a Iván IIlich en Cuernavaca. También al Abad Lemercier y su experiencia de repensar el cristianismo desde la libertad y la subjetividad humana. Será una constante en mi vida el ser marcado por seres humanos ejemplares, que resultaron ser espléndidos inspiradores del sentido de la vida y del humanismo cristiano.

 

1962-1965. Panamá

Sufrí una gran desilusión de no poder seguir los estudios de economía que había iniciado en México y fui destinado, a regañadientes, a Panamá, por otra de las grandes figuras en mi vida, Miguel Elizondo, SJ. Dios escribe el destino de nuestras vidas con líneas torcidas y en idioma que sólo la experiencia vivida permitirá traducir con el tiempo. En Panamá, en el Colegio Javier de la burguesía panameña, coincidí en el magisterio con César Jerez sj y Juan Hernández Pico sj que con otros marcaron toda una historia de los CIAS (Centros de Investigación y Acción Social en Centroamérica y América Latina). Pero sobre todo conocí y trabajé con el Padre Manuel Aguirre, SJ fundador de los Cursillos de Capacitación Social que estuvieron en el origen de la izquierda cristiana desgajada de la Democracia Cristiana en Venezuela, Colombia y Centroamérica.

Dediqué la mayor parte de mis tres años de magisterio al trabajo en esos cursillos, en la formación de una generación de panameños y centroamericanos que después jugarían importantes papeles en los movimientos políticos revolucionarios de Centroamérica. Varios de estos cursillistas de capacitación social fueron asesinados y heridos el 9 de enero de 1964 portando la bandera panameña en la zona del Canal para cumplir los acuerdos que el Presidente Kennedy había firmado con Panamá y los “zonians” se negaban a aceptar. Mi compromiso con Panamá y la lucha por la recuperación del Canal está marcado por la sangre de estos amigos. Fue también en Panamá donde a través de la Revista Mensaje, de Chile, comencé a vincularme con la experiencia de los cristianos en Chile que culminaría en la creación de Cristianos por el Socialismo al inicio de los 70.

 

1965-1969

Mis estudios de teología los realicé en la Universidad de Deusto, en el País Vasco. La crisis social y la crisis vasca estaba en sus momentos más críticos en su lucha contra el franquismo. Me hice miembro de la Misión Obrera y participé activamente en las grandes huelgas de la época. Realicé varios encuentros con la JOC y la HOAC que profundizaron en mi vida mi vocación social. Dos personas dejaron una huella profunda en esa vivencia social: David Armentia, jesuita sacerdote obrero y el sociólogo jesuita Díaz Alegría. Ambos tuvieron que dejar la Compañía de Jesús. Estas dolorosas crisis de la Misión Obrera con la Iglesia por ser fieles a la causa de los pobre en Europa, me enseñaron a perseverar en crisis semejantes que tuvimos que padecer los teólogos de la liberación con la jerarquía eclesiástica, sobre todo en Nicaragua.

La creación del CIAS (Centro de Investigación de Acción Social) es un elemento clave para comprender el comportamiento cristiano en Centroamérica. Una docena de estudiantes jesuitas centroamericanos formados en ciencias sociales, trabajando en equipo y con una visión de Centroamérica como región integrada. El CIAS se fundó en la Action Populaire de París en 1965. Fuimos asesorados en este proceso por aquel grupo de jesuitas y cientistas sociales franceses como Yves Calvez, Pierre Bigo, Henry Chambre. Allí se confirmó mi destino de estudiar economía en la universidad de Cambridge, mientras mis otros compañeros estudiaban en importantes universidades de Estados Unidos como Chicago, Texas, Yale, etc. Esa formación en ciencias sociales a finales de los 60 y 70 fue fundamental para el papel de la Compañía de Jesús en Centroamérica en esos años, junto con el equipo de jesuitas de la UCA de San Salvador martirizados en noviembre de 1989.

Otra experiencia durante mis estudios de teología que marcó mi vida fue el problema vasco, sobre todo del clero vasco, exigiendo la organización de una Iglesia Vasca para poder acompañar a un pueblo que buscaba recuperar su identidad, no en las selvas de América Latina, sino en el corazón industrial de la Península Ibérica, enclavado a los dos lados de la frontera vinculante con el resto de Europa. El grupo de sacerdotes que conformaban el “Gogortasun” sufrió un grave castigo canónico en noviembre de 1968 con más de 60 suspensiones “a divinis” por protestar contra las torturas e iniciar una huelga de hambre hasta que la Iglesia se manifestara contra las mismas.

A mis cuatro meses de ordenado sacerdote en Loyola se me castigaba con la imposibilidad de ejercer el sacerdocio por luchar contra las torturas de la policía franquista. Esa experiencia me ayudó a profundizar el sacerdocio como decisión de “en todo amar y servir”, aún teniendo que entrar en conflicto con otros deberes y obligaciones eclesiales. La búsqueda de la justicia y la fraternidad se revela en los propios conflictos religiosos que Jesús tuvo que padecer con la religión de su tiempo, para poder servir el objetivo determinante del Reino, por encima de las mediaciones humanas por sacrosantas que sean.

La conflictividad eclesial por la causa de los pobres es un momento de revelación y discernimiento, complejo y ambiguo, pero necesario para purificar las tentaciones del poder. La búsqueda del poder por el poder en nombre de la justicia y de los pobres, ha sido la peor corrupción de la izquierda y de la propia Iglesia, al menos en la experiencia de mi vida.

Esa experiencia en mis raíces vascas me ayudó a encarnarme más en América Latina. Al mismo tiempo, a confirmar que la violencia, sobre todo usando métodos terroristas, no hace más que opacar la dignidad y la justicia de cualquier causa, sea esta la causa vasca o la causa centroamericana o la del movimiento actual que busca una globalización alternativa, y que puede ser opacado y fragmentado por la violencia de grupos sin proyecto y propuestas alternativas.

Mi involucramiento en la cuestión obrera y vasca me forzó a salir del País Vasco en 1968 y comenzar mis estudios de economía en la Universidad de Cambridge.

 

1969-1971 y 1975-1976. Economía en Cambridge

Mis estudios de economía respondieron al plan estratégico de preparar en ciencias sociales a una nueva generación de jesuitas latinoamericanos, para consolidar la opción por los pobres con análisis e investigación de calidad. Cambridge incidió en mi vida con el rigor de los estudios de economía y el conocimiento de la economía marxista a través de extraordinarios profesores como Joan Robinson, Maurice Dodd, Piero Srafa, etc. Conocí también a importantes intelectuales latinoamericanos estudiando en Inglaterra con los que he mantenido una estrecha amistad. En la segunda fase de Cambridge en 1975 conocí a una parte del exilio chileno en Europa, que durante la revolución sandinista vinieron en un buen número a cooperar con mis tareas en el Ministerio de Planificación.

En Cambridge tuve la oportunidad de ponerme en contacto con las ONGs de desarrollo tanto del Reino Unido como de Europa, con las que mantuve por muchos años una estrecha cooperación y que fueron un soporte tanto económico como político para las experiencias de transformación social en los países de Centroamérica (CAFOD, Christian Aid, Oxfam y las holandesas, NOVID, IICO, CEBEMO, CCFD de Francia, y Diaconía de Suecia, etc. Fueron estas instituciones compañeras de nuestros trabajos en los 80. Un grupo de miembros de esas agencias dedicaron muchos años de su vida a la crisis centroamericana. Estas redes iniciales en los 70 y 80 confirman la necesidad de profundizar las redes de solidaridad global como condición para poder trabajar en una globalización alternativa en el Siglo XXI.

Cambridge me ayudó a conformar la carrera pero afectó poco a mi corazón. Las grandes universidades corren el peligro de insensibilizar frente al sufrimiento, la injusticia por el predominio de una racionalidad magnificada pero estrecha. Esta experiencia universitaria larga, importante por su calidad, pero limitada en su sentido vital profundo, me sirvió en los 90 para mi rectorado e n la UCA (Universidad Centroamericana) de Managua y para mi trabajo desde 1999.en AUSJAL (Asociación de Universidades confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina).

 

Panamá

La Universidad de Cambridge aceptó para mi tesis doctoral el tema del Canal y de la Plataforma de Servicios Transnacionales en Panamá. Mi regreso a Panamá en 1971 después del asesinato de Héctor Gallego, el primer sacerdote mártir en Centroamérica, me situó en otro grave conflicto. Por un lado, mi amistad con Héctor y el conflicto entre la Iglesia y el Gobierno de Torrijos involucrado en el asesinato de Héctor Gallego. Omar Torrijos mantuvo simpatía y admiración por Héctor Gallego, pero encubrió su asesinato, posiblemente porque parientes cercanos estuvieron involucrados en el mismo. Esta situación no permitía que pudiera aceptar el cargo de asesor económico de las negociaciones del Canal de Panamá que me ofreció el Canciller Antonio Tack. En negociaciones con Monseñor Marcos Magrath decidimos aceptar esa posición, con el fin de apoyar la justa causa panameña colaborando como asesor económico de la Cancillería en las negociaciones del tratado sobre el canal. A la vez, con la misión eclesial de ayudar a superar la tensión entre la iglesia y el Gobierno de Torrijos. Este complejo dilema se suavizó con la carta conjunta del Episcopado Norteamericano y Panameño a favor de la recuperación del Canal por parte panameña. Fue un documento histórico en la lucha canalera la posición conjunta de los dos episcopados facilitó al Presidente Carter superar la oposición del Senador Jessee Helms y de la recalcitrante derecha norteamericana, que todavía pretenden recuperar las bases militares del Canal con la excusa del Plan Colombia.

La experiencia torrijista me sirvió también para comprender la justicia de una causa y la ambigüedad de los medios que usó el torrijismo para defenderla. La cooptación del movimiento campesino, con los llamados “corregimientos”, los intentos de controlar a las comunidades de base cristianas de Panamá, sobre todo en San Miguelito, la manipulación de la causa indígena con las Minas del Cerro Colorado. Las prácticas “del cañonazo” comprando dirigentes populares y políticos provocó un fenómeno de corrupción que culminó en la bochornosa y patética situación del General Noriega después de la muerte de Torrijos (¿accidente o asesinato ?). La corrupción, el autoritarismo y el narcotráfico de Noriega, agente por muchos años de la CIA, tienen sus raíces en el proceso de corrupción permitido en el propio gobierno torrijista. El caso Noriega sirvió de justificación para la invasión norteamericana a Panamá con la destrucción del populoso barrio del Chorrillo con más de 3000 civiles muertos. El objetivo último no era Noriega sino el poder mantener un control efectivo sobre la transición del Canal a manos panameñas en diciembre de 1999.

A pesar de todo ello, Omar Torrijos impulsó un paso histórico, en medio de todas sus ambigüedades, en la consolidación de la nación panameña. Esta ambigüedad de la política y los políticos será un factor permanente con la que los cristianos, especialmente, los más comprometidos tendrán que lidiar éticamente siempre. No hay compromiso social “limpio” sin ambigüedades éticas y políticas

Esa experiencia canalera también me permitió conocer de cerca y en carne propia a un imperio desnudo en sus pretensiones de dominación sobre el pueblo panameño, como antes lo había experimentado con el cubano y posteriormente en Nicaragua y Guatemala. Figuras tan lamentables como el Senador Helms, el Secretario de Estado Henry Kissinger coincidieron con personalidades que han merecido la simpatía y el respeto de los latinoamericanos como el Presidente Carter y Sol Linovich, negociador del Canal, con el que años más tarde trabajaría en el Diálogo Interamericano.

Mucho se podría decir sobre el papel de Estados Unidos en Centroamérica. La generada y degenerada situación de “republicas bananeras” en el patio trasero, ha sido ampliamente documentada. No es por falta de documentación que esa vergonzosa historia siga manteniéndose, aunque en formas más sutiles y de intervención más opaca en el Siglo XXI. No se puede entender Centroamérica sin esta interferencia constante de Estados Unidos en su patio trasero. El Presidente Bush y los funcionarios por él elegidos para dirigir la política para América Latina como Elliot Abrahams, Otto Reich, el Embajador Negroponte y Lino Gutiérrez, actores fundamentales en Centroamérica en las décadas pasadas, no ofrecen mejor prospectiva para el Siglo XXI.

La honestidad sin embargo de académicos norteamericanos como William LaFeber, (Inevitable Revolutions), fue un elemento enriquecedor en mi experiencia cristiana e intelectual en Panamá y durante la Revolución Sandinista. Con muchos de ellos establecimos un trabajo intelectual conjunto fundando PACCA (Policy Alternatives for Central America and the Caribean) y CAPA en Canadá. Una red de información y de análisis que permitió una solidaridad académica que comenzó en Panamá en los años 70 y ha continuado por varias décadas. Ésta puede ser una de las vertientes más promisorias para el Siglo XXI en la lucha por alternativas más humanas y democráticas al proceso de globalización. La urgente necesidad de propuestas compartidas en forma “gloncal” (global, nacional y local), es un requisito fundamental para superar la globalización excluyente, injusta, ingobernable y por tanto no universalizable para la mayoría de la humanidad en el Siglo XXI.

A finales de 1976, a mi regreso de Cambridge, retomé el trabajo iniciado a mediados de los sesenta con la Sociedad Civil panameña en el Centro de Capacitación Social y la revista Diálogo Social, que se complementó en 1977 con la creación del CEASPA (Centro de Estudios de Acción Social Panameño) del que fui el primer Director hasta el comienzo de la revolución Sandinista en 1979. Desde Diálogo Social y el CEASPA nos convertimos en una plataforma de solidaridad latinoamericana y sobre todo centroamericana, en especial contra la dictadura de Somoza. Fue también un momento muy rico en la vinculación con experiencias semejantes de cristianos comprometidos en toda América Latina.

Otro momento de esa vivencia panameña fue el exilio de la izquierda latinoamericana provocada por el golpe militar de Pinochet a finales de 1973. Decenas de intelectuales y dirigentes políticos latinoamericanos que se habían refugiado en la Embajada de Panameña de Santiago de Chile llegaron a Panamá. Como asesor económico de la Cancillería solicité atenderles y acogerles en Panamá. Con ellos se reforzó mi compromiso profundo con toda América Latina. Heber de Souza, Theotonio Dos Santos, Vania Branvila, Rui Mauro Marini, Tomas Vasconi, Pablo Richard, Franz Hinkerlammert, etc. entrañables amigos, varios de ellos agnósticos, que en Panamá y después en Nicaragua tuvieron sus primeros contactos con una Iglesia comprometida con los pobres. Este compromiso con los oprimidos y las causas de sus pueblos nos llevó a compartir experiencias humanas y también cristianas muy profundas, que permitieron superar una larga historia de conflictos e incomprensión entre el cristianismo y buena parte de la intelectualidad latinoamericana. La pequeña Centroamérica sirvió de lugar de encuentro y solidaridad por dos décadas, vinculando dos tradiciones culturales que se necesitan mutuamente. El futuro de una América Latina integrada requiere conformar un proyecto de ciudadanía más endógena e integrada.

Estas experiencias pudimos participarlas con unos 60 Obispos en 1979 en Puebla. Sin ser admitidos al Seminario en que se reunían los Obispos con el Papa, Teólogos y Cientistas Sociales mantuvimos una fraternal reflexión con los Obispos que salían del seminario al atardecer para encontrarse con nosotros. El libro "Para Entender América Latina", en 1979, recoge esta experiencia inolvidable de fraternidad y de amistades entrañables, buscando un futuro mejor para los pobres que ya alcanzaban los 120 millones en América Latina, casi duplicando las cifras de Medellín y que volverían casi a duplicarse para la siguiente reunión del CELAM con el Papa en Santo Domingo en 1992.

La relación de cristianos y agnósticos enfrentados a la injusticia, a la pobreza y a la falta de democracia, creó una nueva relación entre cristianismo y la intelectualidad latinoamericana y un acogedor ecumenismo con los hermanos de las iglesias evangélicas. Centroamérica, que había permanecido marginada de estos encuentros iniciales en Chile, Brasil, Colombia, etc. fue un lugar de profundización de estas experiencias que se necesitan reconstruir en el Siglo XXI como el “locus teológico” para vincular la teología con los nuevos actores sociales.

 

1979-1998. Nicaragua

Veinte años involucrado intensa, apasionadamente con la epopeya de la Revolución Popular Sandinista (RPS) y su desmoralizador “harakiri ético”.

En 1962 me había nacionalizado nicaragüense casi por instinto. Me enamoré de Nicaragua desde el primer momento y seguiré vinculado a mi nueva patria no importa dónde este errático destino de los designios de Dios me lleve.

En 1972 el gobierno somocista se negó a renovarme el pasaporte nicaragüense. El Gobierno de Panamá me ofreció la nacionalidad panameña por los servicios prestados en las negociaciones del Canal. Esta doble nacionalidad hará que Centroamérica conforme mi “identidad regional”, más ahora trabajando en Guatemala.

Los trabajos con exilados nicaragüenses en Panamá habían provocado la necesidad de crear un equipo de planificación económica para cuando se diera la victoria en Nicaragua. Estos amigos sandinistas me invitaron después del triunfo el 19 de julio del 79 a conformar MIPLAN (Ministerio de Planificación). Llegué el 23 de julio a Nicaragua con la intención de permanecer sólo unos meses colaborando en la conformación de un equipo de planificación económica en el Ministerio de Planificación (un viejo cascarón de oficinas destartaladas frente al flamante Hotel Intercontinental)

Fui nombrado Director de Planificación Global, así se llamaba, y durante dos años hasta mi renuncia en julio del 81 tuve posiblemente una de las experiencias más ricas en mi compleja y apasionada vida. ¿Cómo levantar a un país deshecho por la dictadura, la guerra e inmediatamente por la agresión y el boicot norteamericano fue la tarea apasionante por casi 20 años, tanto en MIPLAN, como con más autonomía crítica desde CRIES (la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales).

En el Ministerio como Director de Planificación convoqué a economistas de Chile, Perú, Centroamérica, México y a un notable grupo de profesores de universidades inglesas, norteamericanas, españolas y suecas. El objetivo era aprender de las experiencias diversas en América Latina, replantearse un nuevo modelo de transición hacia una economía mixta, el pluralismo político y la diversificación de la dependencia tanto política como económica de Nicaragua y Centroamérica. Considero que se hizo un esfuerzo teórico, novedoso y un intento de superar dogmatismos ideológicos. El “Programa de Reactivación Económica en Beneficio del Pueblo 1980” todavía refleja ese intento de frescura mental y de calidad técnica que la agresión y el embargo norteamericano, la ambigüedad internacional en los estertores de la Guerra Fría, no permitieron consolidar ese intento de un proyecto endógeno para los pequeños países de la periferia.

Estos factores externos fueron una limitante objetiva, sobre todo para un país deshecho por la guerra y la descapitalización somocista. Sin embargo, considero que fue la inconsecuencia ética con los valores promulgados por la RPS los que hicieron fracasar el intento: las luchas internas por el poder dentro de la Dirección Nacional; el personalismo de los dirigentes que buscaban el éxito de sus propios proyectos más que la consolidación de un modelo alternativo; la lejanía creciente del pueblo y de los cuadros medios que provocó un aburguesamiento de la cúpula revolucionaria; la ideologización de un marxismo trasnochado en algunos cuadros dirigentes que no aceptaban el mercado como una realidad económica, más dominante sobre todo ante el progresivo colapso del bloque socialista; la falta de respeto a las identidades campesina, indígena de la mujer y de la religiosidad popular.

Esta larvada crisis desde 1981 se fue agudizando por las rigideces que provocaba la agresión norteamericana y la demonización mediática contra el proyecto sandinista. A esto contribuyó también, lamentablemente de nuevo la agresividad de la jerarquía católica nicaragüense que provocó la confrontación innecesaria que produjo la visita del Papa Juan Pablo II en 1983, a pesar de los múltiples intentos de las comunidades de base y de los sacerdotes involucrados con el proyecto sandinista que buscaron intermediar por todos los medios frente a una profecía autocumplida de confrontación entre la Iglesia y la Revolución.

 

¿Por qué la renuncia en 1981 al Ministerio de Planificación?

Fue una de las decisiones más traumáticas y difíciles de mi vida. En plena agresión norteamericana la renuncia de un jesuita en un cargo importante de la revolución pudiera ser utilizada como parte la campaña de demonización contra el sandinismo. Por otro lado, era evidente que las luchas internas por el poder dentro de la Dirección Nacional; el personalismo de algunos comandantes financiando con los escasos recursos disponibles un "gigantismo" de proyectos modernizantes pero inorgánicos a la economía real de Nicaragua; la agresión y embargo norteamericano, estaban llevando a una crisis financiera haciendo imposible no sólo la planificación sino también la fundamental programación económica.. Una emisión inorgánica de Córdobas para financiar la guerra, la seguridad interna, y los proyectos faraónicos en el agro como fueron las fincas de ganado de Chiltepe, el ingenio azucarero de Timal, los proyectos agroindustriales de Sébaco, etc. desequilibraron los balances macroeconómicos y dejaron las bases económicas al garete. No había ninguna posibilidad de programar y menos de planificar una lógica y otras prácticas sólo las dominantes. El ejército y la seguridad llegarían a consumir más del 50% del presupuesto afectando las áreas sociales de educación y salud, esquilmando con salarios de hambre a médicos, enfermeras y maestros, ahogando sin crédito y apoyo técnico a las cooperativas y a la pequeña empresa. A mediados de los 80 los créditos inorgánicos para mantener estos sectores y la incapacidad de pago causada por la guerra, junto con un paternalismo financiero antieconómico de cancelar las deudas internas, más el congelamiento de recursos de la banca internacional, provocó una escasez aguda de divisas, con el colapso del valor del Córdoba y una inflación galopante que llegó a más de 30.000% al año.

Pretendí, ingenuamente, que mi renuncia provocase algún tipo de reflexión por lo inaudito, en aquellos tiempos originales de la revolución, de renunciar sin la aceptación de la Dirección Nacional. Nunca fui miembro del partido como otros sacerdotes, pero era evidente mi estrecha relación con el sandinismo desde los años de Panamá. Después de unos meses de bajo perfil presenté al gobierno el proyecto de abrir CRIES y seguir colaborando desde una posición más autónoma. El gobierno aceptó la idea. CRIES fue adscrito al CNES (Consejo Nacional de Educación Superior) consiguiendo mantener un grado razonable de independencia académica y administrativa pero sin mejores resultados en cuanto a la incidencia en un cambio de la política económica y social.

Las diversas evaluaciones, análisis que presentábamos en estos años y los seminarios internacionales que organizamos desde CRIES, no fueron atendidos a pesar del fuerte debate sobre la situación económica y social que provocaron. El apoyo crítico desde las revistas "Pensamiento Propio" y "Envío" de la UCA, las únicas con un margen notable de independencia, provocaban solidaridad y simpatía internacional pero no lograron efectos significativos internamente. . Los expertos internacionales a los que invitamos para evaluar la situación coincidían en el colapso económico que se venía acumulando. Era difícil que la solidaridad internacional mantuviera por mucho tiempo una situación insostenible.

Por otro lado, el incremento de la guerra de agresión, para asfixiar la sobrevivencia de la Revolución Sandinista y el embargo norteamericano eran contrarrestados con el ejemplo de la solidaridad cubana, de los países nórdicos y una pléyade de grupos solidarios en Estados Unidos, Europa y Japón. La ideologización del proceso y la falta de realismo histórico en un momento que se comenzaba a vislumbrar la crisis del bloque soviético, coincidía con el aburguesamiento creciente de la dirigencia sandinista, aumentando la desvinculación con las necesidades y urgencias del pueblo. La dualización entre la militancia sandinista de base y la cúpula revolucionaria fue acrecentándose, debilitando el apoyo que se requería para ganar las elecciones de 1990. El mantener el servicio militar obligatorio y la previsión de que la guerra con la “contra” y la confrontación con Estados Unidos continuaría si ganaba las elecciones Daniel Ortega, fueron las condicionantes internas que influyeron en el triunfo de Violeta Chamorro en 1990, además del apoyo incondicional del gobierno norteamericano.

En 1981 estos síntomas eran iniciales y se confiaba en que pudieran ser corregidos. Por tanto, la renuncia y las críticas se hicieron a nivel interno para no dar posibilidades a la campaña de demonización internacional que Estados Unidos y la derecha habían lanzado contra la Revolución Sandinista. La decisión fue renunciar pero seguir cooperando con la Revolución Sandinista desde una posición más autónoma, manteniendo el criterio que el Padre Pedro Arrupe había dado a los jesuitas en Nicaragua: “apoyo crítico”. En aquel momento lo que se necesitaba era una reflexión comprometida pero más autónoma. En este sentido en 1982 un grupo de intelectuales centroamericanos y caribeños decidimos fundar la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales CRIES, para acompañar el proceso sandinista y los procesos del cambio social en Centroamérica y el Caribe.

Fui Director de CRIES y la Revista “Pensamiento Propio” por 10 años. En este período de crisis regional integramos y fundamos “ unos 30 Centros de Investigación semejantes en todos los países de Centroamérica y en 6 países del Caribe, incluyendo Cuba y Puerto Rico con el fin de pensar una alternativa regional para estos pequeños países de la periferia en el patio trasero del imperio. En la década de los 80 y primeros años de los 90 pudimos compartir y analizar los momentos épicos de la transformación social y política centroamericana al mismo tiempo que el boicot y la agresión norteamericana, el aislamiento de los organismos multilaterales en el caso de Nicaragua y una increíble solidaridad internacional de América Latina, de Europa y del propio pueblo norteamericano.

El exilio de intelectuales centroamericanos y caribeños se concentró en la red de los centros de CRIES, convirtiéndonos en un foco de solidaridad internacional, quizá no suficientemente crítico con los problemas y las tendencias que se estaban acumulando. Hoy nos parece que la crítica fue insuficiente pero en aquellos momentos de crisis fue posiblemente lo máximo que se podía hacer, sin ser utilizados por la campaña internacional de desprestigio contra Nicaragua y también por los escasos márgenes internos frente al verticalismo y la ideología de “Dirección Nacional Orden”. Mantener un balance de apoyo crítico y de propuestas constructivas para mejorar la situación fue la tensión dominante al final de los 80.

Quizá el momento más critico fue en febrero de 1988 cuando públicamente comenzamos a criticar las medidas de ajuste estructural que el sandinismo se vio obligado a imponer por la crisis inflacionaria, el colapso del Córdoba y la fuerte reducción de la cooperación internacional. Sin embargo, el ajuste necesario económicamente fue socialmente regresivo afectando a los sectores más empobrecidos, no incidiendo en la misma forma sobre la clase media y menos sobre la nueva burguesía sandinista. Tampoco el ajuste se aplicó para eliminar las formas de corrupción creciente que se estaban dando entre la alta dirigencia.

Las contradicciones económicas y sociales a mediados de los ochenta fueron aumentando las rigideces en torno al tema indígena, de la mujer, del campesinado, frente a la autonomía de las organizaciones populares cada vez más instrumentalizadas como correas de transmisión de la Dirección Nacional. Incluso la manipulación religiosa, sutil y utilitaria, para conseguir el apoyo de los cristianos pero sin respetar la ética y sus valores. La vida personal de la dirigencia cada vez se distanciaba más de sus declaraciones. La coherencia básica que hubiese podido mantener la legitimidad y credibilidad de un liderazgo político para convocar a la resistencia y austeridad compartida se fue perdiendo.

Bastante se ha escrito sobre el legado de esa gesta popular, que todavía requiere ser evaluada crítica y propositivamente para el futuro, sin las distorsiones ideológicas de la Era Geopolítica del fin de la Guerra Fría y sin las vergonzantes acomodaciones de los 90 ante la avalancha de la ortodoxia neoliberal. El pensamiento único neoliberal y el avance de una democracia electoral que no quería ni podía enfrentarse a las causas del subdesarrollo y de la desintegración social actual de Centroamérica, requieren otro análisis más pormenorizado.

La experiencia, de una praxis comprometida desde el análisis de las ciencias sociales, el discernimiento cristiano, junto con la cercanía a los actores sociales, ha sido la vivencia intelectual y religiosa más determinante de mi vida centroamericana. También uno de los periodos mas felices a la vez que dolorosos, al poder compartitr la alegría y entusiasmo de un pueblo que se sintió protagonista, por primera vez, de su historia. Esa experiencia de muestra que existe la posibilidad y la capacidad para el cambio. Me salta a la mente el clásico lamento del Cid Campeador: " Dios que buen vasallo si hubiese buen señor ".

El sufrimiento cargado de esperanza de los oprimidos como “locus teológico” y el acicate intelectual de esa cercanía eficaz no lo puede brindar ninguna institución académica, ni la propia universidad. Integrar el rigor y la calidad intelectual con el compromiso solidario con los oprimidos, más un discernimiento cristiano son ejes, determinantes y estratégicos para el futuro, si esta experiencia personal tiene algún valor al ser compartida.

 

1990. La derrota electoral del Frente Sandinista

La pérdida de popularidad, el agotamiento del pueblo en dos décadas de confrontación contra Somoza y la “contra” apoyada por Estados Unidos, habían consumido las reservas anímicas de gran parte de la población. Las encuestas preelectorales lo señalaban con crecientes evidencias. Todavía confiábamos que el Frente Sandinista ganaría las elecciones a pesar de la demonización desatada por Estados Unidos y de la masiva afluencia de recursos para los partidos de oposición organizados en la UNO (Unión Nacional Opositora).

Desde la perspectiva histórica parece evidente que una victoria del Frente Sandinista hubiera mantenido el tensionamiento con Estados Unidos, la confrontación interna con la contra, la descapitalización del país y la fatiga internacional con Nicaragua. Doña Violeta Chamorro representaba la paz, nuevas posibilidades de normalizar la situación con Estados Unidos, con la Banca Internacional y un gobierno de centro que respetara los avances sociales conseguidos en la década sandinista.

La Asamblea Sandinista de mayo de 1990, después de la derrota electoral, volvió a levantar las esperanzas de que una revisión crítica de los errores, un compromiso con las necesidades populares, y una renovación del proceso sandinista para defensa de las mismas era posible. Un proceso de revisión crítica y reestructuración partidaria para poder enfrentar un mundo hegemonizado por Estados Unidos y sin ningún balance del bloque socialista fue posible después de la derrota electoral. Incluso, confiábamos muchos cristianos sandinistas, que la derrota electoral pudiera permitir el tiempo y la reflexión para una reconversión realmente revolucionaria después de 10 años en el poder.

Lamentablemente, las fuerzas sandinistas por el cambio quedaron opacadas por la Dirección Nacional, por la “piñata” de los altos dirigentes que hicieron rapiña de los bienes del Estado, no para crear un capital económico para la reconversión del Partido como se intentó justificar en algunos momentos la “piñata”, sino para un obsceno enriquecimiento personal con los bienes del Estado.

La Revolución Sandinista no fue derrotada en las elecciones de 1990. No fue la derrota electoral la que provocó la división y desintegración progresiva del Frente Sandinista sino el personalismo y la ambición de poder. La corrupción y el suicidio ético descompuso el atractivo moral y humano que tuvo esa gran épica histórica de un pueblo pequeño en el patio trasero del imperio.

 

El Proceso de Paz Centroamericano

El involucramiento de los cristianos en proceso de paz de Centroamérica fue intenso. Los mártires de la UCA de San Salvador y sobre todo Monseñor Romero son mártires de la paz. Monseñor Gerardi en Guatemala, después de firmados los Acuerdos de Paz en el país más masacrado por los conflictos, es un genuino mártir de la paz, pues la firma de los acuerdos y el cese de las hostilidades militares no consolidan la paz, sin la clarificación de la verdad, la superación de la impunidad y una reconciliación, sobre todo, con la identidad y los derechos de los pueblos indígenas.

Personalmente me involucré en los procesos de paz en un trabajo de tipo más estructural, menos heroico y posiblemente menos eficaz. Junto con Monseñor Marcos McGrath de Panamá fui invitado a participar en el Interamerican Dialogue desde 1984 como representante de Nicaragua. Tuvimos reuniones en el Senado, Congreso, Departamento de Estado y en múltiples medios de comunicación, universidades e iglesias. Incluso con el entonces Vicepresidente Bush en la administración Reagan, que criticó fuertemente a la Teología de la Liberación dirigiéndose directamente contra mí.

Esa larga experiencia en el Diálogo Interamericano ha sido enriquecedora y gratificante hasta nuestros días por poder conocer la lucha de poder y de intereses en la propia política exterior norteamericana.

El Imperio por dentro es tan sucio como se presenta en la realidad de nuestros pueblos. Sin embargo la confrontación y la lucha contra esa forma imperial de cultura y acción internacional cuenta con un amplio conglomerado de sectores y personalidades dentro del propio gobierno y del poder corporativo. Esta es una realidad que no solemos tomar en cuenta en América Latina. Quizá opacados por la solidaridad fraterna de tantos grupos de iglesias y de la sociedad civil norteamericana que comparten nuestros anhelos de justicia y dignidad para todos. Vincularnos también con grupos “abiertos del establishment“ puede ser un legado importante para el futuro, para acumular capacidad negociadora en una alianza más amplia.

El proceso de la creación del Grupo Contadora fue otra experiencia importante del proceso de paz. CRIES jugó un papel catalizador vinculando a grupos de políticos e intelectuales centroamericanos que recorrimos ocasiones Latinoamérica en diversas con el fin de crear un espacio propio para negociar y acompañar los procesos iniciales de paz en Centroamérica. El Canciller Dante Caputo de Argentina fue el pivote que articuló el Grupo Contadora a pesar de la oposición a dicho intento por parte de Estados Unidos.

El Senador Terry Sanford, un ejemplo de figura del “establishment abierto norteamericano”, con lucidez y entereza ética para tratar de superar las peores prácticas de su gobierno, fue el articulador de la otra experiencia por la paz. “La Comisión Multilateral por la Paz y el Desarrollo de Centroamérica, como forma internacional del apoyar los Acuerdos de Esquipulas.

La Comisión Sanford, como se la llamó, y su informe: "Pobreza, Conflicto y Esperanza: un momento crítico para Centroamérica, 1989", tuvo la lucidez de convocar a representantes de los gobiernos y oposición centroamericanas acompañados por representantes eminentes de la comunidad internacional. Pierre Schori, Ministro sueco, fue por otra parte el aglutinador de los representantes europeos y de Japón que actuaron como contrabalance en el debate entre Estados Unidos y los centroamericanos. El “Informe Sanford” vuelve a recuperar vigencia en el 2001 ante el estancamiento - retroceso de los Acuerdos de Paz de Paz.

Fueron experiencias importantes para conocer quiénes y qué países estaban realmente interesados en una paz que resolviera las causas del conflicto. Quiénes, por otra parte, estaban interesados en mantener posiciones de dominio y privilegio históricos sobre la región. Una insospechada solidaridad e interés en la sociedad civil, universidades, iglesias cristianes y budistas, partidos políticos y también en sectores del gobierno interesados en aquellos años en Centroamérica Fueron múltiples reuniones en cada uno de los países de Centroamérica, en Estados Unidos y en número amplio de países europeos y nórdicos. Incluso llevamos el tema de la paz centroamericana al propio Japón.

En toda esta experiencia de negociación regional e internacional por la paz fue importante encontrar a las iglesias y a la sociedad civil en Estados Unidos y en Europa fuertemente comprometidos con una genuina paz centroamericana que resolviera las causales del conflicto. Por otro lado, tanto en los organismos internacionales financieros como en el gobierno norteamericano buscar la paz intentaba lograr el desmantelamiento de lo que ellos consideraban una amenaza subversiva, incluso ahora que el “imperio del mal” estaba en proceso de colapso. Ya no era la ideología anti comunista sino los intereses económicos y geopolíticos de control los que se desnudaron de nuevo en relación con estos pequeños países de la periferia centroamericana.

El núcleo de poder económico y político en Estados Unidos demostró una falta de respeto y sobre todo una bochornosa falta de magnanimidad del grande con el chico. En todo momento se buscaba estrujar la dignidad del abatido y empobrecido pueblo centroamericano, que en medio de sus ilusionadas aspiraciones en el patio trasero implicaban una justa demanda por espacio y respeto.

Es abrumadora en mi vida desde los 60 en Cuba hasta el 2000 la experiencia de la prepotencia de Estados Unidos sobre Centroamérica. Comprendí en carne propia lo que representaba la voluntad imperial. Rehusaba usar el término “imperialista”, calificativo que rechazaba por respeto a tantos amigos e instituciones norteamericanas entrañables. Pera la obcecación imperialista es un elemento connatural del núcleo de poder económico y político y en la cultura dominante norteamericana.

La alianza con la sociedad civil norteamericana será una de las experiencias estratégicas para el Siglo XXI. Ellos y nosotros nos necesitamos mutuamente para conseguir la libertad y democracia que permitan la construcción de una globalización mejor. Las innumerables muestras de solidaridad y generosidad de tantos norteamericanos no borra ese amargo sabor del poder imperial sobre pueblos insignificantes por su tamaño y capacidad que, sin embargo, llegaron a provocar en el Presidente Reagan una frase que sintetiza esa obcecación: “si no prevalecemos en Nicaragua y en Centroamérica no podremos prevalecer en ninguna otra parte del mundo”.

 

1991. El Rectorado de la Universidad Centroamericana en Managua

La muerte repentina de César Jerez, SJ, Rector de la UCA y antiguo Provincial de Centroamérica, marcó un inesperado y nuevo rumbo en mi vida: la educación universitaria. Fui nombrado Rector en contra de mi voluntad. Había considerado a las universidades como reproductoras y amplificadoras de un sistema, a pesar de sus protestas esporádicas y de su historial de rebelión en América Latina. El hecho de que la mayoría de los cuadros universitarios acabaran acomodándose en su función profesional a los condicionamientos del mercado o del poder político me parecía una falta de ética universitaria. Las UCAs en Centroamérica en los 70-80 ofrecían una historia diferente, incluso martirial de lucha por la equidad y la justicia social.

La UCA en 1991 estaba todavía sin recuperarse de la destrucción causada por el terremoto de 1972. Una avalancha de desmovilizados de la guerra tanto del Frente Sandinista como de la propia “contra”, junto con funcionarios del Estado Sandinista que buscaban refugio en la universidad para reconstruir su vida profesional frente a un gobierno que los discriminaba en forma creciente era un gran reto. Por otra parte, la UCA era la única universidad jesuita gratuita en América Latina al formar parte del sistema nacional de universidades en Nicaragua y recibir presupuesto del Estado. Esto permitía acoger mayoritariamente a estudiantes de escasos recursos, objetivo vedado en otras universidades jesuitas, exceptuando un pequeño porcentaje de becados.

La universidad al inicio de los 90 se convirtió en una plataforma de resistencia del sandinismo frente a las políticas de ajuste neoliberal implementadas por el gobierno Chamorro. También frente a los intentos de desmantelar los proyectos sociales de la década revolucionaria. El Frente Sandinista por su parte utilizó a los universitarios como “carne de cañón” y cadena de transmisión de su intento de “gobernar desde abajo”. La UCA quedó entrampada en esa polarización paralizante en mis tres primeros años de rectorado. Mis intentos como Rector de negociar entre el gobierno y el sandinismo no fueron exitosos. La lucha por el 6% del presupuesto para las universidades marcó y distorsionó la vida universitaria durante varios años. Tres muertos y más de 40 heridos es el saldo de una confrontación en que se mezclaron justas demandas universitarias para poder estudiar en un país destrozado por la guerra, la crisis económica y la polarización paralizante del debate político.

Estas justas demandas sin embargo fueron manipuladas y distorsionadas tanto por el Frente Sandinista que se montó sobre esta lucha universitaria para mantener una plataforma política en las universidades, como por la incomprensión e inflexibilidad del gobierno ante las presiones de los organismos financieros internacionales exigiendo la reducción del presupuesto universitario. La ideologización fanática del Ministro de Educación, antiguo dirigente de la contra y ultra conservador religioso, convirtió la educación en un nuevo campo de batalla.

Desde 1994 el objetivo fue recuperar la autonomía universitaria y “despolitizar” de partidismo la universidad. Esta tarea es determinante para el futuro de América Latina que requiere universidades con una política de calidad, pertinencia y equidad en la formación y al servicio de una nueva generación. El compromiso con la superación de la pobreza, la recuperación del Estado de Derecho y el espacio público, cada vez más privatizado, y un alto compromiso de responsabilidad social y ética, deberían conformar la “política” y la tarea estratégica de la universidad. Gran responsabilidad para tantas universidades católicas que han formado profesionales exitosos en sociedades fracasadas.

Refundar la Universidad para enfrentar el reto de la globalización y un Desarrollo Humano Sostenible se ha convertido en el compromiso personal del legado centroamericano de las décadas pasadas. La Rectoría de la UCA y el involucramiento dentro de la Asociación de Universidades de la Compañía de Jesús en América Latina (AUSJAL) me permitió descubrir el papel de la universidad y de la educación en esta Era del Conocimiento y en esta era de la acumulación económica basada en el capital humano más que en los recursos naturales, industriales e incluso financieros. Los 90 posiblemente han marcado el destino de mis últimos años entregado a democratizar el conocimiento como uno de los principales ejes para la superación de la pobreza, la profundización de la democracia y de una ciudadanía en un marco de un desarrollo humano sostenible.

Este sería otro tema que exige una profundización imposible en estos momentos, pero que descubre quizá el área de mayor influjo potencial de los cristianos para el Siglo XXI en América Latina. Todavía nos falta conciencia y visión para utilizar el continuo educativo entre universidades, colegios, educación básica, formal e informal que conforma una plataforma educativa única en América Latina, con potencialidad de formar una nueva generación con valores, capacidades y calidad profesional para convertirse en una red propositiva e integradora de una conciencia liberadora de América Latina. Por otra parte continuar la amplificación y reproducción del sistema y de las causas que mantienen no sólo empobrecida sino excluida a gran parte de América Latina, es la gran responsabilidad de la gran plataforma de la educación católica en América Latina.

La Teología de Liberación no ha tratado el tema educativo con la importancia tanto evangelizadora como estratégica que tiene para la liberación de nuestros pueblos. ¿Es esta una posibilidad nueva y renovadora para la Teología de Liberación en el Siglo XXI?

 

1998. India, África, China

Al terminar el Rectorado de la UCA solicité un año Sabático para asimilar y digerir estos 40 años de mi vida centroamericana. Mi dilema fue: encerrarme en una universidad para escribir una especie de memoria analítica o una ruptura epistemológica de ver el cristianismo y América Latina desde una perspectiva no occidental ni cristiana, al mismo tiempo que confrontaba las experiencias latinoamericanas con las de otros continentes en esta era de la globalización

Logré una combinación que considero ha sido también importante en esta etapa de mi vida. Visité dos meses la India invitado por los jesuitas y algunos centros de investigación para evaluar los 500 años del llamado “descubrimiento de la India” por Vasco de Gama. Enero y febrero de 1998 fueron meses fascinantes en un país que me sorprendió y cautivó profundamente. A pesar de considerarme un “gandhiano” conocedor de las obras del personaje que considero más importante del Siglo XX, a pesar de mi admiración por Albert Einstein, India rompió muchos estereotipos occidentales mamados en nuestra cultura occidental y cristiana. Vivenciar la diversidad cultural como un elemento fundamental para una globalización y alternativa, fue el regalo de los jesuitas indios, sobre todo los dalit, a los que calificaba de “parias” por la educación recibida, fueron parte central de esta ruptura epistemológica. Tuve la oportunidad también de visitar tres países en el corazón de África durante un mes acompañando las experiencias de tantos heroicos laicos y religiosos en Zambia, Uganda y Kenia después de las masacres de Ruanda. También tuve el privilegio de un mes en China visitando Taiwán, Hong Kong y Beijing, como huésped de la universidad de Beijing que cumplía los 100 años. Conseguí permiso para visitar la tumba del P. Mateo Richi sj, en los jardines del emperador, actualmente los jardines del Comité Central del Partido Comunista. La tumba de Mateo Richi es un mausoleo de mármol bien cuidado por el respeto y servicio que prestó al pueblo chino. La figura de Richi me recordó la de Bartolomé de las Casas, Montesinos y tantos otros en nuestras tierras que sirvieron y respetaron a los pueblos indígenas. Son estos seres humanos los que perduran en la historia y en la memoria de los pueblos no importa la cultura o ideología dominante.

Estas breves experiencias del Oriente no Cristiano y de África excluida, con su diferente historia y cultura, me reconfirmó que estructuralmente los problemas de la globalización son muy semejantes en toda "aldea global” a pesar de tanta diversidad. La concentración y centralización del poder y la riqueza incluso en China, es la contradicción estructural de este sistema que genera desempleo y exclusión por la propia lógica del la globalización. El mercado y la competitividad como máximo principio articulador de la sociedad, conlleva este antagonismo antidemocrático e ineficiente. A mediano plazo los costos sociales, políticos y ambientales que genera esta globalización antagónica y cada vez más ingobernable, la convierte paradójicamente en destructora de la eficiencia que proclama como su principal ventaja comparativa frente a otras alternativas.

Esos meses de ruptura epistemológica los traté de absorber y digerir en el resto del año en Boston College. Fue el momento del gran “boom económico norteamericano y también de la sátira política del Presidente Clinton con Mónica Lewinsky. Fueron meses importantes para ayudar a entender la potencia y la capacidad de una gran nación como Estados Unidos y también sus miserias y debilidades, no sólo humanas sino institucionales y culturales.

El año en Boston me ayudó también a reflexionar personalmente sobre cómo utilizar en un servicio evangélico y efectivo una tercera edad con “mucha juventud acumulada” pero claramente indicando el ocaso de la vida. Optimizar estos años considerando que la tercera edad puede ser también una certera edad, sobre todo una edad que podría permitir madurar la experiencia cristiana rica y conflictiva con una actitud de agradecimiento. A la vez para profundizar de un compromiso (“en todo amar y servir”) que me había llenado de felicidad en medio de la historia centroamericana urgida por la esperanza, cargada de sufrimiento y de muchos fracasos. En eso estamos.

 

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