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Caen los sueños

Aldo Joel BALCÁZAR TOLEDANO


 

 

“Queridos enemigos de siempre dejo este mundo de dolor,
nunca se olviden que el llanto de la gente va hacia el mar”
Fabulosos Cadillas
.

 

Nunca llegó a entender en qué momento semejante ejercicio dejó de tener la importancia que debería tenerlo; la seriedad de la que había escuchado hablar. —La vida es lo más importante, pero sin libertad—. En qué país, con qué dictador se transforma en un juego de papel. Vidas de papel tiradas en el agua.

Unas gotas de sangre salpican. La jícara de sangre para regresar a la realidad, el líquido más parecido al agua desde hace algunos días. ¿Cuántos días llevo aquí? Cuatro o tres, no deben ser más. No podría aguantar más de una semana. Más sangre y gritos de su torturado de cuarto lo obligan a intentar abrir los ojos pero es imposible.

—Nada más mírate cabrón, con esa cara hasta parece que llevas dos días de madriza continua, peor que boxeador. Ya ni la chingas ¡qué va a decir tu madre? ¿Quieres ver a tu madrecita de nuevo? Claro, todos queremos a nuestras madres, de una o de otra forma, pero en estas condiciones ¿Qué va a pensar de ti?

Mírate con los ojos cerrados, los labios abiertos, ya casi no te reconozco, todo desmadrado. En fin, has visto la película del jorobado, esa de Disney —el cuerpo no responde— pues él está más carita que tu. — Y suelta un golpe—. Para ser sinceros está bien cabrón que regreses a casa, no porque no queramos que regreses, sino porque ya no tienes. Sabes, fue destruida en la balacera que hubo con el cártel…quien sabe qué pinche cártel enfrentamos, y como la cosa estuvo bien difícil y, estos pinches narcos tenían bombas… pues se destruyó como cuatro casa. No sabías. Aquí está en los periódicos. No que muy enterado de la situación del país. Puras pendejadas tú y esta bola de revoltosos.

Hay algo bueno entre tanto desmadre en todo el país, y es que le estamos ganando al narco. Y hay gente que piensa que los militares en las calles son sólo para violar, maltratar, detener a los estudiantes, matar, quemar casas, torturar indígenas, investigar a grupos guerrilleros y quien sabe que tantas pendejadas más. Puras mamadas. Lee, lee, en los periódicos, en la tele, en la radio y hasta el presidente nos respaldan, nos protegen.

Pon atención que esto es importante —vuela otra mano y un pie— porque cuando quedes en libertad y un puñetazo, libertad y una patada, libertad patada, libertad puño, puño y libertad, libertad, libertad.

Imposible gritar o sentir dolor —pero sin libertad, ¿cuántos días?—no se puede pensar, recordar la última tarde allá afuera, en libertad repetía el oficial aplicando una buena dosis de golpes y palabras.

Ir a la escuela por la mañana, encontrarse con los compañeros, hablar de las cosas, de todas las cosas en general, pero como un instinto innato nos encabronamos en los hechos políticos. Gritábamos tan fuerte que en ocasiones las personas de afuera de la casa se quedaban paradas y se iban con rapidez. Ver a mamá de nuevo ¿por qué aparece mamá des pues de la gente corriendo? Botas negras bien lustradas, pantalón verde corriendo por la calle gritando ¡qué va a decir tu madre! Cenar con la familia, subir al cuarto y poner un disco. Los están buscando, mejor cuídense. El ejército viene para acá a combatir el narco local, se escribe en el diario del municipio. Cuídense… los buscan… ejército, y la canción del león Santillán encuadran la noche. Te quedas dormido.

Tal vez todo fuese un sueño. Los golpes ya no duelen. En el subconsciente todo es más suave. Abres los ojos y ves a una persona vestida de verde, los cierras y estás en un cuarto oscuro, tirado en una cama. Abres los ojos y te encuentras en el cuarto, los cierras y el de verde golpeando. —No duelen los golpes, ya no duelen—. Cierras los ojos para despertar en un lugar extraño con verde hablando de periódicos y del narco. A la izquierda se encuentra Iván inmóvil en una laguna de sangre, Lucía con el sostén roto sin pantalones, el cuerpo pálido con grandes lunares morados, en frete otras dos personas que no has visto nunca. Una nube de mosquitos se acerca a ti y comienza a picarte. —No duele—, piensas, pero cada vez son más fuertes, se convierten en pájaros hasta llegar a ser puños golpeándote en el cuerpo. Pero ya no duelen. —Pon atención que esto es importante—. Cierras los ojos y despiertas en un lugar oscuro, el mismo de hace rato. No puedes ver nada, pero sientes un alivio. —Este es mi cuarto, son las horas de la noche, las tres o cuatro, los perros no ladran y está oscuro. Empiezas a distinguir dimensiones. Es mi cuarto—. Tu cuarto, no ha pasado nada. Los vuelves a cerrar para ver otro lugar extraño. Sólo puedes ver algunas cajas de madera, una pared de metal, huele a perro muerto y una montaña de maniquíes con ropa pintados de verde, morado y manchas rojas te impiden ver más allá. Intentas moverte pero hay más muñecos encima de ti y no puedes. Un ruido de motor llega a tus oídos. Cierras los ojos, prefieres despertar, el olor es insoportable. La oscuridad te llena de calma, ahora estás seguro de que esta oscuridad le pertenece a tu cuarto. Nada ha cambiado. Descansas y vuelves a dormir.

El ruido del motor es más fuerte y el olor te sigue hasta tu rincón, tu cuarto, y decides terminar el sueño que ahora es una pesadilla que te sigue hasta tu recámara, a la oscuridad y tranquilidad de tu recámara.

Los maniquíes de un principio son en estos momentos cuerpos fétidos con ojos sin sentido, viendo a todos lados, viéndote y buscando una salida que te exigen encontrar. El piso se abre y todos caen de aquel lugar que es un avión. De abajo se acerca el agua. —El llanto de la gente va hacia el mar—, piensas. Las máscaras están con otro rostro, más contentos, más felices, liberados de torturas, diría yo. Otros no han cambiado mucho, siguen tristes. —Estoy volando entre máscaras de tristeza, logros a medias, sueños rotos; si, no hay felicidad entre nosotros, hay una especie de liberación del maltrato al que nos han sometido. No hay felicidad. Hay sueños inconclusos, utopías cayendo de aquel avión por encima de nosotros, de nuestro trabajo. Un avión cagando utopías—.

El mar está acercándose, los cuerpos me tocan, se agarran a mí. Cierro los ojos para despertar, no quiero morir. Los abro pero el mar está más cercano ¡despierta! Cierro los ojos pero otra vez el agua, el aire se hace presente. No puedo respirar, apenas me doy cuanta. Todo era tan tranquilo, ahora es demasiado rápido pero no llego al mar. Cierro los ojos y el mar, abro los ojos y el mar, en las dos partes agua. Sueño o no, no puedo cerrar los ojos, no puedo abrirlos ni moverme, ni volar, en los sueños se puede volar cuando quieres, pero calma, calma, sólo tienes que… Pero el mar.

 

Aldo Joel Balcázar Toledano

México

 


 



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