EL DIALOGO DE LAS RELIGIONES EN EL MUNDO ACTUAL
Andrés Torres Queiruga
Esta es una síntesis del artículo del mismo título publicado por
el autor en el libro colectivo dirigido por Joaquim Gomis con el
título de El Concilio Vaticano III. Cómo lo imaginan 17 cristianos.
En el libro, diversos autores redactan, en estilo libre, cómo
imaginan el resultado de dicho Concilio, como ya celebrado. El texto
encomendado al teólogo Torres Queiruga es el documento sobre «El
diálogo de las religiones en el mundo actual», del Concilio Vaticano
III. Dice así...
Este Concilio, quisiera ser ante todo un gran abrazo universal entre
todas las religiones y con la humanidad entera. No tenemos otro
sueño, convencidos como estamos de que es el sueño de Dios mismo: de
ese Dios que invocamos con diversos nombres.
Sabemos que el Espíritu de Dios habita en todos los corazones y que
en cada uno dice una palabra original e irrepetible para el bien
común de la familia humana...
Revelación UNIVERSAL E IRRESTRICTA
La marcha del mundo y de su cultura, así como el contacto vivo entre
las diversas religiones nos ha hecho muy conscientes de que la
vivencia religiosa se encuentra en una situación nueva; en aspectos
importantes, radicalmente nueva.
Una mirada a la historia de la humanidad nos obliga a reconsiderar
la concepción de nuestra propia historia religiosa, a la que hemos
llamado sagrada.
Cuando en la actualidad los cálculos más moderados elevan a más de
un millón de años la historia humana, no podemos pensar que el
Creador de todos se haya preocupado durante milenios y milenios tan
sólo de unos pocos entre sus hijas e hijos, dejando en espera a los
demás.
Teniendo esto en cuenta, no podernos dejar de confesar que esos
millones y millones de seres humanos han estado, desde siempre,
todos y cada uno, bajo la mirada materno-paternal de Dios, habitados
y animados por su presencia amorosa y salvadora. Lo cual nos lleva a
comprender con más claridad algo que debería resultar evidente desde
la confesión de Dios como amor: que Él como Padre y Madre,
preocupado únicamente por el bien y la felicidad de todos sus hijos
e hijas, ha estado tratando de revelarnos desde siempre y cuanto ha
sido posible su presencia salvadora.
En Dios NO HAY ACEPCION DE PERSONAS NI DE RELIGIONES
Por eso, conscientes de la novedad teológica que ello supone y de la
necesaria actualización hermenéutica que impone en la lectura de
nuestros textos sagrados, este Concilio ha decidido renunciar a la
categoría de elección. En Dios, “no hay acepción de personas”; ni,
añadamos, de religiones. Por lo que respecta a su amor, todos somos
por iguales, sin la mínima discriminación, hijos e hijas muy
queridos.
Las innegables diferencias que existen de hecho no nacen de
predilecciones arbitrarias o de favoritismos particularistas por
parte de Dios, sino que son fruto inevitable de nuestra finitud
humana. Dios entrega a cada hombre y mujer, a cada época, cultura o
nación su amor incondicional e irrestricto.
Nos atrevemos a decir que Dios se alegra y que aprovecha todo lo
conseguido en alguna persona, religión o cultura para que de ese
modo pueda ser más fácilmente comprendido y acogido por los demás.
Esto es lo que nos hace estar atentos a cuanto de bueno y positivo
aparezca en cualquier lugar del mundo, especialmente en las
distintas religiones, a fin de enriquecer un poco más nuestra visión
siempre deficiente, del insondable misterio divino.
TODAS LAS RELIGIONES SON VERDADERAS
Este Concilio no sólo “nada rechaza de lo que en las religiones hay
de verdadero y santo”, -como dijo el Vaticano II- sino que quiere
proclamar con toda solemnidad su convicción fundamental de que todas
las religiones son verdaderas. Lo cual no quiere ser una
proclamación de relativismo indiscriminado, sino la constatación de
la base común en la que todos debemos apoyar el diálogo y la
convivencia.
Toda religión es verdadera, en el sentido de que su esencia consiste
justamente en el descubrimiento fundamental de que no estamos solos
en el mundo, de que nuestra existencia está fundada y amparada por
una Realidad más alta que nosotros y que e! mismo universo, de la
cual, en diversas formas, esperamos la salvación definitiva.
Abrigamos la esperanza de que el reconocimiento de esta base
fundamental puede crear el verdadero clima para un diálogo auténtico
y fomentar en todos un espíritu humilde, colaborador y fraternal.
PLURALISMO ASIMÉTRICO
Gracias a Dios, queda ya muy lejos el extra ecclesiam nulla salus
(fuera de la Iglesia no hay salvación), por cuyas incomprensiones y
aun graves daños pedimos de nuevo perdón con humilde y sincero
arrepentimiento. Ni siquiera pretendemos ya, aunque haya sido un
gran avance por parte de algunos de nuestros teólogos, hablar de
inclusivismo. No queremos dar la impresión de que todas las
religiones, para ser verdaderas y llevar a Dios, deban pasar por el
cristianismo. Pero tampoco nos satisface un pluralismo sin
matizaciones.
A falta de una categoría mejor, preferimos usar la de
pluralismo
asimétrico, pues nos parece que, evita el peligro del relativismo,
como si todos los caminos fuesen iguales y no fuese preciso estar
siempre en éxodo hacia una mayor profundidad y pureza en la
confesión y práctica del misterio. La realidad muestra que no en
todas las religiones se logra igual grado de avance en el camino
hacia Dios. Muchas veces las diferencias son simplemente de contacto
cultural. Pero hay ocasiones en que las diferencias tienen serio
alcance religioso, como lo muestra el hecho mismo de que cada
religión en su propio contexto cultural está llamada siempre a la
autocrítica y al progreso purificador: es lo que siempre han
procurado en ellas sus respectivas figuras proféticas.
URGENCIA Y PRIORIDAD DEL DIALOGO
El Concilio no busca protagonismos ni, menos, imperialismos
religiosos. Quiere ser ante todo una llamada al diálogo religioso
como una de las tareas más urgentes de nuestro tiempo, en cuanto
búsqueda común para ir cada día examinando entre todos la fidelidad
a la presencia divina.
Esta presencia nos convoca, con amor inagotable e incansable, a
seguir adelante, sabiendo que nunca encontraremos una respuesta
satisfactoria mientras peregrinemos en los límites del tiempo
histórico.
En ese sentido, el pluralismo inevitable, que muchas veces puede
resultar doloroso, representa también una riqueza inestimable.
Cada religión, en efecto, significa una perspectiva única sobre el
misterio común; de suerte que siempre hay riquezas en cada religión
que no poseen las demás, igual que todas sin excepción tienen que
reconocer las inevitables cegueras causadas por los limites de la
propia circunstancia.
Escuchar a los demás constituye entonces la mejor prueba de respeto
ante el misterio común, pues únicamente de ellos podemos recibir
aquello que nuestros ojos no pueden ver. Igual que no hay mejor
muestra de solidaridad humana y de fraternidad religiosa que la de
ofrecer -jamás imponer- aquello que a nosotros nos parece un don
divino descubierto con especial claridad en nuestra religión. Sólo
reuniendo las búsquedas y los esfuerzos de todos podemos aspirar a
un acercamiento lo más humanamente integral a la verdad divina.
Somos conscientes de dos problemas que adquieren especial urgencia y
dificultad en la actual situación: se trata de la adhesión “de todo
corazón” a la confesión de la propia fe y del trabajo misionero
respecto de los demás.
TEOCENTRISMO JESUANICO
Desde el comienzo, los cristianos, fascinados por la figura de
nuestro Fundador, hemos descubierto en él “el camino, la verdad y la
vida" de suerte que en la figura de Jesús sentimos que se abre para
nosotros el mejor acceso al Misterio común.
Ese entusiasmo ha llevado a que nuestra comunidad proclamase: “Nadie
más que Él puede salvarnos pues sólo a través de Él, nos concede
Dios a los seres humanos la salvación sobre la tierra” (Hech 4,12).
Es lo que podemos llamar nuestro teocentrismo jesuánico. Por
fidelidad a nuestra conciencia y por respeto a los demás, no
queremos ni podemos ocultar esta confesión, que configura lo más
intimo de nuestra experiencia religiosa y que -lo reconocemos con
pesar- ha llevado a no pocos abusos e intransigencias a lo largo de
la historia.
Lenguaje de confesión, proclamación de agradecimiento y amor, de
vivencia . Eso significa primeramente que en la vida de Jesús de Nazaret encontramos el modelo concreto para nuestra vivencia
religiosa y en su predicación el horizonte fundante de nuestra
comprensión del misterio divino.
No podemos ocultar nuestra convicción de que en EI -Dios ha logrado
manifestarnos, con alcance universal aunque no excluyente, las
"claves decisivas” de su relación con nosotros y, en
correspondencia, de nuestra relación con EI y con nuestros
semejantes.
RESPETO A OTROS TEOCENTRISMOS
Dos consecuencias:
La primera consecuencia: que esa confesión equivale al conocimiento
de que fuera del cristianismo se han descubierto riquezas concretas
que, estando presentes en otras religiones, no lo están o no lo
están tan claramente, en él.
Por eso todos podemos aprender de todos y nada nos pertenece en
exclusiva. Nuestro mismo Fundador nos ha advertido que, en esto como
en todo, quien pretenda ser el primero ha de sentirse e! último; que
nada es nuestro en exclusiva y que, por lo mismo, gratis hemos de
dar lo que gratis hemos recibido. Y, llegada la ocasión, él mismo
puso como modelos a miembros de otras religiones, como el Buen
Samaritano, la anónima mujer cananea, el centurión romano y hasta a
las ciudades de Tiro y Sidón. Más aun, en la parábola del Juicio
Final pone como criterio decisivo de verdadero reconocimiento de
Dios en la vida real el amor al prójimo de aquellos que ni siquiera
han conocido el nombre divino.
La segunda consecuencia consiste en que comprendemos cordialmente a
aquellos que desde una tradición religiosa distinta confiesan su
camino hacia Dios vertebrándolo desde otro Centro, sea una figura
profética sea un tipo peculiar de experiencia.
No es preciso renunciar a la propia confesión para respetar la de
los otros. Estemos siempre dispuestos para acoger con humildad todo
lo que de bueno y mejor descubramos en los demás, a fin de responder
con mayor respeto, fidelidad y generosidad a la común presencia
divina que a todos nos desborda y supera.
ECUMENISMO EN ACTO
El problema de la misión pide también ser repensado desde esta
perspectiva del Diálogo interreligioso. De hecho, se ha hablado
últimamente de una crisis de las misiones, provocada por estas
nuevas experiencias.
Apreciamos los inmensos esfuerzos de generosidad, amor apostólico y
aun esfuerzo civilizador desplegados por tantas misioneras y
misioneros en los siglos de historia cristiana. Que ha habido
también equivocaciones e imposiciones injustas es también innegable,
y, lamentándolo, como comunidad solidaria con los fallos de nuestra
tradición, pedimos disculpas a los descendientes de aquellas
comunidades en la medida en que hayan padecido abusos.
Pero lo decisivo está en sacar la lección para hoy y para el futuro,
como en gran medida y con sacrificios no pocas veces heroicos están
haciéndolo las misiones actuales.
En este sentido, hoy más que nunca hemos de esforzarnos todos por un
renovado y explícito espíritu de diálogo. Porque en la misión no se
trata de ir a un lugar o a unas religiones donde Dios estuviese
ausente, sino, reconociéndolo presente, de encontrarse para
enriquecer los modos de la comprensión y acogida humana de su
presencia. Nosotros intentamos ofrecer gratuita y respetuosamente
aquello que, aportado por Cristo, creemos que puede enriquecer a las
demás religiones; y, al mismo tiempo, dispuestos a aprender también
todo aquello que ellas nos ofrezcan de original. Puesto que Dios
está en todos, cada religión puede ayudarlas a “dar a luz” aquellos
aspectos o dimensiones de la presencia divina que, estando en ellas,
no han sido todavía por ellas advertidos.
Lo que aprendamos unos de otros nos acercará a todos al misterio
divino y será además el mejor y más auténtico modo de acercarnos
entre nosotros. Se irá construyendo así un verdadero ecumenismo en
acto como comunión viva y cordial, también eficaz y salvadora .
INRELIGIONACION
Ese espíritu, que está en marcha, ha dado ya frutos importantes. Se
nota de una manera muy especial en el notable esfuerzo de "inculturación"
de la fe en los distintos continentes, pueblos y grupos humanos;.
Pensando, pues en el avance que ha supuesto la “inculturación”, tal
vez fuese bueno prolongarla, introduciendo una nueva categoría: la
de inreligionación. Se indicaría así mejor esa actitud integral que
no sólo respeta la cultura del otro, sino también y de manera
expresa, su religión.
La misión no puede nunca consistir en minusvalorar, borrar y, menos,
anular sus valores religiosos. Lo que una religión intente aportar
de nuevo a otras no puede dirigirse nunca a suprimirlas, sino
únicamente a ayudarlas. Como san Pablo aclaró en la relación del
Evangelio con el judaísmo, no se trata de una sustitución sino de un
"injerto" De esa manera, quien recibe a otros, incorporando
libremente aquello que en ellos encuentre convincente, no reniega de
su propia tradición sino que la renueva y enriquece.
LA APORTACION CRISTIANA: DIOS COMO ABBA
Desde esta actitud de respeto, en oferta y acogida, queremos mostrar
con corazón abierto y mano tendida, aquello que consideramos nuestro
más preciado tesoro, esperando que pueda ayudar también a los demás.
Nos referirnos a ese rostro entrañable del Misterio Divino que se
nos ha revelado con especial intensidad en Jesús de Nazaret cuando
habla de Dios como Abbá. Es decir de Dios como presencia personal,
volcado con ternura irrestricta sobre cada hombre y mujer, sin
discriminación de raza, género o condición social; que ama a todos,
buenos y malos, justos e injustos, porque sólo le interesa nuestro
bien y está siempre dispuesto al perdón.
Como Abbá que podemos traducir simbólicamente como
Padre-Madre, sólo
espera de nosotros amor hacia Él, hacia los demás, hacia nosotros
mismos. Él infunde confianza en nuestros corazones y, dentro del más
exquisito respeto a la libertad creada, acompaña el destino humano,
en la alegría y en el dolor, en la vida y en la muerte. Por eso
esperamos que al final Dios, que no sabe castigar, pues es sola y
únicamente amor, acabará rescatando a todos del poder de la muerte y
de la destrucción; de suerte que, en la medida en que la libertad
humana se lo permita, salvará en cada persona todo aquello que haya
de bondad y deseo de pervivencia y felicidad.
A hablar así, queremos tener en cuenta las advertencias que nos
llegan de otras tradiciones religiosas, sobre todo las orientales,
para no empequeñecer el misterio divino, cayendo un antropomorfismo
que lo amenace con reducirlo a las dimensiones de la personalidad
humana: la afirmación de su carácter personal quiere indicar ante
todo que no es menos sino más infinitamente más, que todo lo que de
conocimiento, libertad y bondad descubrimos en lo mejor de las
personas humanas. Escuchamos también las advertencias de otras
tradiciones, como la judía y la islámica, para que la afirmación del
amor y la ternura en Dios no menoscabe en un punto su grandeza
soberana y el respeto infinito a que nuestro corazón se siente
llamado en su presencia. Quisiéramos igualmente recoger todas las
sugerencias presentes en las ricas y numerosas tradiciones
religiosas del Continente Africano, del Americano y de todo el
ámbito de los pueblos dcl Océano Pacífico, comprender más a fondo y
expresar, con menos impropiedad, la hondura, la anchura y la altura
de este misterio de amor que a todos nos envuelve y sobrepasa.
EL DIALOGO, PROLONGADO EN COLABORACION
Ninguna religión es fin en sí misma. El centro dinámico de toda
religión está en Dios y su finalidad es colaborar con Él en el
servicio de la humanidad.
Por eso el diálogo entre las religiones tiene que transformarse
también en colaboración mutua y desinteresada a favor de los
problemas humanos.
Las religiones sólo se vuelven de verdad a Dios pasando por el
servicio a los hermanos y hermanas. Sobre todo de los más pobres,
sufrientes o maltratados: tal ha sido de algún modo la preocupación
de los grandes profetas en todas las tradiciones, y desde luego ha
sido con toda evidencia la de Jesús de Nazaret.
La afirmación de Pablo : “Dios será todo en todos”, describe la
mejor esperanza para toda la humanidad. Marca así la dirección de
nuestro camino y la meta de nuestra colaboración: el trabajo por una
humanidad sin discriminaciones, sin injusticias, sin desigualdades,
sin opresiones.
Publicado con permiso de los editores:
El Ciervo/Desclée, Bilbao
2001, pp 257. Recomendamos la lectura completa del texto, del que
esta síntesis es inferior al 50% del original.
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