Dietrich Bonhoeffer:
Cristo, Señor de los no-religiosos
Arnaud CORBIC
"¿Cómo puede Cristo llegar a ser también
Señor de los no-religiosos" en un "mundo adulto",
para el que "la hipótesis de Dios" resulta ya superflua?
Ésta era la preocupación, a la vez existencial y teológica,
del último Bonhoeffer en sus cartas de la cautividad. El autor
del presente artículo, que ha publicado recientemente un opúsculo
que lleva como subtítulo "Del penúltimo al último
Bonhoeffer", nos acerca a la última etapa de su vida y
al testimonio de su muerte como discípulo de Jesús.
Publicación original: Dietrich Bonhoeffer, Seigneur des non-religieux,
Études 3943(2001)371-382.
Edición en papel de esta edición electrónica:
Revista "Selecciones de Teología" 161(2002)51-58
A partir del 5 de abril de 1943, en que fue encarcelado, Bonhoeffer
no se encuentra en medio de universitarios y seminaristas, sino con
prisioneros, hombres "no-religiosos" que pasan de Dios.
La carta del 30.04.1944 marca un corte en su vida y en su pensamiento:
ya no espera para él un cambio de situación. Las bombas
amenazan con destruir la prisión de Tegel. Sabe por experiencia
que "el mundo está determinado por poderes contra los
que la razón no puede nada". Sin embargo, se encara con
el porvenir, no tanto el suyo como el de la humanidad y el del cristianismo.
Es en este contexto en el que se pregunta teológicamente y
de forma programática: "Cómo hablar del cristianismo
al margen de todo lenguaje religioso? ¿Cómo hablar de
Dios sin religión?"
Un lenguaje renovado
Si en la carta del 30.04.1944 formulaba Bonhoeffer estas preguntas,
en la del 5.05. 1944 esboza una respuesta: hay que hablar de Dios
"en la mundanidad" (weltlich: en la realidad de este mundo),
tal como habla de Dios el AT, o sea, en la finitud y en las pasiones
humanas, en el límite y en la realidad de las cosas, como lo
que hace que el mundo sea mundo, mientras que el a priori metafísico
impone al mundo hablar de Dios como fuera y más allá
de los límites. Escribe Bonhoeffer: "En este momento,
mi reflexión se centra en cómo se podría renovar
"laicamente" (weltlich: en la mundanidad) -en el sentido
del AT y de Jn 1, 14- la interpretación de conceptos como arrepentimiento,
fe, justificación, nuevo nacimiento, santificación".
Para él, en el AT, el más allá y la victoria
sobre la muerte se viven siempre "en el más acá"
(Diesseitigkeit) y remiten al hombre a la finitud en la historia.
En el Esbozo de un estudio, redactado en prisión, a propósito
del tema mundanidad (Weltlichkeit) y Dios escribía Bonhoeffer
que "nuestra relación con Dios no es una relación
"religiosa" con el ser mas elevado, más poderoso,
que se pueda imaginar -ahí no está la verdadera trascendencia-,
sino que consiste en una nueva vida "para los demás",
en la participación en la existencia de Jesús. No son
las tareas infinitas e inaccesibles las que constituyen la trascendencia,
sino el prójimo que hallamos en nuestro camino".
"El mundo, mayor de edad"
Entre el 30 de abril y el 18 de julio de 1944 toma Bonhoeffer una
conciencia cada vez más aguda de que, a consecuencia de una
evolución histórica producida principalmente por el
siglo de las Luces, el mundo ha llegado a su mayoría de edad,
ha adquirido una cierta autonomía, una autosuficiencia en numerosos
ámbitos, y esto de manera irreversible.
El mundo ha aprendido a resolver todas las cuestiones importantes
sin apelar a la "hipótesis Dios". Y esto vale -para
Bonhoeffer- no sólo para las cuestiones científicas
y artísticas, sino también para las éticas e
incluso para las religiosas. Corno en el ámbito científico,
también en el humano, Dios es empujado cada vez más
lejos, fuera de la vida: él pierde terreno.
Bonhoeffer analiza esta nueva forma que adopta el ateísmo
en la modernidad. Hay en él un desplazamiento significativo:
no se trata tanto de la negación de la existencia de Dios como
de la afirmación de su inutilidad. Cuando el mundo era "menor
de edad", la "hipótesis Dios" poseía
todavía su utilidad. Pero, alcanzada la mayoría de edad,
el mundo pasa fácilmente de Dios. Es lo que Bonhoeffer constata
en el contexto arreligioso de la prisión, sensible a este ateísmo
práctico. Y da su diagnóstico:
"Las personas religiosas hablan de Dios cuando los conocimientos
humanos (a veces por pereza) chocan con sus límites o cuando
las fuerzas humanas fallan. En el fondo se trata de un deus ex machina
que ellos hacen salir a escena para resolver problemas aparentemente
insolubles o para intervenir en ayuda de la impotencia humana. En
una palabra: explotan siempre la debilidad y los límites de
los seres humanos. Evidentemente, esta manera de actuar sólo
puede durar hasta el día en que los seres humanos, con sus
propias fuerzas, harán retroceder un poco sus límites
y en que el deus ex machina resultará superfluo".
Y prosigue:
"Me gustaría hablar de Dios, no en los límites,
sino en el centro, no en la debilidad, sino en la fuerza, no a propósito
de la muerte y de la falta, sino en la vida y la bondad del ser humano.
En los límites, me parece preferible callarse y dejar sin resolver
lo que no tiene solución (...). Dios está en el centro
de nuestra vida, estando más allá de ella".
Bonhoeffer piensa a Dios en la positividad, en el centro de la realidad.
El Dios viviente ha creado y crea el mundo. Éste posee su autonomía.
Reposa en la mano de Dios. Y por esto Dios no tiene necesidad de intervenir
en él de modo visible o milagroso. Pues, como Creador que es,
constituye el centro absoluto de la realidad.
Bonhoeffer pone en guardia al teólogo contra toda apologético
que intente probar a este mundo adulto que no puede vivir sin el "tutor
Dios". "Desearía llegar -escribe- a que Dios no sea
introducido fraudulentamente por un vericueto hábilmente disimulado,
sino que se reconozca simplemente el carácter adulto del mundo
y del ser humano." La mayoría de edad hay que comprenderla
positivamente, "mejor de lo que ella misma se comprende, mediante
Cristo y el Evangelio".Y esto sin intentar "camuflar el
ateísmo del mundo; por el contrario, es preciso quitarle el
velo. Y es justamente así como cae sobre el mundo una luz sorprendente.
El mundo adulto es un mundo sin Dios y por esto acaso está
más cerca de Dios de lo que lo estaba el mundo menor de edad".
"Etsi Deus non daretur"
Partiendo de la constatación empírica de la mayoría
de edad del mundo, le dio Bonhoeffer una interpretación teológica
con miras no sólo a la humanidad, sino también a la
cristología, invitando a una nueva comprensión del ser
humano y de Dios, que encuentra su fundamento en la cristología:
"No podemos ser honestos sin reconocer que es necesario que
vivamos en el mundo etsi Deus non daretur.(...). Llegados a la mayoría
de edad, hemos de reconocer de forma más verdadera nuestra
situación ante Dios. Dios nos hace saber que es preciso que
vivamos como seres humanos que llegan a vivir sin Dios. ¡El
Dios que está con nosotros es el que nos abandona (Mc 15,34)!
El Dios que nos deja vivir en el mundo sin la hipótesis de
trabajo "Dios" es aquél ante el cual estamos constantemente.
Ante Dios y con Dios vivimos sin Dios. Dios se deja desalojar del
mundo y clavar en cruz. Dios es impotente y débil en el mundo
y sólo así está con nosotros y nos ayuda. Mt
8,17 nos indica claramente que Cristo nos ayuda, no por su omnipotencia,
sino por su debilidad y sus sufrimientos."
"He aquí la diferencia decisiva con todas las demás
religiones. La religiosidad del ser humano le remite en su miseria
al poder de Dios en el mundo: Dios es el deus ex machina. La Biblia
le remite al sufrimiento y a la debilidad de Dios. Sólo el
Dios sufriente puede ayudar. En este sentido, se puede decir que la
evolución del mundo hacia la edad adulta, haciendo tabla rasa
de una falsa imagen de Dios, libera la mirada del ser humano para
dirigirla hacia el Dios de la Biblia, que adquiere su poder y su lugar
en el mundo por su impotencia."
Esta es la radicalización cristológica operada por
el último Bonhoeffer. El argumento cristológico es el
de la redención en la pasión y crucifixión de
Cristo. Dios ya no es el deus ex machine pretendidamente todopoderoso,
hecho a medida de nuestras concepciones del poder, al que se puede
apelar cuando uno está escaso de soluciones, sino que el Dios
de la Revelación es el que nos abandona, el que nos salva por
su receso y su impotencia en este mundo. Este es el Dios revelado,
el Dios que ninguna sabiduría humana, ninguna religión,
se ha atrevido a proponer. Pero hay que pesar las palabras: "Dios
nos hace saber que es preciso vivir como seres humanos que llegan
a vivir sin Dios. El Dios que está con nosotros es el que nos
abandona. El Dios que nos deja vivir en el mundo sin la hipótesis
de trabajo Dios, es aquél delante del cual estamos constantemente".
Advirtamos que Dios continúa siendo el sujeto de todas las
frases. Ni el cristianismo se convierte en ateísmo ni el ateísmo
en cristianismo. Es la experiencia del ateísmo del mundo, llegado
a su mayoría de edad, la que alcanza aquello que la Revelación
cristiana tiene de único y que acontece en la cruz: es en la
experiencia del receso de Dios como el ser humano se deja alcanzar
por Dios. Igualmente, "vivir en el mundo etsi Deus non daretur",
o sea, como si Dios no fuese dado (se sobreentiende: como "hipótesis"),
para el último Bonhoeffer, significa, no "como si Dios
no existiese", sino que Dios no puede ya ser presupuesto, precisamente
en un "mundo llegado a la mayoría de edad" y arreligioso,
para el cual "la hipótesis de Dios" resulta, en lo
sucesivo, superflua.
"La disciplina del arcano"
Hasta tres veces menciona Bonhoeffer la "disciplina del arcano"
. "Es necesario -escribe- restablecer una disciplina del arcano,
por la que los misterios de la fe cristiana deben ser protegidos de
la profanación". Por analogía con la Iglesia antigua
que no presentaba los misterios cristianos sin una larga iniciación,
es preciso no mezclar la consolación de Dios con las realidades
dramáticas del ser humano ni separar el cristianismo de la
realidad.
Para el último Bonhoeffer, el cristianismo y la Iglesia no
se diluye en el mundo, sino que la Iglesia sigue siendo una Iglesia
de bautizados en Cristo, cuyo testimonio será precisamente
oculto: "Nuestro ser cristiano no puede tener hoy sino dos aspectos:
la plegaria y la acción por los seres humanos según
la justicia.(...). La vida de los cristianos será silenciosa
y oculta. Pero habrá seres humanos que orarán, actuarán
con justicia y esperarán el tiempo de Dios". La Iglesia
es siempre Cristo bajo forma de comunidad, escondido entre los seres
humanos, existiendo "para los demás". Y viviendo
de la sola gracia.
Para Bonhoeffer, hay asimismo una necesario pudor o interioridad de
la fe, que no tiene nada que ver con la ostentación religiosa
y que, por el contrario permite una presencia en el mundo más
profunda y respetuosa de su autonomía. En una carta expresa
así su malestar en presencia de los que hablan en una "terminología
religiosa":
"Me pregunto a menudo por qué un instinto cristiano me
inclina con frecuencia hacia las personas que no son religiosas, más
bien que hacia las que lo son. Y esto no con una intención
misionera, sino casi fraternalmente. Mientras que, frente a personas
religiosas, con frecuencia no me atrevo a pronunciar el nombre de
Dios -porque tengo la impresión de que produzco un sonido falso
y de que no soy honesto- (...) frente a personas no religiosas puedo
ocasionalmente nombrar a Dios con toda tranquilidad y como algo que
cae por su peso".
Las realidades "últimas" y "penúltimas"
Por "realidades últimas" entiende Bonhoeffer el
acontecimiento de la Revelación en Cristo y por "realidades
penúltimas", el mundo en que vivimos. Ahora bien, Cristo,
la última Palabra que no pasará jamás y que pone
su sello en todas las cosas, no sólo hace que "lo penúltimo"
-las realidades humanas ordinarias y banales de la existencia- se
presente, sino que se remite continuamente a ello. Para él,
la fe nos remite, no a unos problemas religiosos, sino a nuestras
tareas humanas: "Nuestra mirada se dirige hacia las realidades
últimas, pero tenemos todavía nuestras tareas, nuestras
alegrías y nuestros sufrimientos en esta tierra".
"Sólo si se ama la vida y la tierra lo bastante para
que todo parezca acabado cuando ellas están perdidas, se tiene
el derecho de creer en la resurrección de los muertos y en
un mundo nuevo (...). El que quiere pasar inmediatamente al NT, a
mi juicio, no es cristiano (...). La última palabra no debe
preceder a lo penúltimo. Vivimos en las realidades penúltimas
y esperamos, en la fe, las últimas."
Bonhoeffer utiliza aquí un argumento a fortiori -"Sólo
si... "para significar que Cristo, con su santidad, no arrasa
lo que precede, sino que asume y culmina infinitamente lo que ya era
"bueno", y en lo que él se apoya, superándolo,
revelando así de nuevo el "precio". Lo que hay de
último y definitivo en la Revelación de Dios, precisamente
en el hombre Jesús, no anula ni la realidad ni el valor -únicos-
de lo que es "penúltimo", terrestre, provisional
y frágil, sino que lo eleva y lo "salva" para darle
gratuitamente todo su valor. En este sentido, ya que lo "último",
que es Cristo, remite a lo "penúltimo", que es el
mundo con sus tareas humanas, "Cristo puede llegar a ser también
el Señor de los no-religiosos".
Llegar a ser "un ser humano y un cristiano"
Antes de desentrañar el contenido de la carta del 21.07.1944,
conviene recordar el contexto: desde la prisión de Tegel, Bonhoeffer
escribe a su amigo Bethge, el día siguiente del complot abortado
contra Hitler, en el que él estaba implicado. Sabe que apenas
queda esperanza para él, no sólo de salir en libertad,
sino también en vida. Ahora bien, durante su cautividad encuentra
personas que, sin invocar a Dios, permanecen profundamente humanas
hasta el fin. Es en este contexto en el que él prolonga su
cuestionamiento teológico: "¿Cómo puede
Cristo llegar a ser también Señor de los no-religiosos?".
En esta carta Bonhoeffer constata positivamente el proyecto del hombre
moderno de llegar a ser humano sin "Dios", sin un "Dios"
que deshumanizaría, indicando al mismo tiempo el camino de
humanización al que conduce el proyecto de llegar a ser más
humano con el Dios revelado en el hombre Jesús. Recuerda que
"el cristiano no es un homo religiosus, sino simplemente un hombre,
como Jesús era un hombre por contraposición a Juan Bautista".
Conviene evitar un malentendido. Sería un contrasentido tomar
al Bonhoeffer de 1944-45 por un teólogo que anunciase un cristianismo
secularizado, un humanismo modelado sobre el ateísmo, en que
Jesús sería una referencia histórica entre otras.
Bonhoeffer no se convierte en ateo. Hay que pesar todas las palabras
de la carta del 21.07.1944:
"El cristiano es terrestre, no de manera anodina y banal, como
la gente ilustrada, eficaces, indolentes o lascivos, sino que es disciplinado
y el conocimiento de la muerte y de la resurrección está
siempre presente en él. Creo que Lutero vivió de esta
forma".
Afirmar que "el cristianismo no es de este mundo" significa
-para Bonhoeffer- que no es una religión, la cual:
1) apoyándose sobre un presupuesto metafísico, apunta
a un más allá del mundo para huir de la realidad de
este mundo;
2) apoyándose sobre el presupuesto de la interioridad o "alma",
por oposición a la exterioridad y a la historia, conduce al
individualismo y a la autosatisfacción por las propias obras;
3) apoyándose sobre el presupuesto de la parcialidad, la religión
se reserva un ámbito separado de lo profano: lo sagrado.
Pues bien, para Bonhoeffer, es ahí todavía donde la
experiencia del ateísmo del "mundo que ha llegado a su
mayoría de edad" alcanza el culmen de la Revelación
divina. Pues, paradójicamente, Dios no se ha revelado en un
hombre religioso en el triple sentido mencionado, sino en, por y como
un ser humano (Mensch); no en un sacerdote, sino en, "ser humano
sin más"; no en lo sagrado, sino simplemente en la vida
humana. Jesús no es Juan Bautista: "Vino Juan Bautista,
que ni comía pan ni bebía vino, y decís: Está
endemoniado. Vino el Hijo del hombre que come y bebe, y decís:
Mirad qué comilón y bebedor, amigo de recaudadores y
pecadores"(Lc 7,33.34), o sea, de los "no-religiosos".
Para Bonhoeffer, Cristo no es un hombre de lo sagrado, sino un homo
humanus: un humano que vive lo humano con cada ser humano, revelando
así la profundidad de gracia en lo interior mismo de lo humano.
Para él, si Dios ha asumido plenamente nuestra humanidad en
su Hijo, es bueno para el hombre ser hombre, llegar a serlo y seguir
siéndolo, para ser, tras las huellas de Cristo, un hombre con
y para los demás.
De la misma manera, si Dios lo ha creado todo y lo ha querido salvar
todo en su Verbo hecho carne, todo lo que es carne, "la vida
humana entera", debe ser también el lugar de su presencia
y no sólo el ámbito litúrgico. Es en este sentido
como hay que comprender que "el cristiano es terrestre".
Consiguientemente, no es que el cristianismo esté reservado
a una élite piadosa que crece al socaire de lo sagrado, si
que el cristiano sigue a Cristo convirtiéndose radicalmente
en hombre, y no con las prácticas religiosas. En este sentido,
"Cristo puede llegar a ser también Señor de los
no-religiosos". El "ser cristiano" recibe de la Encarnación
su significado último: es llegar a ser humano en el sentido
pleno de la palabra, y seguir siéndolo en el contexto deshumanizante
de la prisión. En la misma carta escribe Bonhoeffer:
"Sigo aprendiendo que es viviendo plenamente la vida terrestre
como uno llega a creer. Cuando se ha renunciado completamente a llegar
a ser alguien -un santo o un pecador convertido o un hombre de Iglesia-
(...), a fin de vivir en la multitud de tareas, de cuestiones (...),
de experiencias y de perplejidades(...), entonces uno se pone plenamente
en manos de Dios, uno toma en serio, no sus propios sufrimientos,
sino los de Dios en el mundo, donde vela con Cristo en Getsemaní
(...); es así como uno llega a ser un ser humano, un cristiano".
Tal es la radicalización cristológica operada desde
el ángulo de la humanidad de Dios por el último Bonhoeffer:
llegar a ser un ser humano, y no sólo un "cristiano",
porque Dios mismo se ha revelado absolutamente en un ser humano -en
Jesús- "con" y "por los demás".
La muerte de Bonhoeffer, un lugar teológico privilegiado
Hasta septiembre de 1944, en la prisión disponía Bonhoeffer
de libros, de posibilidad de escribir y de fumar. Después que
el 22 deseptiembre la Gestapo descubrió papeles comprometedores
para el grupo de Resistencia al que pertenecía, el 8 de octubre
es trasladado de Tegel a la prisión de la Gestapo en Berlín
y de allí a Buchenwald y finalmente a Flossenbürg. En
adelante cesan las cartas y se rompen los contactos con el mundo exterior.
Bonhoeffer sabe que va a morir. Podríamos terminar donde acaban
sus cartas. Pero su muerte nos parece un lugar teológico privilegiado
para meditar y orar, como lo muestra el relato de quienes pudieron
tener algún contacto con él. Un oficial se expresa así:
"Bonhoeffer era todo humildad y serenidad. Me parecía
siempre que irradiaba una atmósfera de bondad, de gozo, a propósito
de los más pequeños acontecimientos de la vida, así
como de profunda gratitud por el simple hecho de estar en vida (...).
Fue uno de los raros seres humanos que he encontrado para el que Dios
era una realidad, y siempre cercana."
Un rabino, que no había conocido a Bonhoeffer, escribió
a E.Bethge, después de la publicación de Resistencia
y sumisión que Bonhoeffer le había hecho comprender
por primera vez que se puede amar a Jesucristo. El médico del
campo, al que Bonhoeffer fue conducido para ser ejecutado, relata
así su muerte:
"He visto al pastor Bonhoeffer de rodillas delante de su Dios
en intensa plegaria. La manera perfectamente sumisa y segura de ser
escuchado, con la que este hombre extraordinariamente simpático
oraba, me conmovió profundamente. En el lugar de la ejecución
todavía oró, luego subió al cadalso. La muerte
tuvo lugar en pocos segundos. Durante los cincuenta años que
llevo de práctica médica no he visto morir a un ser
humano tan totalmente abandonado en las manos de Dios".
La muerte de Dietrich Bonhoeffer nos parece un lugar teológico
privilegiado por cuanto, última y radicalmente, da testimonio
de la unidad de la vida y del pensamiento de un ser humano, de un
cristiano, de un teólogo: él realiza en su existencia
lo que él ha pensado teológicamente. La inscripción
grabada sobre la placa conmemorativa de la iglesia de Flossenbürg,
donde fue ejecutado, -"Testigo de Jesucristo entre sus hermanos"-
nos parece que expresa bien lo que Bonhoeffer no ha cesado jamás
de ser durante su vida: un compañero de humanidad, el ser humano
y el pastor que confiesa hasta el fin a Cristo, Señor.
Tradujo
y condensó: Márius SALA
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