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Brasil en la encrucijada: ¿prolongar la dependencia o completar la invención?

2014-03-14


  Observador atento de los procesos de transformación de la economía mundial en contrapunto con la brasilera, Celso Furtado, uno de nuestros mejores nombres en economía política, escribió en su libro Brasil: la construcción interrumpida: «En medio milenio de historia, partiendo de una constelación de fechorías, de poblaciones indígenas desgarradas, de esclavos trasplantados desde otro continente, de aventureros europeos y asiáticos en busca de un destino mejor, llegamos a un pueblo de extraordinaria polivalencia cultural, un país sin paralelo por su inmensidad territorial y su homogeneidad lingüística y religiosa. Pero nos falta la experiencia de pruebas cruciales como las que conocieron otros pueblos cuya supervivencia llegó a estar amenazada. Nos falta también un verdadero conocimiento de nuestras posibilidades y principalmente de nuestras debilidades. Pero no ignoramos que el tiempo histórico se acelera y que la cuenta de ese tiempo se hace contra nuestra. Se trata de saber si tenemos un futuro como nación que cuenta en la construcción del devenir humano o si prevalecerán las fuerzas que se empeñan en interrumpir nuestro proceso histórico de formación de un Estado-nación» (Paz e Terra, Rio 1993, 35).

La actual sociedad brasilera, hay que reconocerlo, ha conocido avances significativos bajo los gobiernos del Partido de los Trabajadores. La inclusión social realizada y las políticas sociales beneficiosas para millones de personas que siempre estuvieron al margen tienen una magnitud histórica cuyo significado todavía no acabamos de evaluar, especialmente si las comparamos con las fases históricas anteriores, hegemonizadas por las élites tradicionales que siempre detentaron el poder del Estado.

Pero estos avances no son aún proporcionales a la grandeza de nuestro país y de su pueblo. Las manifestaciones de junio de 2013 mostraron que buena parte de la población, particularmente los jóvenes, está insatisfecha. Estos manifestantes quieren más. Quieren otro tipo de democracia, la participativa, quieren una república no de negociados sino de carácter popular, exigen con razón transportes que no les roben tanto tiempo de vida, servicios básicos de higiene, educación, que los habilite para entender mejor el mundo y para mejorar el tipo de trabajo que escojan; reclaman sanidad con un mínimo de decencia y calidad. Crece en todos la convicción de que un pueblo enfermo e ignorante jamás dará un salto cualitativo hacia otro tipo de sociedad menos desigual y, por eso, como la llamaba Paulo Freire, menos malvada. El PT deberá estar a la altura de esos nuevos desafíos y renovar su agenda o pagar el precio de no continuar más en el poder.

Estamos aproximándonos a aquello que Celso Furtado llamaba “pruebas cruciales”. Tal vez como nunca antes en nuestra historia, hemos llegado al momento crítico de las “pruebas”. Las próximas elecciones tendrán, a mi modo de ver, una característica singular. Dada la aceleración de la historia, impulsada por la crisis sistémica mundial, nos veremos forzados a tomar una decisión: o aprovechamos las oportunidades que los países centrales en profunda crisis nos propician, reafirmando nuestra autonomía y garantizando nuestro futuro, autónomo pero relacionado con la totalidad del mundo, o las desperdiciamos y viviremos amarrados al destino decidido siempre por ellos, que nos quieren condenar a ser solo abastecedores de los productos in natura que les faltan y así nos vuelven a recolonizar.

No podemos aceptar esta extraña división internacional del trabajo. Tenemos que retomar el sueño de algunos de nuestros mejores analistas de la valía de Darcy Ribeiro y de Luiz Gonzaga de Souza Lima, entre otros, que propusieron una reinvención o refundación de Brasil sobre bases nuestras, gestadas por nuestro ensayo civilizatorio, tan enaltecido por Celso Furtado.

Este es el desafío lanzado de forma urgente a todas las instancias sociales: ¿Ayudan a la invención de Brasil como nación soberana, repensada en los marcos de la nueva conciencia planetaria y del destino común de la Tierra y de la humanidad? ¿Podrán ser co-parteras de una ciudadanía nueva ―la co-ciudadanía y la ciudadanía terrena― que articula al ciudadano con el Estado, al ciudadano con otro ciudadano, lo nacional con lo mundial, la ciudadanía brasilera con la ciudadanía planetaria, ayudando así a moldear el devenir humano? ¿O se harán cómplices de esas fuerzas que no están interesadas en la construcción del proyecto-Brasil porque se proponen incluir a Brasil en el proyecto-mundo-globalizado de una forma subalterna y dependiente, con ventajas concedidas a las clases opulentas, beneficiadas con este tipo de alianza?

Las próximas elecciones van a arrojar luz sobre estos dos proyectos. Debemos decidir de qué lado estaremos. La situación es urgente pues, como advertía pesaroso Celso Furtado: «todo apunta hacia la inviabilización del país como proyecto nacional» (op. cit. 35). No queremos aceptar como fatal esta seria advertencia. No hay que reconocer las derrotas sin haber dado antes todas las batallas, como nos enseñaba Don Quijote en su gaya ciencia.

Todavía hay tiempo para hacer cambios que pueden reorientar el país hacia su rumbo cierto, especialmente ahora que, con la crisis ecológica, Brasil ha adquirido un peso decisivo en la balanza y el equilibrio buscado por el planeta Tierra. Es importante creer en nuestras virtualidades, diría más, en nuestra misión planetaria.

 

Leonardo Boff




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