Servicios Koinonía    Koinonia    Vd esta aquí: Koinonía> Logos > 052
 

 

Siglo XXI: reinventar la liberación

Fray Betto


 

La Biblia, en la sabiduría del libro del Eclesiastés, dice que "debajo del cielo hay tiempo para todo, y tiempo para cada cosa. Tiempo para nacer y tiempo para morir. Tiempo para plantar y tiempo para cosechar (?). Tiempo para amar y tiempo para odiar. Tiempo para la guerra y tiempo par la paz" (3, 1-8).

Este es un tiempo para evaluar el empeño por la liberación de América Latina y, también, para asumir nuevos paradigmas, nuevos criterios éticos, nuevos métodos y estrategias que nos permitan vencer el sistema de opresión que se ha concretado en el capitalismo neoliberal.

 

Una era libertaria

En el umbral del tercer milenio y del siglo XXI, podemos considerar que el siglo XX fue, sin duda, una época libertaria. Muchos acontecimientos nos permiten caracterizar el siglo -que concluirá con el año 2000, no en diciembre de 1999, como quieren las agencias de turismo- como un período de avances hacia la emancipación del ser humano: las revoluciones rusa, china, cubana y sandinista; la descolonización de Africa y de Asia; la victoria de la segunda guerra mundial contra el nazi-fascismo, el movimiento estudiantil y la revolución cultural de los años 60, la derrota impuesta a EEUU por el heroico pueblo vietnamita, la liberación de la mujer, el combate y la discriminación racial, la defensa de los derechos de los pueblos indígenas; el fin del apartheid y la ascensión de Mandela, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, Gandi y la independencia de la India, la Teología de la Liberación y la participación de los cristianos en las luchas por la justicia, etc.

Tantos hechos no nos impiden reconocer equívocos y derrotas. Es tiempo de la crítica de la razón dialéctica. Si la modernidad exaltó las posibilidades de la razón y sustituyó la cosmovisión teocéntrica por la antropocéntrica, ahora la crisis del racionalismo -que nos permite vislumbrar la "posmodernidad" -exige que evaluemos los desaciertos del proceso emancipatorio.

La caída del Muro de Berlín marca el momento de mayor fracaso. Muchos fueron los factores que contribuyeron para ello. Puede ser bueno destacar uno de ellos, sobre todo por saberlo todavía presente en movimientos políticos latinoamericanos: la autocracia.

Así como todo hijo carga en su estructura genérica con las características de sus padres, la revolución rusa dejó en herencia las marcas del viejo orden zarista que derribó. Aspectos subjetivos que perjudicaron la construcción del socialismo como etapa más avanzada de democracia son: las disputas por el poder, la supuesta omnisciencia del Buró Político, la intolerancia frente a las críticas y divergencias, etc.

Razones objetivas, como las acciones contrarrevolucionarias y las difíciles condiciones creadas por la primera guerra mundial, reforzaron la verticalización de las estructuras políticas y sociales, y la simbiosis entre nación, Estado y Partido. El Partido se vio forzado a adoptar medidas que no facilitaron la apertura de los soviets, la formación de una sociedad civil y, en los ciudadanos, el ejercicio de la conciencia crítica.

Para quien, como yo, vive integrado en una institución estructuralmente autoritaria, la Iglesia católica, es curioso observar los paralelismos entre la jerarquía eclesiástica y el Comité Central (cf. Leonardo Boff, en "Iglesia, carisma y poder" de 1981): el verticalismo en las decisiones, la autoridad como sinónimo de verdad, los prejuicios ante las manifestaciones artísticas y culturales que no se encuadren en los parámetros de la ortodoxia, el culto a la personalidad, la discriminación y excomunión de los "herejes" que no comulgan con el pensamiento oficial, las inquisiciones a través de purgas, sanciones, etc.

 

Una nueva síntesis

En este tiempo de recoger las piedras del Muro de Berlín, sabemos que la historia no siempre coincide con los conceptos con los que la revestimos. El pensamiento dialéctico naufragó en su cartesianismo positivista al minusvalorar la importancia de la subjetividad humana, de la experiencia religiosa, del arte como transcendencia de la razón y subversión del lenguaje, de las formas diferenciadas de propiedad, de los deseos de consumo, de los principios morales y de la dimensión política de la sexualidad, en fin, del hombre y de la mujer nuevos. No como "héroes del trabajo", efigie griega de olimpiadas productivas, sino como sujetos históricos capaces de actuar, como subrayaba el Che, motivados por los más nobles sentimientos de amor.

El siglo XXI promete ser un tiempo de síntesis dialéctica. El principio de la indeterminación, que rige la física cuántica, nos permite descubrir que, en la intimidad atómica, la materia es energía la energía es materia: ondas y partículas son dos expresiones de la misma realidad. Por eso ya no tiene sentido volver a los dualismos neoplatónicos que marcaron una gran parte de la actividad política y del siglo XX.

Ahora se trata de liberar no sólo la sociedad, sino también el corazón humano, la economía y la conciencia, aproximando a Jesús y al Che, a Marx y a Pablo Freire, de modo que surja un nuevo perfil de socialismo que supere los determinismos categóricos y no mire a la autonomía de los movimientos sociales, a la sociedad civil, a la crítica y a la pluralidad de las estructuras productivas y distributivas, como una amenaza a su desarrollo; al contrario, que asuma todo eso como los apoyos sin los cuales se perpetuaría el desfase entre Estado y nación, partido y pueblo, teoría y práctica, creando sólo simulacros de sociedad igualitaria.

Los desafíos son profundos y fascinantes. Es tiempo de debatirlos y enfrentarlos. La prevalencia de la vida sobre la muerte -principio revolucionario número uno- exige de todos nosotros mayor empeño de unidad en la diversidad, de modo que superemos cuanto antes la "globocolonización" neoliberal que nos amenaza con el espectro de un mundo unipolar bajo un gobierno único, una policía única, un pensamiento único... impidiéndonos relegar el pasado a la prehistoria humana.

 

Es hora de nuevos paradigmas, nuevas estrategias, nuevos valores y actitudes. Son exigencias para todos nosotros, que admitimos, entre éxitos y victorias, los desaciertos de los procesos libertarios del siglo XX y soñamos con un futuro próximo en el que todos los pueblos tengan saciada el hambre de pan, y tengan aplacada el hambre de belleza, que, a diferencia de la primera, es insaciable, pues son infinitos los deseos del corazón humano.

Fray Betto
Derechos reservados por "Correio da Cidadania"
 

Século XXI: reinventar a libertação

Frei Betto


A Bíblia, na sabedoria do Livro do Eclesiastes, diz que "debaixo do céu há momento para tudo, e tempo certo para cada coisa. Tempo para nascer e tempo para morrer. Tempo para plantar e tempo para colher. (?) Tempo para amar e tempo para odiar. Tempo para a guerra e tempo para a paz" (3, 1-8).

Esse é um tempo para avaliar o empenho pela libertação da América Latina e, ao mesmo tempo, assumir novos paradigmas, novos critérios éticos, novos métodos e estratégias que nos permitam vencer o sistema de opressão consubstanciado no capitalismo neoliberal.

 

Era libertária

No limiar do Terceiro Milênio e do século XXI, podemos considerar que o século XX foi, sem dúvida, uma era libertária. Muitos eventos nos permitem caracterizar o século —que terminará no ano 2000, e não em dezembro de 1999, como querem as agências de turismo— como um período de avanço rumo à emancipação do ser humano: as revoluções russa, chinesa, cubana e sandinista; a descolonização da África e da Ásia; a vitória da Segunda Guerra contra o nazifascismo; o movimento estudantil e a revolução cultural dos anos 60; a derrota imposta aos EUA pelo heróico povo vietnamita; a libertação da mulher; o combate à discriminação racial; a defesa dos direitos dos povos indígenas; o fim do apartheid na África do Sul e a ascensão de Nelson Mandela; a Declaração Universal dos Direitos Humanos; Gandhi e a independência da Índia; a Teologia da Libertação e a participação dos cristãos nas lutas por justiça etc.

Tantos sucessos não nos impedem de reconhecer equívocos e derrotas. É tempo da crítica da razão dialética. Se a modernidade exaltou as possibilidades da razão e deslocou a cosmovisão teocêntrica para a antropocêntrica, agora a crise do racionalismo —que nos permite vislumbrar a "pós-modernidade"— exige que avaliemos os desacertos do processo emancipatório.

A queda do Muro de Berlim marca o momento de maior fracasso. Muitos foram os fatores que contribuíram para isso. Vale ressaltar um deles, sobretudo por sabê-lo ainda presente em movimentos políticos latino-americanos: a autocracia.

Assim como todo filho carrega, em sua estrutura genética, as características dos pais, a revolução russa herdou marcas da velha ordem czarista que derrubara. Aspectos subjetivos prejudicaram a construção do socialismo como etapa mais avançada de democracia: as disputas de poder, a suposta onisciência do Birô Político, a intolerância frente às críticas e divergências etc.

Razões objetivas, como as ações contra-revolucionárias e as difíceis condições criadas pela Primeira Guerra, reforçaram a verticalização das estruturas políticas e sociais, e a simbiose entre nação-Estado-Partido. O Partido viu-se forçado a adotar medidas que, no frigir dos ovos, não facilitaram o desabrochar dos sovietes, a formação de uma sociedade civil e, nos cidadãos, o exercício da consciência crítica.

Para quem, como eu, vive integrado numa instituição estruturalmente autoritária, a Igreja católica, é curioso observar os paralelos entre a hierarquia eclesiástica e o Comitê Central (cf Leonardo Boff, Igreja, carisma e poder, 1981): o verticalismo nas decisões, a autoridade como sinônimo de verdade, o preconceito às manifestações artísticas e culturais que não se enquadram nos parâmetros da ortodoxia, o culto à personalidade, a discriminação e excomunhão dos "hereges" que não comungam o pensamento oficial, as inquisições através de expurgos, sanções etc.

 

Uma nova síntese

Nesse tempo de recolher as pedras do Muro de Berlim, sabemos que a história nem sempre coincide com os conceitos com os quais a revestimos. O pensamento dialético naufragou em seu cartesianismo positivista ao desconsiderar a importância da subjetividade humana, da experiência religiosa, da arte como transcendência da razão e subversão da linguagem, das formas diferenciadas de propriedade, dos desejos de consumo, dos princípios morais e da dimensão política da sexualidade, enfim, do homem e da mulher novos. Não como "heróis do trabalho", efígie grega de olimpíadas produtivas, mas como sujeitos históricos capazes de atuar, como enfatizava o Che, motivados pelos mais nobres sentimentos de amor.

O século XXI promete ser um tempo de síntese dialética. O princípio da indeterminação, que rege a física quântica, nos permite descobrir que, na intimidade atômica, matéria é energia e energia é matéria – onda e partícula como duas expressões da mesma realidade. Portanto, já não há razão para retornarmos aos dualismos neoplatônicos que marcaram considerável parcela da atividade política no século XX.

Trata-se, agora, de libertar, não apenas a sociedade, mas também o coração humano, a economia e a consciência, aproximando Jesus e Che, Marx e Paulo Freire, de modo a traçar um novo perfil de socialismo que supere os determinismos categóricos e não veja na autonomia dos movimentos sociais, na sociedade civil, na crítica e na pluralidade de estruturas produtivas e distributivas uma ameaça ao seu avanço; pelo contrário, assumir tudo isso como alavancas, sem as quais se perpetuará a defasagem entre Estado e nação, partido e povo, teoria e prática, criando simulacros de sociedade igualitária.

Os desafios são profundos e fascinantes. É tempo de debatê-los e enfrentá-los. A prevalência da vida sobre a morte – princípio revolucionário número 1 – exige de todos nós maior empenho de unidade na diversidade, de modo a ultrapassarmos, o quanto antes, a globocolonização neoliberal que nos ameaça com o espectro de um mundo unipolar sob um governo único, uma polícia única, um pensamento único, impedindo-nos de relegar ao passado a pré-história humana.

 

É tempo de novos paradigmas, novas estratégias, novos valores e atitudes. São exigências para todos nós que admitimos, entre sucessos e vitórias, os desacertos dos processos libertários do século XX e sonhamos com um futuro próximo em que todos os povos tenham saciada a fome de pão e aplacada a fome de beleza - que, ao contrário da primeira, é insaciável, pois são infinitos os desejos do coração humano.

Frei Betto
Todos os direitos reservados por Correio da Cidadania

 

 

 


 



  Portal Koinonia | Bíblico | Páginas Neobíblicas | El Evangelio de cada día | Calendario litúrgico | Pag. de Cerezo
RELaT | LOGOS | Biblioteca | Información | Martirologio Latinoamericano | Página de Mons. Romero | Posters | Galería
Página de Casaldáliga | La columna de Boff | Agenda Latinoamericana | Cuentos cortos latinoamericanos