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Notas para leer e interpretar la exhortación apostólica postsinodal
"Ecclesia in América" de Juan Pablo II del 23.1.1999).
Introducción a su lectura y comentario

Equipo AMERINDIA


 

I. UNA VISIÓN GLOBAL

Del 16 de noviembre al 12 de diciembre de 1997 se celebró en Roma el Sínodo de América con la participación de Obispos y otros delegados de Canadá, Estados Unidos, América Latina y el Caribe. Al final de un mes de deliberaciones aprobaron, mediante una votación, 76 Proposiciones, como un resultado concreto de sus reflexiones e intercambios. Esas Proposiciones fueron entregadas a la Secretaría General del Sínodo que con la ayuda de una Comisión Postsinodal de 15 obispos preparó un borrador que fue entregado al Santo Padre. El Papa, con sus asesores y teólogos personales, escribió la Exhortación Apostólica Postsinodal "Ecclesia in America".

Esta Exhortación fue entregada solemnemente en la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México el 29 de enero de 1999 ante la presencia de unos 400 obispos de toda América en el marco de la cuarta visita de Juan Pablo II a ese país.

Un hecho muy importante para entender el significado profundo de esa ceremonia y la orientación del documento fue la homilía que el Papa pronunció en la Basílica. Por una parte señaló la veneración de América hacia la Virgen María y por otra coloca la Exhortación en el corazón de la realidad social del continente. Con fuerza, desde la Basílica de Guadalupe, hizo sonar el cuerno del jubileo, gritó con voz profética: "¡No más violencia, terrorismo, ni tráfico de drogas! ¡No más tortura u otras formas de abuso! Tenemos que poner fin al innecesario recurso de la pena de muerte. ¡No más explotación del débil, discriminación racial o ghettos de pobreza! ¡Nunca jamás!".

Este Sínodo especial fue anunciado en Santo Domingo en 1992 y convocado oficialmente en 1995. Dese el principio llamó la atención el título en singular "Iglesia de América". Ha sido costumbre hablar de las Américas. Esto no ha dejado de generar polémicas y controversias, pues históricamente ha habido invasiones y atropellos desde el norte, grandes diferencias económicas y explotación sistemática, y permanecen todavía oposiciones graves. Sin embargo, poco a poco se ha ido aclarando su significado. El Papa ha querido invitar a reflexionar sobre la identidad cristiana, no solamente católica, de las Américas y a buscar los elementos comunes, sin dejar de lado las diferencias. Se trata más bien de una invitación a construir una identidad cristiana que tome en cuenta las riquezas y aportes de las distintas tradiciones del norte y del sur, y que al mismo tiempo permita enfrentar juntos los obstáculos que impiden &endash;en el norte y en el sur- la expresión vivencial del mensaje de Jesús.

Al considerar el documento mismo llama la atención su claridad y relativa brevedad (76 párrafos y 38 páginas). El texto no es pesado para leerlo ni entenderlo. Esa claridad es consecuencia del método y de la secuencia que sigue en su desarrollo. El Papa se sitúa en el dinamismo de la Gaudium et Spes del Vaticano II y de las Conferencias de Medellín y Puebla: Encuentro con Jesucristo en la realidad, nn. 13-25 (Ver); discernir nuestra vida para convertirla a la luz de Jesucristo y a sus actitudes, nn. 26-32 (Pensar o discernir); caminos para la comunión y la solidaridad en la misión, nn. 33-76 (Actuar). Como se ve la Exhortación quiere reforzar el camino de nuestra Iglesia del Continente y su reciente tradición conciliar.

La Exhortación refleja el tema general del Sínodo: "Encuentro con Jesucristo vivo, camino de conversión, comunión y solidaridad" con un capítulo nuevo sobre la misión que se agregó &endash;seguramente- como resultado de las reflexiones de los obispos en el aula sinodal. Por eso, la secuencia incluye cuatro pasos que se relacionan y adquieren así su propio sentido. El primer paso es el encuentro con Jesucristo. Entre otras cosas se dice que ese encuentro con Jesucristo se realiza en las Sagradas Escrituras, la Eucaristía y en los pobres. Además, el Señor sigue entre nosotros. Está en nuestra historia y nos interpela desde ella. El segundo paso implica la conversión a su Reino. Esta conversión es producto del verdadero encuentro con Dios en Jesucristo. El tercer paso es la comunión con Jesucristo. La conversión cristiana lleva a comulgar con la persona misma del Señor y su proyecto de vida. Finalmente el cuarto paso es la solidaridad. El que sigue el camino de Jesús se convierte y se une con él en el servicio a los demás, particularmente en los más pobres.

La Exhortación se publica un año después de la realización del Sínodo. Es un documento personal del Papa, proclamado con toda su autoridad y él no se siente obligado a seguir literalmente las proposiciones de los obispos. Sin embargo, en todos los sínodos las personas interesadas estudian con mucha atención cuanto queda en el documento de lo propuesto por los obispos y cuanto no aparece explícitamente. En esta oportunidad resalta el cuidado que el documento tuvo para recoger y ser fiel a lo trabajado en el Sínodo de América por nuestros obispos, que llevaron al aula sinodal los gozos y las preocupaciones de nuestros pueblos. Esta fidelidad se refleja en el número de proposiciones sinodales retomadas en el texto, pues son citadas en las notas al pie de página. Se recogió aproximadamente el 75 % de esas proposiciones. Sin embargo en el 25 % quedaron excluidos aspectos muy importantes. Entre ellos, los ministerios de los laicos, la importancia eclesial de las CEBs, el servicio de los movimientos laicales tradicionales, etc.

Esta diferencia aparece particularmente en el capítulo IV que incluye una eclesiología muy débil y diferente de otros documentos del mismo Papa y de lo aportado por los obispos en el aula sinodal. Por ello la descripción de la Iglesia es estática y clerical, lejana de los pasos logrados por la mayoría de las iglesias locales de nuestra América en su caminar post-conciliar.

A la luz de estas consideraciones se presenta aquí una lectura y una interpretación de este valioso documento que tendrá una fuerza muy grande para impulsar la acción pastoral de nuestras iglesias y reforzar la Nueva Evangelización.

 

II. UNA INTERPRETACIÓN DEL DOCUMENTO FINAL DEL SÍNODO

 

En esta sección presentaremos una síntesis interpretativa de la Exhortación postsinodal y una valoración del documento, siguiendo el orden de los capítulos (los números que aparecen corresponden a la numeración del texto de la Exhortación).

 

Introducción

El Papa en 1992 en Santo Domingo hizo la propuesta de un encuentro sinodal para que todas las iglesias particulares de América pudieran unirse y cooperar entre ellas, trabajar juntas por la Nueva Evangelización y enfrentar los problemas relativos a la justicia y la solidaridad entre todas las naciones del Continente, teniendo en cuenta que las dos partes del mismo son muy diversas entre sí por su origen y su historia y que la cuestión de la justicia en las relaciones económicas internacionales debe considerar la enorme desigualdad entre el norte y el sur (2).

El tema de la Asamblea de América fue enunciado así: "Encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América" (3).

La experiencia vivida durante la Asamblea tuvo el carácter de un encuentro con el Señor, que llevará sin duda a una auténtica renovación eclesial (4 y 7).

En el n.1 se alude al quinto centenario de la predicación del evangelio en América. Creemos que es importante, como lo ha dicho el Papa en otros documentos, resaltar que la evangelización fue también un tribunal que juzgó los abusos y atropellos de la conquista. El profetismo de la primera evangelización es lo que constituye nuestra identidad más profunda como Continente, sin olvidar sus aspectos negativos y ambiguos.

 

Capítulo I: el encuentro con Jesucristo vivo

El documento comienza destacando los encuentros con el Señor en el N.T.: la mujer samaritana, Zaqueo, María Magdalena, los discípulos de Emaús, y finalmente Pablo de Tarso. Como no-encuentro se menciona el caso del joven rico. Aquí el texto nos da el paradigma bíblico de lo que es el encuentro con Cristo. Destacamos la centralidad en los encuentros después de Pascua de la Magdalena, llamada "la apóstol de los apóstoles" (8).

La aparición de María al indio Juan Diego en la colina del Tepeyac en 1531, no da una clave teológica para el encuentro con Cristo por medio de María (11).

Los lugares del encuentro con Cristo son tres: las Sagradas Escrituras y la Eucaristía (a la luz de Lc 24: discípulos de Emaús) y los pobres (a la luz de Mt 25, 31-46) (12).

En general este primer capítulo es positivo por su profundidad bíblica y teológica. Nos da la clave para unir en un solo acto lo que es el análisis de la realidad y el encuentro con Cristo en dicha realidad. Crea un nuevo método, que podríamos llamar análisis socio-teológico de la realidad, que unifica el análisis sociológico de la realidad y la experiencia espiritual del encuentro con Cristo (cf.10). Con esto, se retoma el punto de partida del método de la Iglesia latinoamericana del ver-juzgar-actuar, donde el ver no es puramente sociológico, sino una mirada de fe de la realidad, donde descubrimos la presencia de Cristo.

Otra clave para interpretar el capítulo primero es el encuentro con Cristo. El texto nos presenta como modelo los encuentros con el Señor en el Nuevo Testamento: encuentro con una mujer extranjera que busca agua y está inquieta teológicamente, el encuentro con un hombre rico que quiere ver a Jesús, el encuentro con una mujer que buscaba al Señor en el sepulcro vacío, el encuentro con dos discípulos que caminan desalentados y que reciben de Jesús el anuncio de la Resurrección en las Escrituras y en la Eucaristía.

 

Capítulo II: El encuentro con Jesucristo en el hoy de América

En este capítulo se nos presenta la situación real y concreta donde nos encontramos con Cristo (13).

La identidad del continente americano se afirma como cristiana, no católica, pues existen otras confesiones cristianas. Se presenta como urgente el compromiso ecuménico (14).

La mejor expresión de la identidad cristiana del continente son sus santos y sus mártires. Se recuerda el santoral americano y los numerosos mártires del pasado. También se cita la Tertio Millennio Adveniente que nos pide no perder el recuerdo de quien han sufrido el martirio en nuestro tiempo actual(15). Recordamos así a Mons. Oscar A. Romero, los mártires jesuitas de El Salvador, los catequistas del El Quiché, en Guatemala y tantos otros

Se valoriza la piedad popular, como lugar de encuentro con Cristo. Esta piedad es expresión de la inculturación de la fe católica, lo que permite sacar de ella indicaciones válidas para una mayor inculturación del Evangelio, especialmente importante para la población indígena y afroamericana (16).

Presencia de la Iglesia en el campo de la educación, especialmente en el mundo universitario. Presencia de la Iglesia en el campo de la acción social, especialmente entre los pobres. Este servicio a los pobres, para ser evangélico y evangelizador, debe ser fiel reflejo de la actitud de Jesús. El Magisterio Social de la Iglesia busca la superación de toda forma de explotación y opresión, yendo a las raíces del (18).

El Sínodo asume los Derechos Humanos, como derechos inscritos en la misma naturaleza humana, queridos por Dios, que exigen observancia y aceptación universal. Ninguna autoridad humana puede transgredirlos (19).

El Documento llama la atención sobre los efectos negativos de la globalización, cuando ésta se rige según las conveniencias de los poderosos. Entre estos efectos está el atribuir un valor absoluto a la economía, el desempleo, el deterioro de los servicios públicos y otros (20). Se analizan los efectos de una urbanización creciente y sin planificación, que hace que algunas partes de nuestras ciudades sean islas en las que se acumula la violencia, la delincuencia infantil y una atmósfera de desesperación (21).

El Sínodo manifiesta su preocupación sobre el peso de la deuda externa sobre las naciones, especialmente denuncia las causas que han llevado a que esta deuda sea abrumadora: los elevados intereses, la especulación y también la irresponsabilidad de algunos gobernantes (22). Se denuncia igualmente la corrupción (23), el comercio y consumo de drogas (24) y los estilos de vida que amenazan el equilibrio ambiental de todo el planeta (25).

En este capítulo, tenemos una visión de la realidad en clave cristológica-pastoral, propuesto como método para las iglesias de América. El descubrimiento de Cristo en la realidad, debe despertar en nosotros un sentido crítico para discernir entre la presencia del evangelio y las fuerzas del mal. Un caso en este capítulo es el de las universidades, presentadas como espacios de evangelización. Pero, hoy constatamos que las universidades, incluso las católicas, están integradas al sistema dominante. La evangelización debería llevar en estos espacios a una profunda reforma universitaria.

Es muy interesante valorar como la Exhortación renueva la opción por los pobres vinculándola con las reformas estructurales, que a veces producen confusión y polémica entre los cristianos. En efecto en el n. 18 se afirma: "esta constante dedicación a los pobres y desheredados se refleja en el magisterio social de la Iglesia que no se cansa de invitar a la comunidad cristiana a comprometerse en la superación de toda forma de explotación y opresión. En efecto, se trata no solo de aliviar las necesidades más graves y urgentes mediante acciones individuales y esporádicas, sino de poner de relieve las raíces del mal, proponiendo intervenciones que den a las estructuras sociales, políticas y económicas una configuración más justa y solidaria." (18). Al hablar de la santidad se recuerda a los santos y mártires de América. Hubiera sido muy reconfortante para los países y comunidades que han sufrido durante décadas la persecución y el martirio incluir la proposición 30 que habla sobre martirio y que fue aprobada en la asamblea por 206 placet, 5 non-placet y 5 en blanco.

 

Capítulo III: Camino de conversión

En la realidad donde nos encontramos con Jesucristo, hay santidad y hay pecado, por lo que se hace necesario un discernimiento y una conversión para poder optar. Por eso tenemos ahora este capítulo sobre la conversión. Primero se define la conversión, no sólo como un cambio en la manera de pensar, sino como un cambio del propio modo de actuar. Esta conversión debe prepararse y cultivarse con la lectura orante de la Sagrada Escritura y la recepción de los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía (26).

Se insiste en la dimensión social de la conversión (27) y en su carácter permanente: por ello, convertirse al evangelio para el pueblo cristiano que vive en América, significa revisar "todos los ambientes y dimensiones de su vida, especialmente todo lo que pertenece al orden social y a la obtención del bien común" (71) (27). Tenemos aquí un texto muy significativo sobre la conversión de los obispos: "Esta conversión exige especialmente de nosotros obispos una auténtica identificación con el estilo personal de Jesucristo, que nos lleve a la sencillez, a la pobreza, a la cercanía, a la carencia de ventajas para que, como Él, sin colocar nuestra confianza en los medios humanos, saquemos fuerza del Espíritu y de la Palabra, toda la eficacia del Evangelio, permaneciendo primariamente abiertos a aquellos que están sumamente lejanos y excluidos" (28).

Se define la espiritualidad como una vida toda guiada por el Espíritu Santo, donde sobresale la oración que nos da una mirada contemplativa de la realidad. "La espiritualidad no se contrapone a la dimensión social del compromiso cristiano. Al contrario, el creyente a través de un camino de oración, se hace más consciente de las exigencias del Evangelio y de sus obligaciones con los hermanos" (29).

Jesús es el único camino para la santidad, pero el conocimiento de este itinerario se obtiene principalmente mediante la Palabra de Dios, que la Iglesia anuncia con su predicación; para ello debe conceder una gran prioridad a la reflexión orante sobre la Sagrada Escritura (31).

En este capítulo resalta una reflexión teológica y espiritual muy profunda sobre la conversión, en su aspecto social y sobre el verdadero sentido de la espiritualidad. La espiritualidad se concibe como no una parte de la vida sino la vida toda guiada por el Espíritu. Esto contrasta con la interpretación que algunos movimientos espiritualizantes desligan la fe, la conversión, la alabanza, la celebración del compromiso social e incluso político. Es interesante recordar lo que la Exhortación dice a este respecto: "de modo particular convendrá atender a la creciente conciencia social de la dignidad de cada persona y, por ello, hay que fomentar en la comunidad la solicitud por la obligación de participar en la acción política según el evangelio. No obstante, será necesario tener presente que la actividad en el ámbito político forma parte de la vocación y acción de los fieles laicos." (27)

 

Capítulo IV: Camino para la comunión

La Iglesia es sacramento de comunión (33). Esta comunión de vida en la Iglesia se obtiene por los sacramentos (34), especialmente la Eucaristía (35). El obispo, promotor de comunión, debe suscitar la conciencia de que la diócesis es la expresión visible de la comunión eclesial, que se forma en la mesa de la Palabra y de la Eucaristía (36).

La comunión entre la Iglesias particulares del norte y del sur de América, debe fomentarse con reuniones interamericanas y con comisiones específicas, para profundizar temas comunes que afectan a toda América, especialmente en el campo de las comunicaciones, la misión, la educación, las migraciones y el ecumenismo (37).

El Sínodo presenta al presbítero como signo de unidad: "Los presbíteros, en cuanto pastores del Pueblo de Dios en América, deben estar atentos a los desafíos del mundo actual y ser sensibles a las angustias y esperanzas de las gentes, compartiendo sus vicisitudes y, sobre todo, asumiendo una actitud de solidaridad con los pobres. Procurarán discernir los carismas y cualidades de los fieles que puedan contribuir a la animación de la comunidad, escuchándolos y dialogando con ellos, para impulsar así su participación y corresponsabilidad" (39).

Urge una pastoral vocacional. Los formadores en los seminarios deben preocuparse por la madurez afectiva de los seminaristas y por su capacidad de observación crítica de la realidad (40).

Renovación de la parroquia, como comunidad de comunidades y movimientos. El documento propone la formación de comunidades y grupos eclesiales de una dimensión pequeña que favorezca las relaciones humanas, una mayor comunión, una mejor escucha de la Palabra de Dios y capacidad para madurar opciones responsables en el mundo. Aquí podríamos discernir en el documento una alusión implícita a las Comunidades Eclesiales de Base (41). Hubiéramos deseado un tratamiento más explícito de este tema, tal como aparece en la proposición 47: "La acción del Espíritu de Jesús continúa a convocar a sus discípulos para que formen nuevas comunidades fraternas entre las cuales se encuentran 'la comunidad eclesial de base', de las cuales Juan Pablo II afirma que son un signo de la vitalidad de la Iglesia, un instrumento de formación y de evangelización, un válido punto de partida para una cueva sociedad fundada en la cultura del amor recíproco (cf. Redemptoris Missio, 51)".

El Sínodo se refiere a los diáconos permanentes (42), a la vida consagrada (43) y especialmente a los laicos, de los cuales se afirma: "La renovación de la Iglesia en América no será posible sin la presencia activa de los laicos. Por eso, en gran parte, recae en ellos la responsabilidad del futuro de la Iglesia" (44).

El Sínodo destaca la dignidad de la mujer. Dice el Papa: "Merece una especial atención la vocación de la mujer. Ya en otras ocasiones he querido expresar mi aprecio por la aportación específica de la mujer al progreso de la humanidad y reconocer sus legítimas aspiraciones a participar plenamente en la vida eclesial, cultural, social y económica". Se menciona igualmente el rostro femenino de la pobreza en América (45).

Sobre la familia el documento presenta una visión tradicional (46). En cambio, en forma muy realista y dramática presenta la situación moderna de la juventud (47) y los niños (48).

El capítulo termina refiriéndose en forma positiva sobre el ecumenismo (49), la relación con las comunidades judías (50) y con las religiones no cristianas (51).

Este capítulo presenta una eclesiología que no es coherente con la visión cristológica de la realidad y la cristología presente en todo el documento. En el texto subyace una eclesiología de cristiandad, donde hay una exigencia de conversión para cada estamento, pero no se cuestiona la estructura de poder subyacente, diferente del poder como servicio al interior de la Iglesia.

En la valoración de la misión del laico al interior de la Iglesia, prima una preocupación desmedida por diferenciar entre el laico y el clérigo, lo que lleva a una minusvaloración de los carismas en la globalidad del pueblo de Dios.

No se ha incluido entre las religiones no-cristianas las religiones de los pueblos de Africa.

Pero no se puede dejar de insistir una vez más en la ausencia más grave de la Exhortación al hablar de las comunidades eclesiales de base. La proposición 47 sobre las pequeñas comunidades eclesiales era muy explícita. Después de fundamentar como el Espíritu de Jesús se encuentra en las comunidades de base se cita un párrafo de la Redemptoris Missio en la que se dice que las comunidades de base son un signo de la vitalidad de la Iglesia, un instrumento de formación y de evangelización, un válido punto de partida para una nueva sociedad fundada sobre la cultura del amor recíproco (Redemptoris Missio n.51). A continuación la proposición indica tres tareas: "A) que se afirme de nuevo que las pequeñas comunidades eclesiales de nuestra Iglesia de América son un elemento importante, accesibles a todos, que orientan mejor la vida para el encuentro con Jesucristo, ayudando así a la parroquia a ser una comunidad de comunidades. B) que en todo el continente americano se de un nuevo impulso a la evangelización, mediante la pequeña comunidad eclesial, sobre todo en relación a aquellos que física y espiritualmente se encuentran más alejados. C) que de un modo particular se considere este estílo de acción pastoral que ofrece la posibilidad de una mayor participación de los laicos, de modo que la nueva evangelización llegue a todos". Esta proposición fue votada con 195 placet, 16 non-placet y 5 en blanco.

 

Capítulo V: Camino para la solidaridad

Este capítulo esta bien trabajado y es novedoso en la tradición del magisterio de la Iglesia. Comienza definiendo la solidaridad (en referencia a Mt 25), y la cultura de la solidaridad a favor de los pobres y marginados: "La solidaridad es fruto de la comunión que se funda en el misterio de Dios uno y trino, y en el Hijo de Dios encarnado y muerto por todos. Se expresa en el amor cristiano que busca el bien de los otros, especialmente de los más necesitados. Partiendo del Evangelio se ha de promover una cultura de la solidaridad que incentive oportunas iniciativas de ayuda a los pobres y a los marginados" (52).

Se valoriza la Doctrina Social de la Iglesia, cuya difusión constituye una verdadera prioridad pastoral. Se propone la creación de un Catecismo de doctrina social católica. Se destaca el derecho a un trabajo digno (54).

En Sínodo propone una globalización de la solidaridad, que reduzca los efectos negativos de la globalización económica, que debe ser analizada a la luz de los principios de la justicia social y la opción preferencial por los pobres (55).

Un texto novedoso en el Documento postsinodal es aquel sobre los pecados sociales que claman al cielo: "porque generan violencia, rompen la paz y la armonía entre las comunidades de una misma nación, entre las naciones y entre las diversas partes del Continente. Entre estos pecados se deben recordar el comercio de drogas, el lavado de ganancias ilícitas, la corrupción, en cualquier ambiente, el terror de la violencia, el armamentismo, la discriminación racial, las desigualdades entre los grupos sociales y la irrazonable destrucción de la naturaleza" (56).

Se denuncia el "neo-liberalismo": "sistema que haciendo referencia a una concepción economicista del hombre, considera las ganancias y las leyes del mercado como parámetros absolutos en detrimento de la dignidad y del respeto de las personas y los pueblos. Dicho sistema se ha convertido, a veces, en una justificación ideológica de algunas actitudes y modos de obrar en e campo social y político, que causan la marginación de los más débiles. De hecho, los pobres son cada vez más numerosos, víctimas de determinadas políticas y de estructuras frecuentemente injustas. La mejor respuesta a esta dramática situación es la promoción de la solidaridad y de la paz, que hagan efectivamente realidad la justicia" (56).

Se afirma los derechos humanos: "El fundamento sobre el que se basan todos los derechos humanos es la dignidad de la persona. El Evangelio nos muestra cómo Jesucristo subrayó la centralidad de la persona humana en el orden natural (cf. Lc 12, 22-29), en el orden social y en el orden religioso, incluso respecto a la ley (cf. Mc 2, 27)" (57).

La Iglesia en América debe encarnar en sus iniciativas pastorales la solidaridad con los pobres y marginados. Su actitud debe incluir cuatro pasos bien distintos: la asistencia, la promoción, la liberación y la aceptación fraterna. El amor preferencial de la Iglesia por los pobres y marginados imita a Jesús y nos lleva al encuentro con Jesús (58).

El documento insiste por segunda vez (cf. n. 22), en el problema de la deuda externa que asfixia a muchos pueblos del Continente. Los cristianos deben hacerse voz de todos los pobres del mundo, proponiendo el Jubileo como un tiempo oportuno para pensar entre otras cosas en una notable reducción, si no en una total condonación de la deuda internacional que grava sobre el destino de muchas naciones (59),

El Sínodo, finalmente, propone la lucha contra la corrupción (60), denuncia el problema de las drogas (61), el armamentismo, como un factor que paraliza gravemente el progreso de no pocas naciones de América (62) y la cultura de la muerte en una sociedad dominada por los poderosos (63).

Muy positivo es el párrafo sobre los pueblos indígenas y los americanos de origen africano (64), así como sobre la problemática de los inmigrados (65).

Este capítulo es el que aparece más estructurado y coherente y ofrece aspectos novedosos para entender la solidaridad en el continente. Como se dice más arriba, se define la solidaridad como fruto de la comunión. "En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis." (Mt 25,40). La Exhortación reafirma el llamado permanente e insistente de Juan Pablo II por una cultura de la vida frente a la cultura de la muerte. En particular repite la condenación del aborto y la eutanasia. Llama la atención el impulso a globalizar la solidaridad o como han dicho otros, globalizar la esperanza. Ya es una afirmación común decir que la característica más visible del mundo actual es la globalización; pero una globalización inspirada por la ideología neoliberal. La Exhortación propone un camino y llama a globalizar la solidaridad para reducir los efectos negativos. También hay que destacar el número citado más arriba sobre el neoliberalismo y el novedoso párrafo sobre los pecados sociales. También es bueno recordar el número sobre las migraciones que tuvo amplia repercusión en en el aula sinodal. Los obispos del norte y del sur se dieron cuenta de la importancia de la presencia de tantos millones de personas del sur que viven en Estados Unidos y Canadá, que constituyen &endash;especialmente en Estados Unidos- una proporción importante de la Iglesia de ese país y tomaron conciencia juntos del desafío pastoral que presenta para todos, los del norte y los del sur. Hay que pensar en el futuro en una acción pastoral conjunta en esa "nueva nación" de hispanos en Estados Unidos

 

Capítulo VI: La misión de la Iglesia hoy en América: La Nueva Evangelización

La temática del Sínodo comienza con el encuentro con Jesús vivo y termina con la misión de la Iglesia en la nueva Evangelización. El Encuentro es en función de esta Misión, de la cual habla este último capítulo. Comienza reafirmando el mandato misionero de Jesús a los Apóstoles y la participación de los laicos en la vocación misionera de la Iglesia. Los laicos han sido hechos partícipes de la función sacerdotal, profética y real de Cristo. Por su participación en el oficio profético están realmente implicados en la tarea misionera de la Iglesia. Se define la nueva evangelización como la adaptación de la misión evangelizadora de la Iglesia a la nueva situación en la cual se encuentra hoy el mundo y la Iglesia (66).

Jesucristo es el contenido de la evangelización y también el modelo del evangelizador. Todo lo que se proyecte en el campo eclesial ha de partir de Cristo y de su Evangelio. Los pobres han de ser considerados como los primeros destinatarios de la evangelización (67).

El encuentro con Cristo lleva a evangelizar (68). Se destaca la importancia de la catequesis (69), la evangelización de la cultura (70), la evangelización en los centros educativos (71), la utilización de los medios de comunicación en esta tarea de evangelizar (72) y finalmente el desafío de las sectas (73).

El último apartado de este capítulo sobre la misión, es la misión "ad gentes": anunciar a Cristo en los ambientes donde es desconocido y extender su impulso evangelizador más allá de sus fronteras continentales (74).

Terminada la lectura de la Exhortación, miramos hacia el futuro de la Iglesia en el Siglo XXI. Debemos comprometernos para que este hermoso texto postsinodal no quede en letra muerta, sino que se traduzca en una transformación de la Iglesia guiada por la fuerza de la Palabra y del Espíritu. Debemos tomar el documento como un punto de partida para plantear nuevos desafíos y tareas aún más exigentes. Falta aún mucho camino por recorrer en la construcción de un nuevo modelo de Iglesia para que el encuentro con Cristo, la conversión, la comunión y la solidaridad sean una realidad, y sobre todo para que la Iglesia re-encuentre su dinamismo misionero.

 

III. UN TEMA URGENTE: CULTURAS E INCULTURACIÓN

Nos parece oportuno llamar la atención sobre la cuestión de las culturas y de la inculturación. Son temas que han despertado mucho interés por parte de la Iglesia. Esto se debe al hecho de las justas reivindicaciones de los pueblos indios, afros y mestizos y también a la apertura de la Iglesia a las culturas.

Han sido recurrentes en los documentos del magisterio de la Iglesia los temas de la cultura y de la inculturación, especialmente en Puebla y Santo Domingo. La "Exhortación Apostólica" no hace excepción. Los temas de la cultura e inculturación son vistos como motivo para rescatar las raíces de la evangelización y factor de comunión y solidaridad entre los pueblos de América. Son muchos los párrafos que mencionan dicho tema en el documento papal. En este sentido, la Exhortación retoma y da continuidad a uno de los temas centrales en Santo Domingo: Cultura/Inculturación.

Además de constatar "las diversas expresiones del rico patrimonio cultural del continente"(5), el Papa plantea una "cultura de solidaridad y comunión" capaz de superar "la enorme desigualdad entre el Norte y el Sur"(2). "Una cultura de la solidaridad que incentive oportunas iniciativas de ayuda a los pobres y a los marginados"(40). "Crear una verdadera cultura globalizada de la solidaridad"(55).

Para esto es necesario una conversión de rechazo al individualismo, y de búsqueda del encuentro en todos los niveles: encuentros personales, comunitarios y sobretodo "encuentro con Cristo en el tiempo de la Iglesia"(10). Hacer del encuentro una fuerte y efectiva expresión cultural, capaz de fundamentar la unidad de América respetando y valorando su pluralidad étnica y cultural que no es obstáculo sino motivo para que todos y todas se reconozcan "en el rostro mestizo de la Virgen del Tepeyac"(11). "El don del Espíritu de Jesús y su amor van dirigidos a todos y cada uno de los pueblos y culturas para unirlos entre sí a semejanza de la perfecta unidad que hay en Dios uno y trino"(70).

En línea con Santo Domingo, el documento pontificio propone que es necesario ver la cultura bajo la inspiración divina. Se puede decir que en el acto de la creación, Dios es el primer agente cultural y "el verbo de Dios, asumiendo en todo la naturaleza humana", da a los hombres y mujeres la posibilidad de manifestar en Cristo el plan del Padre a través de la cultura. "El Hijo de Dios, al asumir la naturaleza humana, se encarnó en un determinado pueblo, aunque su muerte redentora trajo la salvación a todos los hombres, de cualquier cultura, raza y condición"(70). Por lo tanto, la ación cultural supone la gracia divina que la hace capaz de instaurar una nueva civilización. "La gracia divina prepara, además, a los cristianos a ser agentes de la transformación del mundo, instaurando en él una nueva civilización: la `civilización del amor'"(10).

La piedad popular es expresión de la cultura en cuanto relación profunda con Dios. En efecto constata el Santo Padre que "una característica peculiar de América es la existencia de una piedad popular profundamente enraizada en sus diversas naciones. Está presente en todos los niveles y sectores sociales, revistiendo una especial importancia como lugar de encuentro con Cristo para todos aquellos que con espíritu de pobreza y humildad de corazón buscan sinceramente a Dios. Hay un vinculo muy profundo entre piedad popular y inculturación. En América la piedad popular es expresión de la inculturación de la fe católica"(16). "Un gran ejemplo de evangelización perfectamente inculturada" está en el hecho de la aparición de la Virgen de Guadalupe al indio Juan Diego en la colina de Tepeyac en México (11). La inculturación de la fe hace a los pueblos sujetos de la evangelización. "El rostro mestizo de la Virgen de Guadalupe fue ya desde el inicio en el Continente un símbolo de la inculturación de la evangelización"(70).

Los pueblos indígenas y afros a través de su práctica de fe y vivencias religiosas ofrecen "indicaciones válidas para una mayor inculturación del Evangelio... La Iglesia reconoce que tiene la obligación de acercarse a estos americanos a partir de sus culturas, considerando seriamente las riquezas espirituales y humanas de esta cultura que marca su modo de celebrar el culto, su sentido de alegría y de solidaridad, su lengua y sus tradiciones"(16).

La inculturación es una práctica que debe acompañar la misión de la Iglesia en América en la nueva evangelización. Sus efectos deben hacerse sentir en los distintos espacios. Por ejemplo, "el mundo de la educación es un campo privilegiado para promover la inculturación del Evangelio"(71). Así también, "con el uso correcto y competente de los medios de comunicación social se puede llevar a cabo una verdadera inculturación del Evangelio"(72).

El Santo Padre una vez más, subraya la América india, afro y mestiza, en cuanto realidades que exigen particular atención. En primer lugar, pidiendo a la sociedad empezando por los cristianos a "revisar todos los ambientes y dimensiones de su vida, especialmente todo lo que pertenece al orden social y a la obtención del bien común"( 27). Frente a los pueblos discriminados y marginados en América se puede comprender este reclamo del Padre como necesaria y efectiva actitud de conversión y de rechazo a toda forma de racismo. "En coherencia... (de fe), los católicos rechazan como extraña al espíritu de Cristo toda discriminación o persecución contra las personas por motivos de raza, color, condición de vida o religión"(51).

Así como en Santo Domingo, Juan Pablo II compromete toda la Iglesia en la solidaridad hacia los indígenas y afros. "Si la Iglesia en América, fiel al Evangelio de Cristo, desea recorrer el camino de la solidaridad, debe dedicar una especial atención a aquellas etnias que todavía hoy son objeto de discriminaciones injustas. En efecto, hay que erradicar todo intento de marginación contra las poblaciones indígenas... También los americanos de origen africano que siguen sufriendo prejuicios étnicos y todas las personas de cualquier raza y condición"(64).

Por lo tanto, "la Iglesia en América debe encarnar en sus iniciativas pastorales la solidaridad de la Iglesia universal hacia los pobres y marginados de todo genero... El recuerdo de los capítulos oscuros de la historia de América relativos a la existencia de la esclavitud y otras situaciones de discriminación social, ha de suscitar un sincero deseo de conversión que lleve a la reconciliación y a la comunión"(58), y de total rechazo al pecado social de la discriminación racial (cf.56).

La pluralidad cultural y religiosa en América exige particular atención. Aunque la mayoría de los pueblos sean cristianos, y por esto mismo, hay que impulsar el ecumenismo y el diálogo religioso. "Respecto a las religiones no cristianas, la Iglesia católica no rechaza nada de lo que en ellas hay de verdadero y santo. Por ello, con respecto a las otras religiones, los católicos quieren subrayar los elementos de verdad dondequiera que puedan encontrarse, pero a la vez testifican fuertemente la novedad de la revelación de Cristo"(51).

El documento papal no podría olvidar, como de hecho no lo olvida, el papel de la mujer, también en cuanto agente cultural y eclesial. Afirma el Papa: "Ya en otras ocasiones he querido expresar mi aprecio por la aportación específica de la mujer al progreso de la humanidad y reconocer sus legítimas aspiraciones a participar plenamente en la vida eclesial, cultural, social y económica. Sin esta aportación se perderían algunas riquezas que sólo el `genio de la mujer' puede aportar a la vida de la Iglesia y de la sociedad misma. No reconocerlo sería una injusticia histórica especialmente en América, si se tiene en cuenta la contribución de las mujeres al desarrollo material y cultural del Continente..."(45). "El futuro de la nueva evangelización es impensable sin una renovada aportación de las mujeres"(43).

A manera de síntesis sobre el tema de la cultura, el Santo Padre hace referencia al desafío de la "cultura urbana" y enfatiza el rechazo a la "cultura de la muerte". "Hoy en América, como en otras partes del mundo, parece perfilarse un modelo de sociedad en la que dominan los poderosos, marginando e incluso eliminando a los débiles"(63). La "cultura de la muerte" se manifiesta también en "el comercio de drogas, en la corrupción, en la violencia, en el armamentismo, en la discriminación racial, en las desigualdades entre los grupos sociales, y en la irrazonable destrucción de la naturaleza"(56). Para hacer frente a esta "cultura de la muerte" se propone la "globalización de la solidaridad" con base en la justicia social, teniendo como referencia la opción por los pobres (cf. 55).

Tener en cuenta el tema de las culturas e inculturación en el Sínodo nos parece algo oportuno y necesario. Entre tanto, podemos decir que el tema quedó muy fragmentado y ha faltado una mejor puntualización sobre cada una de las culturas y pueblos: indios, afros y mestizos. Ha faltado también recoger más ejemplos concretos de inculturación a partir de las experiencias en curso en los distintos pueblos y culturas.

 

IV. ALGUNOS TEXTOS DESTACADOS DE LA EXHORTACION

(citados textualmente)

Introducción

Encuentro, clave del Sínodo

4. La experiencia vivida durante la Asamblea tuvo, sin duda el carácter de un encuentro con el Señor.

América: cambio de sujeto

5. La Iglesia, ya a las puertas del tercer milenio cristiano y en unos tiempos en que han caído muchas barreras y fronteras ideológicas, siente como un deber ineludible unir espiritualmente aún más a todos los pueblos que forman este gran Continente y, a la vez, desde la misión religiosa que le es propia, impulsar un espíritu solidario entre todos ellos. Los elementos comunes a todos los pueblos de América, entre los que sobresale una misma identidad cristiana así como también una auténtica búsqueda del fortalecimiento de los lazos de solidaridad y comunión entre las diversas expresiones del rico patrimonio cultural del Continente, son el motivo decisivo por el que quise que la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos dedicara sus reflexiones a América como una realidad única.

Encuentro = renovación

7. El encuentro personal con el Señor, si es auténtico, llevará también consigo la renovación eclesial.

Capitulo I - El encuentro con Jesucristo vivo.

La historia y la realidad, lugar de revelación

10. El Verbo de Dios, asumiendo en todo la naturaleza humana menos en el pecado (cf. Hb 4,11), manifiesta el plan del Padre, de revelar a la persona humana el modo de llegar a la plenitud de su propia vocación (...) Así, Jesús no sólo reconcilia al hombre con Dios, sino que lo reconcilia también consigo mismo, revelándose su propia naturaleza.

Encuentro inculturado

11. La aparición de María al indio Juan Diego en la colina del Tepeyac, en el año 1531, tuvo una repercusión decisiva para la evangelización... (y es) un gran ejemplo de evangelización perfectamente inculturada.

Mediaciones para el encuentro

12. Para que la búsqueda de Cristo presente en su Iglesia no se reduzca a algo meramente abstracto, es necesario mostrar lugares y momentos concretos, en los que, dentro de la Iglesia es posible encontrarlo:

Un primer lugar: la Sagrada Escritura leída a la luz de la Tradición, de los Padres y del Magisterio, profundizada en la meditación y la oración.

Un segundo lugar... la sagrada Liturgia... sobre todo la Eucaristía.

Un tercer lugar... las personas, especialmente los pobres, con los que Cristo se identifica.

 

Capítulo II: El encuentro con Jesucristo en el hoy de América.

Pecado y gracia, estructurados y estructurantes

13. Los pecados y las virtudes sociales no existen en abstracto, sino que son el resultado de actos personales; es necesario tener presente que América es hoy una realidad compleja, fruto de las tendencias y modos de proceder de los hombres y mujeres que lo habitan. En esta situación real y concreta es donde ellos han de encontrarse con Jesús.

Santos y Mártires de América

15. La expresión y los mejores frutos de la identidad cristiana en América son sus santos... Entre sus Santos la historia de la evangelización de América reconoce numerosos mártires, varones y mujeres, tanto Obispos, como presbíteros, religiosos y laicos, que con su sangre regaron estas naciones. Ellos, como nube de testigos (cf. Hb 12,1) nos estimulan para que asumamos hoy, sin temor y ardorosamente, la nueva evangelización... Las Iglesias locales hagan todo lo posible por no perder el recuerdo de quienes han sufrido martirio, recogiendo para ello la documentación necesaria

Opción por los pobres

18. El servicio a los pobres para que sea evangélico y evangelizador, ha de ser fiel reflejo de la actitud de Jesús, que vino "para anunciar a los pobres la Buena Nueva" (Lc 4,18)...

Esta constante dedicación a los pobres y desheredados se refleja en el Magisterio social de la Iglesia, que no se cansa de invitar a la comunidad humana a comprometerse en la superación de toda forma de explotación y opresión. En efecto, se trata no sólo de aliviar las necesidades más graves y urgentes mediante acciones individuales y esporádicas, sino de poner de relieve las raíces del mal, proponiendo intervenciones que den a las estructuras sociales, políticas y económicas una configuración más justa y solidaria.

Derechos humanos

19. Los derechos fundamentales de la persona humana están inscritos en su misma naturaleza, son queridos por Dios y, por tanto, exigen su observancia y aceptación universal. Ninguna autoridad puede transgredirlos.

 

Capítulo III: Camino de conversión

Pasos de la conversión

26. La auténtica conversión debe prepararse y cultivarse con la lectura orante de la Sagrada Escritura y la recepción de los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía. La conversión conduce a la comunión fraterna... lleva a la solidaridad. favorece, por tanto, una vida nueva en la que no haya separación entre la fe y las obras en la respuesta cotidiana a la universal llamada a la santidad. Superar la división entre fe y vida es indispensable para que se pueda hablar seriamente de conversión.

Criterios de verificación de la conversión

27. Convertirse al evangelio para el Pueblo cristiano que vive en América, significa revisar todos los ambientes y dimensiones de su vida, especialmente todo lo que pertenece al orden social y a la obtención del bien común. De modo particular convendrá atender a la creciente conciencia social de la dignidad de cada persona y por ello, hay que fomentar en la comunidad la solicitud por la obligación de participar en la acción política.

El obispo del siglo XXI

28. Esta conversión exige especialmente de nosotros obispos, una auténtica identificación con el estilo personal de Jesucristo, que nos lleva a la sencillez, a la pobreza, a la cercanía, a la carencia de ventajas para que, como Él, sin colocar nuestra confianza en los medios humanos, saquemos fuerza del Espíritu y de la Palabra, toda la eficacia del Evangelio, permaneciendo primariamente abiertos a aquellos que están sumamente lejanos y excluidos.

Una nueva Espiritualidad

29. Espiritualidad... es la meta a la que conduce la conversión, se entiende no una parte de la vida, sino la vida toda guiada por el Espíritu Santo. Entre los elementos de espiritualidad que todo cristiano tiene que hacer suyos sobresale la oración. Esta lo conducirá poco a poco a adquirir una mirada contemplativa de la realidad, que le permitirá reconocer a Dios siempre y en todas las cosas, contemplarlo en todas las personas; buscar su voluntad en los acontecimientos.

La Espiritualidad no es dualista

29d. La espiritualidad no se contrapone a la dimensión social del compromiso cristiano. Al contrario, el creyente, a través de un camino de oración, se hace más consciente de las exigencias del Evangelio y de sus obligaciones con los hermanos.

Lectio Divina

31. Jesús se presenta como el único camino que conduce a la santidad. Pero el conocimiento concreto de este itinerario se obtiene principalmente mediante la Palabra de Dios que la Iglesia anuncia con su predicación. Por ello la Iglesia en América debe conceder una gran prioridad a la reflexión orante sobre la sagrada Escritura, realizada por todos los fieles. Esta lectura... se conoce con el nombre de Lectio Divina.

Comunión es solidaridad

32. Es de gran importancia que la Iglesia en toda América sea signo vivo de una comunión reconciliada y un llamado perramente a la solidaridad, un testimonio siempre presente en nuestros diversos sistemas políticos, económicos y sociales.

 

Capítulo IV: Camino para la comunión

Presbíteros para el siglo XXI

39. Los presbíteros, en cuanto pastores del pueblo de Dios en América, deben además estar atentos a los desafíos del mundo actual y ser sensibles a las angustias y esperanzas de sus gentes, compartiendo sus vicisitudes y, sobre todo, asumiendo una actitud de solidaridad con los pobres. Procurarán discernir los carismas y las cualidades de los fieles que puedan contribuir a la animación de la comunidad, escuchándolos y dialogando con ellos, para impulsar así su participación y corresponsabilidad.

Laicos

44. La renovación de la Iglesia en América no será posible sin la presencia activa de los laicos. Por eso, en gran parte, recae en ellos la responsabilidad del futuro de la Iglesia.

Mujer

45. Merece una especial atención la vocación de la mujer... he querido expresar mi aprecio por la aportación específica... al progreso de la humanidad y reconocer sus legítimas aspiraciones a participar plenamente en la vida eclesial, cultural, social y económica... el rostro de los pobres en América es también el rostro de muchas mujeres... Se debe ayudar a las mujeres americanas a tomar parte activa y responsable en la vida y misión de la Iglesia.

 

Capítulo V: Camino para la solidaridad

Solidaridad

52. La solidaridad es fruto de la comunión que se funda en el misterio de Dios uno y trino, y en el Hijo de Dios encarnado y muerto por todos. Se expresa en el amor cristiano que busca el bien de los otros, especialmente de los más necesitados. Partiendo del Evangelio se ha de promover una cultura de la solidaridad que incentive oportunas iniciativas de ayuda a los pobres y a los marginados.

Globalización de la solidaridad

55. La economía globalizada debe ser analizada a la luz de los principios de la justicia social, respetando la opción preferencial por los pobre, que han de ser capacitados para protegerse en una economía globalizada y ante las exigencias del bien común internacional...

La Iglesia en América está llamada no sólo a promover una mayor integración entre las naciones, contribuyendo de este modo a crear una verdadera cultura globalizada de la solidaridad, sino también a colaborar con los medios legítimos en la reducción de los efectos negativos de la globalización, como son el dominio de los más fuertes sobre los más débiles, especialmente en el campo económico, y la pérdida de los valores de las culturas locales a favor de una mal entendida homogeneización.

Pecados que claman al cielo

56. Se aprecia también, más claramente, la gravedad de los pecados sociales que claman al cielo, porque generan violencia, rompen la paz y la armonía entre las comunidades de una misma nación, entre las naciones y entre las diversas partes del Continente. Entre estos pecados se deben recordar, el comercio de drogas, el lavado de las ganancias ilícitas, la corrupción, en cualquier ambiente, el terror de la violencia, el armamentismo, la discriminación racial, las desigualdades entre los grupos sociales, la irrazonable destrucción de la naturaleza.

Neoliberalismo

56b. Cada vez más en muchos países americanos impera un sistema conocido como "neoliberalismo"; sistema que haciendo referencia a una concepción economicista del hombre, considera las ganancias y las leyes del mercado como parámetros absolutos en detrimento de la dignidad y del respeto de las personas y los pueblos. Dicho sistema se ha convertido, a veces, en una justificación ideológica de algunas actitudes y modos de obrar en el campo social y político, que causan la marginación de los más débiles. De hecho, los pobres son cada vez más numerosos, víctimas de determinadas políticas y de estructuras frecuentemente injustas. La mejor respuesta a esta dramática situación es la promoción de la solidaridad y de la paz, que haga efectivamente realidad la justicia.

Fundamento de los Derechos humanos

57. El fundamento sobre el que se basan todos los derechos humanos es la dignidad de la persona... El Evangelio nos muestra como Jesucristo subrayó la centralidad de la persona humana en el orden natural (cf. Lc 12, 22 - 29), en el orden social y en el orden religioso, incluso respecto a la Ley (cf. Mc 2, 27).

Etapas en la opción por los pobres

58. La Iglesia de América debe encarnar en sus iniciativas pastorales la solidaridad de la Iglesia universal hacia los pobres y marginados de todo género. Su actitud debe incluir la asistencia, promoción, liberación y aceptación fraterna. La Iglesia pretende que no haya en absoluto marginados. El recuerdo de los capítulos oscuros de la historia de América relativos a la existencia de la esclavitud y de otras situaciones de discriminación social, ha de suscitar un sincero deseo de conversión que lleve a la reconciliación y a la comunión.

Esta opción tiene su fuente en el Señor

58b. La atención a los más necesitados surge de la opción de amar de manera preferencial a los pobres... amando a los pobres el cristiano imita las actitudes del Señor.

Opción por los pobres, criterio de encuentro

58c. La actividad de la Iglesia a favor de los pobres... sea cada vez más un camino para el encuentro con Cristo.

Deuda

59. Los cristianos deberán hacerse voz de todos los pobres del mundo, proponiendo el Jubileo como un tiempo oportuno para pensar entre otras cosas en una notable reducción, sino en una total condonación de la deuda internacional que grava sobre el destino de muchas naciones.

Indígenas y afro-americanos

64. Si la Iglesia en América, fiel al Evangelio de Cristo, desea recorrer el camino de la solidaridad, debe dedicar una especial atención a aquellas etnias que todavía hoy son objeto de discriminaciones injustas. En efecto, hay que erradicar todo intento de marginación contra las poblaciones indígenas... También los americanos de origen africano que siguen sufriendo prejuicios étnicos y todas las personas de cualquier raza y condición.

Migración

65. La Iglesia en América debe ser abogada vigilante que proteja todas las restricciones injustas, el derecho natural de cada persona a moverse libremente dentro de su propia nación y de una nación a otra. Hay que estar atentos a los derechos de los emigrantes y de sus familias, y al respeto de su dignidad humana, también en los casos de inmigraciones no legales.

 

Capítulo VI: La misión de la Iglesia hoy en América: La Nueva Evangelización

Laicos

66. Los fieles laicos... tienen la vocación y misión de ser anunciadores del Evangelio; son habilitados y comprometidos en esta tarea por los sacramentos de la iniciación cristiana y por los dones del Espíritu Santo... han sido hechos partícipes, a su modo, de la función sacerdotal, profética y real de Cristo. Por consiguiente... están plenamente implicados en esta tarea de la Iglesia.

Evangelización con carácter social

69. En un Continente como América, donde la cuestión social constituye un aspecto relevante... conviene que las fuerzas que se gastan en nutrir el encuentro con Cristo, redunden en promover el bien común en una sociedad justa.

Inculturación

72. Es fundamental para la eficacia de la nueva evangelización un profundo conocimiento de la cultura actual, en la cual los medios de comunicación social tienen gran influencia.

Condena al proselitismo

73. La Iglesia católica en América censura el proselitismo de las sectas y, por esta misma razón, en su acción evangelizadora excluye el recurso a semejantes métodos... la actividad evangelizadora ha de respetar el santuario de la conciencia de cada individuo.

Amerindia, enero 1999




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