TIEMPO PASCUAL

Introducción


 

LA LITURGIA

 

Llamamos tiempo pascual a un período de cincuenta días que comienza el Domingo de Pascua y termina el Domingo de Pentecostés. Desde antiguo, los cristianos celebraron esos cincuenta días como si fueran «un gran domingo» (san Atanasio).

Dentro del tiempo pascual, celebramos la solemnidad de la Ascensión, en la que conmemoramos que Jesús ha sido glorificado en cuerpo y alma por Dios Padre y vive y reina con él para siempre.

La liturgia del tiempo pascual despliega, ante la mirada agradecida del creyente, el misterio de la glorificación de Cristo (Jesús es el Señor del universo) y el misterio de la acción creadora de su Espíritu en el mundo.

La palabra de Dios, durante este tiempo, nos descubre, por consiguiente, que somos una comunidad salvada por Jesucristo; criaturas nuevas, ungidas por el Espíritu de Jesús resucitado; un pueblo de hermanos, enviado al mundo para anunciar la misericordia de Dios a todos los hombres, y con vistas a la transformación del universo.

Hay dos signos que nos ayudan a captar mejor este mensaje. El cirio pascual, que luce durante las celebraciones de este tiempo, simboliza para nosotros el «lucero que no conoce ocaso», Cristo resucitado, que «brilla sereno para el linaje humano», «devuelve la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos» (pregón pascual). El canto del Aleluya ( = «Alabad a Dios»), que resuena como una expresión insistente de nuestra alegría y de nuestro agradecimiento a Dios.

 

LA SAGRADA ESCRITURA

 

Los textos para las primeras lecturas de los domingos de Pascua se han tomado del libro de los Hechos de los apóstoles. Los relatos seleccionados manifiestan la acción y presencia de Jesús resucitado en la vida de los discípulos y de las primeras comunidades cristianas, así como en el origen y extensión de la Iglesia. El Espíritu de Jesús acompaña a los discípulos para que puedan anunciar el Evangelio del Reino —tanto a los judíos como a los paganos—, a pesar de las resistencias, dificultades e incluso muerte. Jesús resucitado infunde a los cristianos luz y fuerza, y así pueden estos tener un común sentir y poner en común cuanto son y tienen. Estos relatos, que evidencien la acción de Jesús resucitado entre los primeros cristianos, nos van conduciendo, progresivamente, a la solemnidad de Pentecostés, en la que celebramos la manifestación del Espíritu Santo en medio de los hombres.

Para las lecturas evangélicas de los tres primeros domingos se han tomado los siguientes relatos de apariciones: a las mujeres, primeras depositarias de la Buena Noticia; a Tomás, por quien nos ha llegado la bienaventuranza de los «dichosos los que crean sin haber visto»; y a los discípulos de Emaús, que, en la versión de Lucas, nos habla de la presencia del resucitado en la celebración eucarística. Las lecturas evangélicas de los restantes domingos, tomadas del evangelio según san Juan, nos ofrecen los pasajes del buen Pastor, la vid y los sarmientos, y las promesas del Espíritu Santo a los discípulos. En la solemnidad de Pentecostés recogemos el relato en el que Jesús exhala su Espíritu a los discípulos. El día de la Ascensión se leerá el texto de san Mateo sobre el envío en misión y la promesa que Jesús hace a los discípulos de «estar con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo».

 

LA CATEQUESIS

 

A lo largo de todo este tiempo, los cristianos recordamos y celebramos que Jesús está vivo con Dios para siempre. Su Espíritu nos acompaña en la historia de cada día. Nos da luz y fuerza para seguirle y para anunciar a todos los hombres la Buena Noticia del Evangelio, de modo que, al recibirla, sean más dichosos.