EcologÃa
Para un planteamiento de la cuestión
Clodovis Boff
1. EcologÃa supone una visión del mundo
La cuestión de la ecologÃa es más que una cuestión puramente técnica
(cómo garantizar la «biosfera» y la naturaleza en general) y más que
una cuestión sólo social (de modelo económico y polÃtico).
Es también eso, pero más al fondo es una cuestión cultural, o
sea, de concepción del mundo y de manera de comportarse frente a las
cosas. Se trata, concretamente, de una «cultura de la vida» (como se ve en
el hinduismo, en las culturas indÃgenas, -¿africanas?-, en Francisco de
AsÃs, Albert Schweitzer…).
EcologÃa supone, pues, una filosofÃa de vida verdaderamente ontológica,
especialmente una sensibilidad biófila, afirmativa de la vida en todas sus
dimensiones. Es la superación del racionalismo occidental, cuyo término
final es el nihilismo, como desamor a la vida y al sentido de vivir (Nietzsche).
Entendida asÃ, la cuestión ecológica se abre a la ética
(justicia ecológica: «todo lo que vive merece vivir») y a la religión
(la espiritualidad con dimensión ecológica), con formas de «culto de la
vida». Tal vez incluso sólo en un horizonte religioso se puede dar
radicalmente cuenta de la cuestión de la vida en cuanto implica la
cuestión de la muerte (la muerte, que forma parte de la vida y no
es su opuesto).
Pero serÃa exagerado tomar el ecologismo como una nueva religión
(vitalista, naturalista, de tipo neo-panteÃsta), que pusiese en el centro
la realidad de la naturaleza o de la vida (ecocentrismo).
2. El principio antrópico en la ecologÃa
El «descentramiento antropológico» desbanca sin duda el
antropocentrismo de dominación, por el que el ser humano aparece en el
mundo como déspota, «señor y dueño de la naturaleza» (Descartes). Pero es
posible concebir un nuevo antropocentrismo, de comunión, según Gn 2, en el
que el hombre emerge como administrador responsable del mundo y, por eso,
servidor de la vida.
No todos los seres vivientes son equivalentes. Existe una jerarquÃa
de vida. La «vida del espÃritu» representa la «flecha de la evolución»
(Teilhard). Pero, ¿no valdrÃa aquà también la máxima evangélica «mayor es
aquel que sirve»? ¿El hombre sirve a la vida o se sirve de la vida? Tal
vez valgan las dos cosas.
3. EcologÃa y sistema social
Plantear la cuestión de la ecologÃa sin ver su contexto social es
quedarse en el ambientalismo o conservacionismo. Es necesario plantear la
cuestión del sistema social, y particularmente del «control de los medios
de producción» (que pueden ser también los grandes «medios de destrucción»
ecológica). Hay pues una necesaria «ecologÃa social» y una indispensable
consideración económica (infraestructural) de la ecologÃa. Ese es un punto
que frecuentemente se deja en la sombra. Sin embargo, son los dueños de
los grandes medios de producción los que son potencialmente los mayores
agentes de contaminación.
Por su «lógica sistémica», el capitalismo concretamente es un modo de
producción depredador (de la naturaleza humana y de la naturaleza
cosmológica). La ecologÃa cuestiona necesariamente ese sistema
socioeconómico. Una polÃtica de tipo «ecocapitalista» no es capaz de
resolver la cuestión ecológica (desde el punto de vista de las estructuras
sociales). Eso no significa que no se puedan o incluso se deban apoyar
estratégicamente medidas particulares de un estado capitalista (sobre la
deforestación, leyes contra la polución…).
Solamente en un sistema social de «economÃa democratizada» (socialismo)
se puede resolver, en cuanto a estructuras sociales, la cuestión de la
ecologÃa. Decimos que «se puede», pero no necesariamente, pues ahà se
necesita algo más que una economÃa socialista: se necesita una «cultura de
la vida»; Por lo demás, es evidente que los paÃses llamados socialistas no
consiguieron resolver esa cuestión. La ecologÃa, en efecto, tiene una
dimensión social, sÃ, pero va más allá. En ese sentido, se podrÃa hablar
de «ecosocialismo» (socialismo con dimensión ecológica) o, tal vez, mejor
todavÃa, de «socialecologismo» (ecologÃa con dimensión socialista).
4. EcologÃa a partir de los pobres
El enfoque correcto para tratar de la cuestión social de la
ecologÃa es a partir de los pobres, pues, es en ellos donde la vida, en su
expresión más alta (humana, moral y espiritual), se encuentra más
amenazada. Más que seres contaminantes, los pobres son las vÃctimas del
desastre ecológico, porque tienen menos medios de defenderse.
Este criterio es importante dentro de la «jerarquÃa de la vida», pues
permite hacer la crÃtica al ecologismo romántico, que lucha por defender
mariposas y árboles, dejando de lado la inmensa mayorÃa de los pobres
(cosa que ocurre frecuentemente en los cÃrculos liberales y capitalistas).
Eso no dispensa a los pobres de la necesaria educación para la
ecologÃa, tanto desde el punto de vista de la sensibilidad cultural como
de las técnicas ambientalmente sanas. Por el hecho de que son las mayores
vÃctimas de la destrucción ecológica, tal vez los pobres puedan llegar a
ser incluso los protagonistas en este campo.
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