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¿Alternativas a la desintegración?

2006-01-13


  El funcionamiento autónomo de la economía capitalista llevada a nivel mundial tiende a realizar la profecía de Marx: destruir sus dos fuentes de riqueza, que son la naturaleza y los seres humanos. Para universalizar su proyecto necesitaría otras tres Tierras iguales a ésta. Como eso es imposible, sigue acumulando sólo para sí, creando desigualdades crecientes y devastando la naturaleza. ¿Qué alternativas se presentan? En la reflexión mundial circulan algunas visiones que vamos a referir.

La primera es intrasistémica, el social-liberalismo o neokeynesianismo. Éste acepta la lógica del mercado como motor de la economía, pero procura regularlo, para disminuir sus efectos perversos. Es una solución contradictoria, pues la esencia del mercado es no tolerar ningún límite. Sería como pedir al lobo que dejara de devorar a las ovejas.

La segunda es el ecosocialismo. Tiene amplias posibilidades a condición de incorporar en su análisis no sólo la consideración de lo social, de las clases y de los conflictos, sino también la base biológica de los problemas. Es importante abrirse al nuevo paradigma, derivado de la nueva cosmología, que muestra el proceso evolutivo universal dentro del cual surge la vida, y al ser humano como cuidador y guardián de la Casa Común. Purificado de sus desvíos históricos, está renaciendo como nueva promesa mundial, que era su vocación original.

La tercera alternativa es el poscapitalismo. Éste procura redefinir el sentido de la economía, ya no como actividad destinada a la acumulación ilimitada, sino como producción de los bienes necesarios a la vida. Su función sería crear las bases materiales para el bienestar físico, cultural y espiritual del conjunto de los seres humanos. En realidad se trata de un intento de rescatar el sentido clásico y etimológico de la economía. La cuestión es cómo llegar a eso, pues implicaría negar la dinámica de la economía vigente, que en modo alguno acepta autonegarse. Es una utopía necesaria, pero en el actual cuadro político y social resulta prácticamente irrealizable, por ilusoria.

La cuarta alternativa es la de la Carta de la Tierra. Ésta parte de una opción radical por la vida y por la Tierra. La nuestra es una Sociedad de Crecimiento Industrial exponencial que hace de la Tierra un cajón de suministros y contenedor de basura al mismo tiempo, poniendo en peligro el futuro de la especie humana. Si queremos sobrevivir, tenemos que inaugurar la Sociedad de Sustentación de toda la Vida. Ésta se mueve dentro de la capacidad de apoyo de la vida regional y planetaria, tanto en los recursos que consume como en los residuos que produce. Su propuesta es «por un modo de vida sostenible» en todos los niveles. Esta alternativa representa la utopía real necesaria, es decir, la visión que mejor sintetiza las aspiraciones colectivas. Su concretización apenas ha comenzado, pero está cargada de promesas.

En todas partes del mundo hay grupos, iniciativas y formas de producción que, conscientemente, colocan la vida y la Tierra en el centro de sus preocupaciones. Si el desastre que prevemos ocurriera, serán éstos los que tendrán la ciencia necesaria y la experiencia acumulada para continuar el proyecto civilizatorio humano sobre otras bases más esperanzadoras para la vida y para la humanidad. De ahí la importancia de que su número crezca.

La vida humana durante el proceso evolutivo pasó por terribles crisis que casi exterminaron la especie, principalmente en las grandes glaciaciones, pero siempre sobrevivió. Ojalá esta vez no sea diferente.

 

Leonardo Boff




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